A diferencia de la semana anterior al ingreso en la Academia, la semana antes de empezar las clases estuvo llena de sucesos que hicieron que el tiempo pasara volando.
El primer día acabamos de descubrir el resto de la Academia, que era mucho más grande de lo que cualquiera podría pensar. En nuestro paseo descubrimos una biblioteca y una especie de auditorio, pero lo más curioso fue encontrar una sencilla cabaña de piedra y madera casi al límite de la valla que delimitaba la Academia, unos metros más allá de Hornos. Lo que más llamaba la atención de todo aquello era que estaba pegada a una especie de establo hecho de la misma piedra que la Academia, un material mucho mejor del que estaba hecho la cabaña. El llano detrás del edificio se encontraba lleno de estaba perchas de madera y hierro. Y aves. Cientos de aves.
Las aves sobrevolaban el lugar con tranquilidad, planeando de un lugar a otro. Se podían ver desde águilas de más de dos metros de envergadura de color blanco y rojo durmiendo en las perchas hasta nerviosos pájarillos de colores alegres que batían sus alas de una forma tan rápida que apenas se veían. Kachess sugirió que aquel debía ser la forma de enviar el correo de un lugar a otro de Gea, y Marion lo corroboró explicando que ella tenía su propia ave de correos, un águila aliancha de color dorado llamado Milos; un regalo de su padre para comunicarse cuando tenía que viajar a tratar distintos asuntos con otros nobles de Someland.
El tono de Marion tenía deje de confusión, puesto que aún no parecía entender cómo era posible que no supiéramos todo aquello. Con todo, en ningún momento hizo más preguntas que pudieran ser comprometedoras ni utilizó un tono de reproche al tener que explicarnos cosas tan sencillas como esa. El edificio, pese a estar tan lejos, se encontraba en aquél momento lleno de alumnos de todo tipo, desde novatos hasta alumnos de último año. Decidimos que podríamos ver el interior otro día y dimos la media vuelta.
Por desgracia el resto del día no fue de mucho provecho, puesto que muchas aulas e incluso edificios enteros se encontraban cerrados. Johan comió demasiado durante todo el día, repitiendo una y otra vez platos de todo tipo, por lo que al final acabó con un gran empaché que le impidió dormir.
El segundo día simplemente hicimos el vago un poco, observando a más alumnos ingresar ilusionados a la Academia y luego fuimos por la tarde junto al lago de Enfermerías. Muchos alumnos nos imitaron, puesto que el lugar era precioso. Apenas se veía su otra orillaen el horizonte, y el agua era tan limpia y clara que incluso podía verse el fondo.
Pese a lo ocurrido la noche anterior, Johan volvió a empacharse.
El tercer día, al ir a desayunar, encontramos que la Cantina era un auténtico hervidero de gente. Los alumnos del primer año que ya habíamos ingresado junto al resto de alumnos ya ocupábamos la mayoría de las mesas, y las habitaciones de Alojamientos ya estaban casi todas llenas. En aquél momento nos alegramos de haber conseguido hacer el examen el lunes, dado que probablemente sólo un puñado de personas ingresaría en la Academia a partir de ahora. El resto del día fue bastante movido, aunque no especialmente para nosotros. Un alumno de último año, hijo de un caballero muerto a manos de otro caballero, descubrió que uno de los nuevos alumnos era hijo del asesino. El mago se cobró su venganza liquidando al recién ingresado, lo que provocó una gran conmoción en la Academia. El chico pertenecía a los Capaazules, pero Mina no se lo pensó dos veces y expulsó al chico, no sin antes entregarlo a los guardias de Waltz. Obviamente no hubo ninguna queja por parte de los alumnos, pero me pregunté si se hubiera actuado igual si aquél chico fuera un hijo de un gran señor.
El cuarto día la plaza volvía a estar llena de estudiantes, pero esta vez la inmensa mayoría de los opositores que la ocupaban volvieron sobre sus pasos poco después. Pude oír de algunas matrículas que incluso superaban el centenar de dramines de mitrilo, un precio que incluso a las arcas de Someland le costaría asumir. Aún así al mediodía nos encontramos con lady Colette en la Cantina, la chica a la que salvamos la vida en el bosque de Lyrewood. Fue un encuentro un tanto extraño, porque al verla la saludamos con la mano, contentos de volverla a ver. Ella simplemente nos ignoró por completo, lo que cabreó muchísimo a Johan, aunque decidimos dejarla en paz.
Por la tarde llegó uno de los momentos más esperados; la inscripción a las asignaturas libres.
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Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
FantasíaBalwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios poderes mágicos mientras lucha contra otros terribles enemigos: los Khayam, el resto de la humanidad y él mismo.