Al salir de la cárcel un guardia nos hizo entrega de nuestras pobres pertenencias, incluida la espada de mitrilo, y nos escoltaron hacia los suburbios. La gente del lado norte nos miraba con profundo desprecio, pero apartaban rápidamente la vista bajo la feroz mirada de Johan.
Cruzamos el arco que dividía la ciudad. Pese a que había una enorme puerta de madera, esa parte del muro estaba lleno de guardias que aseguraban la seguridad de la parte noble, por lo que era frecuente que estuviera abierta.
-Una espada muy bonita-comentó uno de los guardias mientras nos liberaba de nuestras cuerdas. Pese a que vigilaban a los pobres y protegían los nobles, la mayoría de los soldados corrientes provenían de los suburbios. De hecho, la mayoría tenían sus pequeñas casas ahí, y no era infrecuente que al amanecer más de uno de ellos despertara degollado en su propia cama por algún rebelde.
Obviamente en la ciudad había rebeldes que se oponían a todas las leyes y tratos de favor hacia los nobles de Someland. Ladrones que se amotinaban antes las leyes del rey, gente pobre que luchaba para evitar las Purgas, o jóvenes que buscaban un futuro mejor. La mayoría eran numerosas, y representaba algún que otro problema para la guardia común, pero nunca habían hecho ninguna acción de renombre.
Excepto por la Brigada de la Noche, que había conseguido matar al antiguo rey Ronnie. La plaga que se llevó infinidad de vidas, conocida como La Nube Negra, se cebó con todo ser viviente de la ciudad, sin distinguir entre animales, nobles y pobres.
Hubo tanta muerte, incluido el rey y su linaje, que el trono quedó vacío. Cuando la enfermedad empezó a desaparecer un joven acompañado de una anciana desde el reino de Lotz afirmó ser el único hijo del rey que quedaba en vida.
Uno de los pocos consejeros del difunto rey que seguía en pie confirmó conocer a esa mujer. No era más que una de las rameras que poblaba los puertos de Lotz, una de las muchas con la que el rey había fornicado. Pero incluso en esa parte del mundo la enfermedad había llegado, por lo que solo ese pequeño bastardo llevaba la sangre real, y por tanto, era el último sucesor del trono.
La nobleza se opuso, por supuesto, pero coronarlo era la única forma de restablecer el orden en la ciudad y de evitar una guerra entre nobles para ocupar el trono. Así pues, el joven bastardo ocupó ese sitio.
Los ciudadanos celebraron su coronación, puesto que ese hombre había vivido en la pobreza y había sentido la dura vida tanto como ellos, y pensaban que sería un gobernador justo y honrado. La tranquilidad residió en Someland durante un par de meses, puesto que la población de la ciudad había sufrido enormes bajas, y la comida, los hogares y la ropa abundaba por doquier. Hasta que todo se acabó, por supuesto.
El joven rey, temeroso de su propio poder, había decidido que el tiempo transcurriera, dejando así los campos y granjas huérfanas de trabajadores.Pronto la hambruna asoló la ciudad, y tanto los nobles como los pobres pidieron su cabeza. El rey, que había vivido toda su corta vida con su madre en un prostíbulo cerca del mar, rodeado de pobreza y miseria, decidió otorgarle las tierras del reino gratuitamente a los pobres para que así la comida volviera a ser abundante y la diferencia entre clases sociales no fuera tan imponente.
En cuanto los nobles se enteraron del plan del rey raptaron a la anciana prostituta.
El rey lloró desconsolado, puesto que ella era la única persona que apreciaba de verdad.
Los nobles hicieron un pacto con él: No importaba como, pero si eliminaba pronto la pobreza sin perturbar los intereses de los nobles, su madre sería traída de vuelta.
El joven rey Ronnie pensó en mil maneras de solucionar el problema, pero ninguna ideaera lo suficientemente buena...hasta que cayó en la locura. El rey se preguntó cuál era la causa de la pobreza, y con el recuerdo de La Nube Negra aun en la cabeza llegó a una simple conclusión: si no hay pobres, no hay pobreza.
Así fue como el rey reunió a los soldados y magos de la ciudad y ordenó liquidar a tantos pobres como pudieran.
Esa fue la primera de las Purgas de la historia de Someland.
Los magos y soldados, que como el resto de la población también sufría la hambruna accedió eufórica a la orden. Esa misma noche invadieron los suburbios y mataron a todo hombre, mujer y niño que no consiguiera escapar.
Los pobres se quedaron en los campos, sin hogar, pero entonces el rey hizo un acuerdo: los que quisieran podrían ocupar los campos, siempre y cuando pagaran con una cuarta parte al mes de sus cosechas y ganado. El resto podría volver a la ciudad y ocupar cualquiera de las casas que ahora estaban vacías y seguir con sus oficios.
Los más inteligentes escogieron la primera opción, puesto que ningún rey mataría a la mano que le da de comer. Por su parte, los más necios -u optimistas- volvieron a la ciudad, sintiéndose agradecidos con su rey por poder habitar viviendas con las que antes no podían ni soñar. Así fue como pasaron los años y la población creció de nuevo.
La madre del rey hacía años que había muerto, y el rey ya se había acostumbrado a su poder, a sentirse parte de la nobleza y ha olvidar su penoso origen. Tan cruel se había vuelto que cuando sus consejeros le avisaron de una posible nueva Nube Negra ordenó sin dudar una nueva Purga.
Esta vez la gente de los suburbios luchó contra los soldados del rey, pero los magos acabaron rápidamente con la rebelión. El rey volvió a ofrecer el mismo pacto a la gente de Someland, pero esta vez no aceptaron y crearon pequeñas poblaciones.
El rey, enfurecido ante tal ofensa, mandó liquidar a todo aquel que no quisiera volver. Los pobres de los suburbios volvieron a pelear con bravura, pero de nuevo los magos consiguieron liquidar-los sin problemas. Los habitantes de Someland se rindieron, y volvieron a la ciudad, cargados de odio.
Todos querían ver muertos al rey.
Así fue como nació la Brigada de la Noche. Era un grupo de ex-soldados de élite Eorian y Monardos que habían llegado a Someland en busca de mejor fortuna y que ahora estaban rabiosos por haber perdido a sus familiares y amigos en manos del rey bastardo. Los habitantes de los suburbios colaboraron con ellos y reunieron dinero para pagar a un legendario luchador Varion: Firion el Demonio Rojo, descendiente de Ryu el Centella, el legendario luchador del que hablaban las viejas historias.
Firion llegó a la ciudad simplemente armado con una de las famosas katanas de orichalcum y la legendaria chaqueta roja de su padre. Al llegar a los suburbios y ver tanta pobreza, sintió un odio amargo en su corazón.
Conmovido y rabioso por la situación del reino, Firion rechazó el dinero de los pobres de Someland y se ofreció gratis a llevarles la cabeza de su rey. Esa misma noche el conjunto de Monardos y Eorian, liderados por Firion, atacaron junto a un grupo de rebeldes Selki el castillo del rey. El ataque fue fugaz, y aunque en los rebeldes había numerosas bajas a causa de los poderosos magos, Firion causó tal pavor que todos acabaron huyendo. Los soldados abandonaron ante la huida de los magos, y la rebelión consiguió llegar al trono.
Una vez en la sala del trono el rey se arrastró por el suelo y suplicó piedad, pero tal como Firion había prometido, lo decapitó con su larga katana de doble filo con un solo y limpio tajo, haciendo entrega de su cabeza al pueblo.
La gente de los suburbios estaba eufórica por su libertad, pero rápidamente empezaron a salir disputas entre Monardos, Eorian y Selki para saber quién ocuparía el trono, y los rebeldes empezaron a pelear entre ellos.
Firion se sintió asqueado por el débil espíritu de esa gente, y acabó con todos ellos. Al finalizar la masacre el salón del trono quedó en completo silencio, inundado de sangre yde cadáveres. Firion limpió su espada en la capa del difunto rey, salió de esa ciudad llena de muerte y desapareció de nuevo en las montañas Varion, su tierra natal.
Los magos y nobles supervivientes aprovecharon para recuperar el trono. El pequeño hijo de Ronnie, Stefan, que había sido escondido por los nobles, fue coronado como nuevo rey, y así fue como la nobleza volvió a tener control de la ciudad. El nombre de la Brigada de la Noche cayó en el olvido, y el enorme fracaso había bajado los ánimos del resto de rebeldes, que habían aprendido a aceptar ver la muerte de los demás mientras eso significara su propia supervivencia.
-¡Balwind!¡Johan!
Kachess, Nime y Nolan aparecieron desde un callejón y corrieron hacía nosotros.
-Nos dijeron que os habían visto y que los guardias os habían llevado a prisión-dijo Nime- ¿Que ha pasado?
-¡Vaya! ¿De donde has sacado esa espada?-preguntó Nolan, señalando la espada de mitrilo que llevaba colgando.
-Es una larga historia-asegure. Johan se mantenía algo apartado, cabizbajo y con la mirada perdida- Tal vez en otro momento.
-Ni pensarlo - exclamó Nime- Desde que nos avisaron hemos estado esperando escondidos vuestra llegada. Estábamos preocupados. Incluso ya teníamos casi preparado un plan de rescate.
-¿Y odias no haber podido ponerlo enprácticaa, verdad?
-¡Exacto! Mi nombre habría resonado por toda la ciudad. -explicó Nime- Al saber que la bella e increíble Nime había burlado a soldados y magos para salvar a sus lerdos amigos, todos los corazones de los hombres habrían suspirado por mi.
-En fin..-suspiró Nolan.
-¿Te encuentras bien? -preguntó Kachess. Avispado como siempre, Kachess se había fijado en Johan, que seguía hundido en sus pensamientos.
-Si...no es nada, no os preocupéis -Johan ofreció una de sus radiantes sonrisas- Solo estoy algo cansado, lo mejor será que me vaya a casa.
-Mi tío Bakis estaba buscando a tu padre. Dice que necesita de alguien fuerte para escoltarlo hasta Poyais, ya que que necesita algunos materiales que solo se comercian allí-dijo Nime.
Una punzada de dolor asomó en los ojos de Johan. Balbuceó un par de palabras intangibles y sin apenas despedirse se metió entre los callejones.
-¿Que le pasa? Tiene la mirada...triste-dijo Nime, preocupada- No es nada habitual en él.
-Es algo complicado-señalé- Tal vez más adelante..
-Pero se le ve destrozado-señaló Kachess.
-Si necesita nuestro apoyo, allí estaremos -aseguró Nime, dándose un fuerte golpe en el pecho con orgullo
-No creo que sea buena idea -dije dubitativo. Sabía que Johan quería estar solo, pero también sabía que eran buenos amigos, y querían ayudarlo de corazón.
-¿Que hay mejor que los amigos? -dijo Nime. Entonces su cara se iluminó y se dio una cachetada en la frente- ¡Ya esta, vayamos a por vino!
-¿Que? No, no es buena idea. En serio Nime, os lo agradezco pero no creo que eso sea lo mejor-repliqué.
-¿Y por que no? -Nime empezaba a mosquearse- Vamos, dime.
-Pues... -Pensé en porque no me parecía buena idea, pero no veía ninguna contra.
-Hay veces que lo que más necesitamos es estar solo -dijo Kachess, con voz baja y cabizbajo- Cuando sufres de verdad, y sientes que el mundo es injusto, y no hay nada por el que levantarse, ningún motivo por el que vivir.. ahí deseas estar solo.
Miramos fijamente a Kachess. Provenía de una familia numerosa y bastante famosa entrelos suburbios. Era de una familia de grandes curtidores, altos y fuertes, pero para desgracia de su familia, Kachess era bajito y tan delgado como una pluma. Por eso su padre lo trataba como poco menos que escoria, pero un buen amigo de la familia le habló a su padre sobre Owen y sobre como Kachess podría intentar ingresar en la Universidad. Al principio desechó la idea, pero pensó en que si Kachess conseguía ir no estaría molestando alrededor del negocio, y además podría dar más renombre y categoría a su negocio. ¡Uno de sus hijos podría ser mago!
Así pues, Kachess se unió a nosotros en las clases de Owen. Pese a que cuando llegó llevaba cinco años de retraso respecto al grupo, Kachess pronto cogió nuestro nivel y nos avanzó.
Siempre estaba en una esquina, callado, y solo hablaba cuando Owen le hacía alguna pregunta. De hecho, Kachess tardó casi siete meses en dejar de ponerse rojo y bajar la mirada cuando le dirigíamos la palabra. Ahora se sentía bien consigo mismo, y por fin había encontrado algo por el cual sentirse útil, pero sus antiguas experiencias le hacían comprender el dolor de los demás como si fueran propios.
-Esta bien -suspiró Nime- Ves tu a por él, pero no te salvaras de nosotros -dijo, guiñandome un ojo.
Me despedí con un gesto y seguí el camino que Johan había tomado. Por las calles que había ido, imaginé que habría ido a la pequeña casa donde vivía, en la zona superior a mi sector de los suburbios. Pero pronto me di cuenta de mi error, y di media vuelta.
-¡Balwind! ¡Que alegría verte de nuevo!
-¿Está arriba, verdad?
Sonia se quedó callada, y una sombra de culpabilidad asomó en su cara.
-Johan me a pedido que si vinieras no dijera nada-explicó Sonia- Pero tenía una expresión tan...rara. Creo que no se encuentra bien. Ni siquiera me ha pedido a una de mis chicas, está solo en su habitación.
-Esta bien, gracias Sonia -Empecé a subir las escaleras cuando ella me agarró del brazo- ¿Que pasa? Es importante que hable con él.
-Balwind, tienes un corazón enorme, pero a veces tu frialdad duele más que una daga en el corazón -continuó Sonia- No tengo ni la más remota idea de lo que ha pasado, pero se que subirás ahí y todo lo que le dirás será que cuente contigo, que es como un hermano para ti y que todo ira bien.
Me dolió. Era exactamente lo que tenía pensado decirle.
-¿Y que tiene eso de malo?-dije algo mosqueado.
-Que no es cierto. Los dos habéis perdido a vuestra madre, y sabéis lo doloroso que es sentirse solo -explicó- Si quieres ayudarle, simplemente sube ahí y acompañarle en su dolor.
Sonia me miró a los ojos y me dedicó una débil sonrisa. Di una cabezada y fui hasta la habitación donde solía estar Johan.
Estaba sentado en su cama, cabizbajo, y cuando entré levantó la mirada hacía mi. No parecía sorprendido de verme.
Me pasaron mil ideas por la cabeza, mil cosas que decir, pero al final hice lo más sensato que un hombre puede hacer: Hacer caso a una mujer.
Me senté al lado de la cama que ocupaba Johan y sin intercambiar palabra lo abracé.
Sentía las pequeñas convulsiones de su cuerpo, y de repente empezó a llorar.
Así nos quedamos durante horas, en silencio, esperando a que su pequeño corazón roto asumiera su inmenso dolor.
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Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
FantasyBalwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios poderes mágicos mientras lucha contra otros terribles enemigos: los Khayam, el resto de la humanidad y él mismo.