La primera parte del trayecto fue larga, aburrida y tediosa. La grieta ascendía en una pronunciada pendiente, y aunque nuestras monturas eran ideales para esa clase de terreno, el ascenso era lento y forzoso. El camino se estrechaba en algunos puntos, y lo único que podía contemplar era aquellas altísimas paredes que nos impedían hacer nada que no fuera más que seguir avanzando.
Pasaron un par de horas antes de que algo nuevo sucediera.
-Tordo, te necesitamos-exclamó Persa.
El mago, que era el único Capaazul del grupo, bajó de su montura y avanzó hasta el frente. El camino era lo bastante amplio para que pudiera pasar sin ningún tipo de problema.
-Vaya chapuza. Esto debe haberlo hecho el propio Balmer-refunfuñó con desagrado.
Ante nosotros se alzaba un gran muro de piedra que impedía seguir avanzando. Tordo puso una mano en la puerta y murmuró unas palabras. Luego esbozó una runa con un dedo, y de pronto apareció entre las rocas un símbolo luminoso de color blanco. Esbozando una runa similar, en las piedras apareció la forma de una puerta, y con un poco de magia Tordo la abrió a un lado.
-Hace mucho que nadie cruza esta puerta-explicó observando mejor las runas-. Balmer no ha mentido cuando ha dicho que no han pasado cazadores desde hace años.
-Ellos se lo pierden-dijo Frandra con la voz tomada por la emoción. Aquellas eran sus montañas, y parecía amarlas tanto como las odiaba.
Cruzamos la puerta pasando por el lado del mago, que esperó allí pacientemente a que todos pasáramos para volver a cerrar la compuerta.
-Muy bien, todo listo-anunció cuando volvió a su montura.
Y de esa guisa proseguimos nuestra escalada. A causa de la pendiente daba la ilusoria sensación de que apenas habíamos avanzado, pero cuando eché la vista por encima del hombro mi estómago dio un vuelco. Desde aquella altura Someland parecía un juguete hecho para gigantes.
-¡Mirad, son chard!-exclamó de pronto Nime, señalando insistentemente hacía arriba.
Unas pequeñas y redondeadas criaturas de color rojo con púas en su piel desaparecieron de inmediato al ver nuestra presencia.-¡Volved!-exclamó la chica-. ¡Tenéis vuestro buen peso en oro!
De repente una lluvia de arena y piedrecitas cayó encima de nosotros. Los chard intentaban sin éxito lanzar una enorme roca para tratar de aplastarnos, a la vez que otros nos lanzaban piedras y palos, pero a pesar de ser un grupo númeroso no consiguieron moverla ni un centímetro. A medida que ascendíamos puede ver con detalle la horrible cara de los chard. Tenían unos ojos diminutos y oscuros, una larga nariz afilada y garras en manos y pies. Sus chillidos eran estridentes y desagradables, y avanzaban y retrocedían con miedo, sin atreverse a acercarse a nosotros.-Voy a darle una lección a uno de esos-dijo Dyson, que sin el menor esfuerzo creó una esfera de energía y la lanzó contra el grupo de la roca. La esfera chocó contra la pared de piedra y los chard huyeron exclamando y chillando como locos.
-Para las criaturas de estas montañas ellos deben de ser igual que los conejos para nosotros-opinó Sharlotte con la boca abierta por estar mirando hacia arriba.-Cómo hormigas-puntualizó Leviatán-. Más de una vez nos adentramos en sus colonias para conseguir sus caparazones. Sus cuevas están llenas de túneles y agujeros que utilizan para huir de un lado a otro. No son un peligro, pero tampoco son fáciles de cazar.
-¿Y de que se alimentan?-preguntó Kachess.
-De todo un poco. Sus estómagos están preparados incluso para digerir las rocas, pero tienen un gusto especial por la carne de las águilas rhor, e incluso a veces se atreven a hacer incursiones para cazar pyroferas.
Más de aquellas criaturas nos siguieron desde el borde de la grieta, aunque esta vez no intentaron atacar. Finalmente logramos dejar atrás las altas paredes de piedra, y los chard huyeron a sus cuevas, desde nos espiaron con la confianza de contar con sus intrincados túneles a sus espaldas.
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Crónicas del aprendiz de Mago: El temor del hechicero oscuro
FantasiaBalwind es un joven y astuto aprendiz de mago que deberá enfrentar junto a sus amigos a extraños y misterios poderes mágicos mientras lucha contra otros terribles enemigos: los Khayam, el resto de la humanidad y él mismo.