Capítulo 6.

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NICHOLAS.

Pienso detalladamente en que regalarle a la hermana de Mía, Anastasia. La chiquilla cumpliría sus dieciocho años y en dos días harían una pequeña reunión donde quería regalarle un lindo obsequio. Recordé sus palabras el día que estaba con Mía y ella, repitió unas seis veces que quería el libro de Hush Hush.
Siendo sincero no se nada de libros, el único que leí y me dejó una gran huella fue Moby Dick; el mejor libro de todos que te sumerge a una aventura de océanos. De resto no se más nada, ni siquiera estoy seguro de que ese sea el nombre del libro que quiere. ¿Qué más da? Acelero mi BMW para acercarme a una librería a preguntar su costo para acto seguido comprarlo y donde también averiguaría sobre recetas de comida. Aunque para algunos es extraño, sé cocinar y fue un don que me ha dejado mi abuelo Tulio. Puedo recordar todas esas veces donde me llevaba hasta alguno de sus restaurantes y preparábamos platillos. Mi familia es dueña de una cadena de restaurantes importantes, sin embargo ni mi hermano ni mi padre saben preparar siquiera unos huevos revueltos.

Al entrar a la librería unos ruidos me detienen ¿acaso son gritos?

Mis músculos no pueden moverse al ver aquella escena, aquella escena que me recordaba tanto a mi infancia. Mi corazón se aceleró y mis manos comenzaron a temblar pero algo tenia que hacer. La mujer estaba aterrada, así lo expresaba su rostro mientras un hombre alto la pegaba a ella, la mujer lo empujaba y él no hacia nada más que morder su labio.
Apreté mis dientes y corrí hasta ellos, la mujer sólo pedía ayuda.

—¡¿No la escuchó?! ¡detengase de inmediato! —exclame frío y derecho, el hombre se giró hasta mi.

El tipo la soltó y pude ver el miedo en los ojos de ella. Era ella, la chica que no paraba de llamarme ladrón y la madre del niño.

—¿Quien eres tú? —frunció el ceño, escaneandome de arriba hacia abajo.

La chica,Lyla, se escondió detrás de mi y sentí como la podía proteger. Como hubiera querido ser protegido. Sonreí para que ella se sintiera mejor pero no,solo me miraba con sus ojos llorosos. Sus ojos me estaban hablando, necesitaba consuelo.

—¡No la toque! —levante mi voz —Ni se le ocurra acercarse más a Lyla o lo mato, atengase a las consecuencias de su acto.

—¿Qué? —rió escandalosamente —¿En serio? Tu mujer es una estúpida y una mujerzue...

No aguanté más. Y lo hice, marqué mi puño en su cara. Él cayó sobre unos cuantos libros donde desde ahí sus ojos me observaban con furia. Apunté mi dedo hacia él y tomé la mano de la mujer.

—Nunca —pronuncie lentamente —Nunca de los jamases te acerques a ella ¿me escuchas? —hablé sentenciándolo. Él comenzó a asentir mientras temblaba, como todo un cobarde. —Esto no se quedará así, creeme.

Antes de dejarlo ahí en el suelo, observé a Lyla y salimos de la librería mientras tomaba su mano. Ella estaba temblando, apreté su mano y se detuvo.

—Gracias. Yo, yo no sé que decir. —comentó en un hilo, sus ojos no me miraban, sólo observaban la nada.

—No tienes nada que decir —murmuré —. Te llevaré a casa.

Solté su mano. Presione la alarma de mi BMW y antes de que abriera la puerta lo hice yo mismo, ella ni se limitó a mirarme.
Encendí la radio y acelere el auto para alejarnos del lugar. Mientras miraba la carretera ella tosió.

—Nicholas. —llamó, sorprendido de que me llamara de esa forma voltee.

—¿Sí?

—No te preocupes por mi, estaré bien —dijo en un tono de voz bajo —Necesito buscar a mis niños.

A la Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora