Extra.

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Scott.

Cuando conocí a mi Alejandra, desde inmediato que mis ojos se posaron sobre ella en aquellos pasillos del hospital, sabía que algo en ella me decía que no existiría un ser mas precioso que ella, mas puro. Estaba en ese hospital por una razón: su madre sufría del corazón, atendí a esa humilde mujer que no llegó al año. Su corazón no aguantó mas, pero días antes de irse me dijo que cuidara de su niña y eso he estado haciendo. He cuidado a su pequeña testadura, que logra ser insoportable cuando lo quiere pero la que se ganó mi corazón.
Creí que no me enamoraría, pero mi amiga Lyla tenia razón, el amor siempre te consume quieras o no. Aunque quieras huir, este sera mas inteligente.
Y me enamore de ella, como estoy encantado con mis dos hijas, mis dos luceros, mis bebitas. Anna Alejandra de siete años, con una inteligencia increíble y la que con su corta edad ya sabe lo que sera, la futura doctora de los Estados Unidos. Mi hija es la copia de su madre, sus ojos marrones, su cabello negro como el asfalto. En cambio Bella Alexandra es idéntica a mí, es tan comelona, su cabello rubio que heredó de mí pero los ojos marrones como los de su madre. Bella tiene cuatro años, es mas el tipo hiperactiva que Anna, no podría escoger a una favorita porque ambas eran mi vida. Pero Anna prefería estar una tarde conmigo en el consultorio que con su madre en la oficina mientras que Bella iba a todos lados con su madre.
Alejandra me dio lo mas valioso de su ser; parió de mí y ahora un pequeño ya venia en camino.
Aunque ambos teníamos nuestros caracteres, y discutíamos un día sí y dos no, la amaba y no podía vivir sin ella, no discutimos delante de las niñas, jamas. Hemos enseñado que el respeto entre pareja debe existir, Alejandra me respeta y yo la respeto a ella.

-Planeta llamando a Scott. ¿Estás ahí? -habla mi esposa agitando su mano frente a mí.

-No me he ido a ningún lado -la miro -. Estaba pensando...

-¿En qué, si puedo saber? -cuestiona acariciando su vientre hinchado, sigo su mano y juntos masajeamos su vientre.

-En ti, en las niñas, en el bebé. En la locura que me haces vivir cada día.

-Oh no no, tú estas pensando en la cena.

-Podría ser. -levanto mis hombros y guiño un ojo.

-¿Sabes quien va a hacer la cena, verdad? Tu querida mujer no la hará, porque tu hijo le quita toda las energías. Así que, querido, quiero lasaña. -golpeó mis mejillas con suavidad, abrí la boca.

-¡Papi! -exclamaron mis hijas al mismo tiempo llegando hasta nosotros.

-Anna, Bella, ¿quieren que mamá haga la cena,no? -digo para que ellas me apoyen, ambas niñas se miran.

-¡No papi! -sonríe Bella.

-Hoy cocinaras tú para nosotras. -cruzó sus brazos Anna.

-¿Mis hijas me han traicionado? Me siento lastimado, han dañado mi corazón...

-Pues eres cardiólogo papá, sabes como arreglarlo. -comentó Anna.

-Anna, muñeca, tienes que apoyar a tu padre -le susurré a lo que Alejandra volteó los ojos -. Al menos espero que tú hijo mio, me apoyes. -le hable a mi pequeño.

-¡Andrew!

-¡Exacto! Andrew estará de mi lado...

-¡No, imbécil! ¡Andrew va a nacer! -encolerizada habló.

-¡¿Qué?! Apenas tienes siete meses. Aun no le toca...

-¡Pues no puede esperar! ¡haz algo rubio!

-¡Papi,Andrew va a nacer! -gritó Bella.

-Ya lo sé cariño.

-¡Scott! -volvió a gritar Alejandra.

A la Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora