Pesadillas

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      Mis piernas no daban para más, pero yo seguía corriendo. Corriendo hacia algo que no sabía hacia dónde me llevaría. El caso es que me relajaba, dejaba tras de mí la pena y la angustia que tanto me estaban asfixiando desde el primer momento en que llegué a Nueva York. El humo de la ciudad no era el causante, ni la multitud de gente que había por todos lados, sino mi pasado. Aquel pasado que no conseguía recordar. Algo había hecho, algo que mi mente ha logrado borrar por completo, que me estaba ahogando ahora. Pero debía de haber sido algo malo, muy malo. Horrible. Si no, ¿cómo podía ser que me resultara tan dañino?

<<Abigail, piensa. Tus recuerdos deben de estar por alguna parte de tu cabeza. Busca>>. Esas eran las palabras que mi mente me recordaba en todo momento. ¿Por qué no me hacía ni siquiera caso a mí misma? Era insoportable.

Yo era insoportable.

De pronto, el camino por el que estaba corriendo, se abrió a un descampado y la luz penetró a raudales, cosa que dañó mis ojos; aquellos que ya estaban hechos a la oscuridad plena.

Mis piernas no pararon de correr, de huir de mi pasado, ni siquiera cuando sonó la voz que más soñaba por oír otra vez.

—¡Abigail, espérame!

Miré hacia atrás y la vi a ella. Sus ojos iguales que los míos, su pelo del mismo color que el mío, su piel pálida como todos en nuestra familia.

Violet.

Mi hermana corría tras de mí, pero no podía alcanzarme. Estaba demasiado lejos y, que yo siguiera corriendo, no ayudaba a acortar esa distancia.

—¡Espérame! Me duelen las piernas.

¿Por qué no paraba de correr? ¿Por qué mi cuerpo no esperaba a mi hermana? Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, humedeciendo toda mi cara. Quería parar, darme la vuelta y correr otra vez pero en diferente sentido. Correr hacia Violet.

Mi hermana. Violet. Viva. Venía hacia mí y yo no era siquiera capaz de pararme para abrazarla. Hice un intento de tirarme al suelo para que mis piernas parasen, pero no respondían. Mi vista se volvió a clavar hacia el frente, mirando en horizonte infinito que me esperaba.

Una sensación de angustia y dolor en el pecho me rajaron por dentro. Ansiaba parar. ¿¡Por qué no podía parar!?

—¡Aby! ¡Espérame, por favor!

Con una sacudida, me desperté sudando. El corazón me martilleaba fuertemente, mis manos y mi espalda estaban sudadas y las sábanas estaban desperdigadas por el suelo de la habitación.

Cuando conseguí regular mi respiración, me puse de pie y alcé la persiana de la ventana. El sol de por la mañana entró con abundancia y me sentó bien abrir para que me diera el aire en la cara. Me froté los ojos y me apoyé en el poyete de la ventana. Esta había sido la quinta vez que tenía una pesadilla en toda la semana. Todo desde que me enteré de lo de Rebecca.

Desde el día que salió de mi casa echando humo por las orejas no la había vuelto a ver. Era como si hubiera desaparecido aposta para que no le preguntara sobre el tema. Y lo peor era que no se lo podía preguntar a nadie más. Caroline y Walker me habían dejado bastante claro que no podían hablar sobre eso conmigo. Ni conmigo ni con nadie. ¿Tan grande era el secreto que ocultaban?

Sabía que aquello podría responder a todas mis preguntas, a todas y cada una de ellas. El enigma en el que estaba se remediaría de inmediato, el caos en el que estaba consumida desaparecería por completo, y yo, yo dejaría de hacerme preguntas y podría llorar tranquila la muerte de mi familia sin tener que preocuparme del porqué de todo.

En el enigma [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora