No sé cuántas vueltas llevaba dadas por el salón, había perdido la cuenta al llegar a la número doce. Estaba nerviosa, en cualquier momento llegaría Walker para recogerme. La cena de esta noche no sabía cómo iba a salir, iba a ser incómoda, seguro. Me había puesto un vestido rojo algo ajustado que me quedaba por la mitad del muslo con un recogido a un lado y unos zapatos de tacón, pero tal vez sería demasiado... Miré la hora en el móvil por cuarta vez y me toqué el pelo nerviosa. No sabía si estaba así por la cena en sí o por ver a Walker.
En ese momento sonó el timbre de la puerta y me miré en el espejo para retocarme en el último segundo. Ahora que caía, Walker nunca me había visto con vestido y arreglada, siempre habían sido mallas y camisetas ajustadas térmicas o sudaderas. Volví en mí y fui a abrir la puerta.
Y ahí estaba él, tan guapo como siempre si no más. Llevaba puestos unos pantalones que le hacían parecer más elegante y el pelo bien peinado. Sus ojos brillaron al verme y me recorrió con la mirada con la boca abierta. Tartamudeó un poco antes de conseguir mediar palabra.
—Estás muy... —carraspeó—, muy guapa. —Se pasó la mano por el pelo y volvió a recorrer mi cuerpo con los ojos.
Yo, nerviosa, cogí el abrigo y las llaves a la vez que evitaba mirarlo a los ojos.
—Gracias. Tú tampoco estás mal. ¿Nos vamos?
Me paró con la mano cuando iba a salir por la puerta y sacó algo de una bolsa que llevaba. Era un jersey de lana navideño realmente feo. Lo más feo que había visto en mi vida. Me lo puso enfrente y me lo dio.
—Lo sé, es horrendo. Créeme cuando te digo que me cuesta mirarlo directamente. Pero te lo tienes que poner —dijo aguantando la risa.
—¿Por qué? ¿Qué te he hecho yo para merecer esto?
En cuanto dije eso me maldije por dentro. Me merecería eso y algo mucho peor por lo que le estaba haciendo.
—Es tradición en mi familia traer puesto un jersey de lana navideño. Cuanto más feo mejor. Y creo que con este vas a ganar.
Alcé una ceja y cogí la prenda con arrogancia.
—¿Y tú?
Se desabrochó el abrigo y me enseñó su jersey. Me puse una mano en la boca para ocultar mi risa, pero las carcajadas me delataron.
—Ese reno tiene cara de pocos amigos. ¿Se lo dejó Santa Claus en el establo antes de salir a repartir regalos?
—Muy graciosa... —Dijo sin poder evitar una sonrisa. Se volvió a abrochar el abrigo y me metió prisa para que me pusiera yo el mío—. Tardamos dos horas en coche hasta llegar.
Me puse el jersey encima del vestido y me saqué el pelo de dentro.
—Me debes una por esta. —Le avisé apuntándolo con el dedo al salir por la puerta.
—¡Pero si te queda genial! Tú haces que todo te quede bien, con ese cuerpazo...
Cerré con fuerza la puerta por lo impactada que quedé ante su comentario, pero me supe comportar y lo dejé pasar.
Fuimos hasta su coche y nos subimos. Al menos no estaba lloviendo... Estuvimos la mayoría del viaje en silencio, yo mirando por la ventanilla mientras él conducía.
—¿Dónde viven tus padres?
—Nueva Jersey.
—¿Por eso lo de la tradición de los jerséis?
Soltó una carcajada y me miró de reojo.
—Ese ha sido muy malo, Abigail.
—¡Oh, vamos! Te ha gustado, no me lo niegues.

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En el enigma [TERMINADA]
AcciónUn pasado que duele recordar, un presente agotador y asfixiante y un futuro quizás no muy largo para algunos. Si la única solución para acabar con ese sufrimiento es morir, ¿queda otra opción? Para Abigail el pasado es una profunda laguna marcada po...