Ya habíamos dejado atrás a Kyle. Walker le había dado su pasaporte, el que había cogido antes de recogernos en la carretera, y yo ya había soltado unas pocas lágrimas más al recordar aquel momento con mi familia. Walker me había metido en el coche con delicadeza para que no me diera en el pie y, al cerrar la puerta y meterse él también, ambos suspiramos.
—Trato de pensar que lo que le he dicho es la mejor opción y que no me estoy equivocando —me confesó, echando para atrás la cabeza y dando un golpe en el volante con los antebrazos.
Pero, en verdad, no me lo había dicho a mí, lo había soltado al aire. Sería su única forma de expresar sus sentimientos y pensamientos.
Le puse una mano en el brazo y se puso rígido. Abrió los ojos y me miró de forma extraña.
—Nunca te equivocas, Walker.
—Soy humano, claro que me equivoco. Y también tropiezo con la misma piedra una, dos e incluso tres veces seguidas, Abigail. No soy perfecto.
—Sí, sí que lo eres. Al menos para mí —dije sin pensar.
Me tapé la boca rápidamente, justo cuando mis palabras ya habían salido y cuando ya habían sido interpretadas por Walker. Ambos nos habíamos quedado con los ojos muy abiertos; él por la sorpresa y yo por la vergüenza y la rabia que me daba que se me hubiera escapado eso. Había sido yo la que le había dicho que no quería nada con él y también era yo misma la que le acababa de decir que era perfecto para mí. ¿Cómo podía fallarme el subconsciente justo en ese momento? Ya me había regañado a mí misma muchas veces por ello.
—Abigail...
—No, Walker. ¡No quería decir eso! Lo siento... Yo no... Todo sigue igual. Sigo pensando lo mismo, no he cambiado de opinión acerca de nosotros.
Pareció decepcionado, pero es que no podía ser de otra forma.
—Ambos sabemos que en realidad no piensas eso; que en verdad, lo que se te ha escapado ha sido lo que realmente quieres. ¿O me lo vas a negar?
—¡Sí! Te lo voy a negar. Una y mil veces.
Se giró hacia mí y me cogió el rostro con una mano para que no apartara la mirada de él.
—Repítelo ahora, mirándome a los ojos. Dime que me odias, que no te gustaría que te besara ahora mismo.
Tragué saliva con fuerza. El corazón me latía a la velocidad de la luz y me empezaron a temblar las manos, pero tuve el suficiente control de ellas como para apartar la de Walker de mi mandíbula.
—Sabes que eso es hacer trampas —murmuré.
—No serían trampas si en realidad no me quisieras.
—Estás loco si piensas que siento eso hacia ti.
Definitivamente, se me daba terriblemente mal mentir. Y más si tenía que hacerlo mirándolo a los ojos. Esos ojos verdes que hipnotizaban...
—Si te refieres a loco de amor, entonces sí. —Lo decía totalmente serio. Ni una muestra de que estuviera siendo chistoso o se estuviera divirtiendo con esto.
—¿Dónde has estado toda esta semana? —le pregunté para cambiar de tema.
—No me cambies de tema, D'Uberville. Dime que me odias.
Se lo dije directamente a los ojos, sin preámbulos, sin pensar siquiera.
—Te odio. Te odio muchísimo. Te odio por ser tan perfecto. ¿Cómo se supone que no me tengo que enamorar de ti? ¿Cómo se puede escapar de tus ojos? ¿De tu pelo, tu boca, tu todo? ¿¡Cómo!? Te odio por ello. Te odio por hacer que mi corazón palpite tan fuerte, por hacer que mis mariposas revoloteen como posesas, por hacer que con una mirada tuya todo a mi alrededor desaparezca. Pero por lo que más te odio es por ser lo único que necesito en mi vida para que esté completa.
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En el enigma [TERMINADA]
AçãoUn pasado que duele recordar, un presente agotador y asfixiante y un futuro quizás no muy largo para algunos. Si la única solución para acabar con ese sufrimiento es morir, ¿queda otra opción? Para Abigail el pasado es una profunda laguna marcada po...