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Estoy sentada en el sofá, esperando a que Ansel acabe de vestirse, que parece que será nunca. Bertha llega con una bandeja y dos limonadas frescas en ellas. La pone en la mesita, frente a mí, y me incita a coger una. Me estiro y lo hago, dando un largo trago de esta. Bertha se sienta frente a mí.

—¿Cómo se encuentra tu tía, nena? —Pregunta amablemente.

—Ella está bien. Sin salir de la Florería.

Ríe un poco.

—Veo que no cambia.

—Ni que lo digas —Pongo los ojos en blanco.

—Listo.

Ansel ha bajado de su templo. Se ve muy bien, la verdad. Lleva unos Levi's rasgados, remera con cuello V negra y sus habituales botas. Su pelo, como siempre, todo alborotado y rubio con mechas oscuras. Sus ojos verdes me miran con picardía.

—Ahora debemos esperar a Gretta.

—¿Esa? —Para mi grata sorpresa, es Bertha.

—Sí, mama. Esa. —Responde incómodo.

—No es por nada, pero me parece una trepadora.

—¡Eso digo yo!

—¡Mamá!

—¿Qué? es la verdad, hijo.

—Así que les parezco trepadora, ¿Eh?

Una voz chillona suena, haciendo que mis oídos duelan, y así me doy cuenta que es ella. Gretta ha llegado, y como la zorra que es, pasa sin permiso. Con expresión divertida, me vuelvo para encararla. Esta vestida con una falda de cuero negra, blusa blanca con escote y tacones. Su pelo negro está suelto y ondulado en las puntas.

—Pues sí, querida. Es lo que pareces. Es más, eres —me burlo.

Bertha se ríe, y yo disimulo mi sorpresa nuevamente.

—¡Oh! Ansel, ¿Dejarás que me traten así?

—Por favor, tranquilas, ¿Si? —Espeta —Lindsay, vámonos ya. Adiós mama.

—Adiós, hijo. Y cuídate, creo que quieren usarte como árbol para treparte.

Ahora la que ríe soy yo. Bertha siempre fue una de las pocas personas de las que me cayeron bien, pero no conocía esta faceta suya. Y me gusta. Ansel es un bobo que no se da cuenta con qué clase de víbora se está apareando, y por más que uno le advierte, no escucha. Solo espero que no esté muy mordido cuando abra los ojos.

Salimos y subimos al Mustang rojo de Ansel. Él al volante, Gretta detrás y yo de copiloto. Con Lil Wayne, avanzamos hasta Damned Soul Club, donde se presentará la banda de la que Ansel tanto habla durante el trayecto.

—¿Cómo se llama?

Counterfeit.

—Espero que sea realmente buena.

—Lo es.

Diez minutos de camino más y llegamos al lugar. Está lleno de gente y, a pesar de que la radio de Ansel está a todo volumen, el ruido de ahí dentro opaca por completo el sonido de la nuestra. Bajamos a paso lento y de la misma forma entramos al lugar.

Todo lleno.

Gente bailando, fumando, bebiendo, comiéndose... en fin, el lugar es algo rústico. No muy grande, no muy pequeño, oscuro, un bar en el fondo, algunas mesas y la pista de baile, junto a un espacioso escenario que supongo es para la banda. Cuadros con raras imágenes colgados a la pared. Un cartel grande que dice «Feliz día de San Valentín» patético. También hay cabezas de animales, oso, venado, toro...

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora