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Unos nudillos pegándole a la puerta me despiertan. Debe ser el idiota de Ansel. Tomo todo mi tiempo para estirarme, arreglarme un poco e ir y abrirle la puerta al carbón de mi amigo.

—¿Qué quieres? —digo en un bostezo.

Él mira inquisitivamente a mi habitación, luego, me mira.

—Buen día —me dice sarcásticamente—. Sasha está ahí abajo. Será mejor que te des prisa.

No encuentro que decir, así que solo cierro la puerta y voy directo al baño.

Antes de bajar las escaleras ya puedo escuchar la reprochadora voz de mi tía. Solo tomo un respiro y bajo. Ella y Bertha están sentadas en el gran sofá de espaldas a mí, mientras Ansel les sirve algo en unas tazas. Este, al sentir mi presencia me ve, haciendo que las mujeres que están ahí me miren, también.

Sasha se pone de pie automáticamente y la sonrisa que tenía se ha ido. Camina hacia mí y se queda ahí, esperando a que un milagro pase mientras me mira con sus intensos ojos miel. Miro a Bertha, que asiente y sonríe, luego a Ansel, que se encoje de hombros. Luego sonríe y mueve sus labios diciendo: «Adelante» y luego me guiña un ojo.

Sin pensarlo mucho, camino hasta donde mi tía lentamente con los brazos semi abiertos, ella capta el gesto y viene hacia mí para abrazarme. Le correspondo el abrazo segundos después y siento como su pecho con sus enormes senos sube y baja profundamente. Debe querer botar agua por los ojos. Me aparto suavemente y la miro con las manos en sus hombros, tratando de sonreír.

—Maldita sea, niña. Mira lo que has hecho —dice, se da la vuelta para que no la veamos llorar y sorbe por la nariz.

Luego se gira hacia nosotros, sonríe y nada pasó. Esa es mi pesada tía.

—¿Yo? pero no he hecho nada.

—Oh, claro que sí, tonta.

Cuando me doy vuelta, Ceci y Ansel se han ido, dejándonos privacidad. Entonces me echo a reír suavemente, contagiando a mi tía.

Después de unos momentos, dice: —hija, te pido disculpas por entrometerme en tu vida, sé que no te gusta eso, menos que mencionen ese tema, ya sabes. La verdad no tenía planeado nada de eso. Solo abrirte los ojos y hacerte ver que Zaid muere por ti, y aunque lo niegues, tú también por él.

—Uh... también te pido disculpas —cambio de tema—. No debí hablarte así, ni irme sin enfrentar los demonios de mi pasado. Ni seguir mirando hacia atrás por un pasado que no va volver.

—Por seguir mirando hacia atrás por un pasado que no va volver, te puedes perder mil nuevos caminos por recorrer —me dice.

—Ya lo sé.

—El pasado puede doler, pero tú puedes escoger: huir de él o aprender de él. ¿Qué piensas hacer tú?

—Aprender —susurro.

—Exacto, mi niña —dice suavemente—. Haz las paces con tu pasado para que no arruine tu presente. Mientras más nos detenemos en nuestras desgracias, mayor es su poder para hacernos daño.

Me acaricia la mejilla sonriente, y le correspondo con otra sincera sonrisa. Yo puedo ser borde, una perra, una mal educada, una amargada... pero aun así no dejo de querer a esta mujer. A ella, que me cuidó como su hija, que me dio todo el amor y me trajo a un paraíso comparado con el infierno en que estaba metida. Le debo mi vida y la estabilidad de esta a mi tía.

—Gracias, tía. Gracias por todo. Y perdón —susurro.

Ella solloza y me abraza fuerte, haciendo que me asfixie, pero no digo nada. Esta vez porque no quiero romper el abrazo más sincero y amoroso que puedo recibir.

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora