Punto de vista de Zaid Gavelby.
Cuando llego al final, salgo y paso mis manos por mi cara para quitar el agua de mis ojos. Luego de unas respiraciones, salgo de la piscina y alcanzo mi toalla. Me seco y visto rápidamente.
Dejo todo donde estaba, sin dejar indicios de mi presencia aquí, como hago siempre cada vez que vengo los fines semana. Nunca hay nadie aquí esos días, y es más cómodo para mí venir así, aunque deba hacerlo a escondidas del toca bolas de Harvey, mi profesor de natación, el hombre más panzón que he visto en mi vida.
Me encamino a mi moto, cuando mi móvil suena.
—Mamá.
—Hijo, ¿Puedes venir a casa? Necesito comunicarte algo.
Frunzo el ceño.
—¿Sobre qué?
—Ya lo sabrás cuando vengas, besos —y cuelga.
Llevado por la curiosidad, prendo la Ducati y emprendo mi viaje a casa.
Ella está sentada en la barra de la cocina, leyendo algún folleto y bebiendo su taza de café habitual.
—Mamá.
Al oírme, sube la vista hacia a mi con una gran sonrisa. Lleno de amor por esta mujer, le doy un fuerte abrazo y beso su sien.
—Has llegado —dice tranquila, relajada y alegre.
—Me ha picado la curiosidad.
Sonríe y me indica que tome asiento frente a ella. Lo hago.
—Resulta que podrás trabajar en una florería —dice contenta.
—Mamá —me quejo—. Quiero ser fitólogo, no jardinero.
Rueda los ojos.
—Escucha, ¿Recuerdas cuando te mencioné algo de un reencuentro con una vieja amiga? —Asiento—. Bien, pues resulta que ella es fitóloga, además de que tiene una florería con laboratorio incluido, y como me has dicho que querías algo de práctica antes de ir a la universidad, he le hecho el comentario y ha aceptado encantada.
—Bien, eso es bueno.
—Lo sé —da un sorbo a su café—. Lo mejor de todo es que puedes empezar mañana mismo.
≈
Cuando mamá me llama por enésima vez, me levanto a regañadientes. Luego de revisar mi celular, me doy una ducha rápida y me visto con unos vaqueros, una camiseta azul y mis botas.
Mama ha dejado el desayuno en la mesa y se ha ido a cambiar. Me como un croissant y estoy tomando mi jugo de naranja cuando ella baja.
—Buenos días, hijo —besa mi mejilla—. Date prisa, debemos ir a Sunny Flowers.
Va al refrigerador y toma un vaso de leche fría.
—¿Así se llama el local?
—Sí, es un lindo lugar.
—¿Y tu amiga también?
—Oh, ella es un amor, te llevarás bien con ella —sonríe—. Aunque no estoy tan segura acerca de su sobrina.
La miro.
—¿Sobrina?
—Trabaja con ella en el local. Es algo borde, pero solo debes saber manejarla.
—No sé, no soy buen conductor.
Me fulmina con la mirada.
—No te pongas pesado, no con ella.
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Always Myself
Teen FictionElla estaba vacía y triste. llena de oscuridad. El era como la luz del alba, quien andaba iluminado todo a su paso.