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Miro a Kingston expectante.

—Han hecho varias denuncias hacia su tía e incluso a usted, que son las dueñas de ese local.

—Vaya al grano.

—Bien —me mira a los ojos—.dicen que Sunny Flowers es un fraude. Que ustedes no venden exactamente flores, sino más bien yerbas —ironiza el muy pendejo.

—Esa es una acusación muy grande, oficial Kingston.

—¿Qué puede decirme usted sobre eso?

—Que es mentira —me encojo de hombros.

Respira.

—Sea más concisa, por favor, señorita Burn.

—Mire, oficial, esa gente dice eso basándose en lo que han visto en un blog creado por alguien a quien desconocemos, que habla blasfemias de nuestro negocio, y solo por eso, se han creído con el derecho de venir con esa mierda de una denuncia.

—Cálmese, señorita —se acomoda en el asiento, hablando muy despacio—. Los que han hecho esta denuncia, son clientes fijos, otros no tanto, personas que están alrededor de ustedes, locales que quedan cerca del suyo. Ciertamente, están en su derecho.

—Sé que usted ha ido a Sunny Flowers. Sé que usted inspeccionó todo con sus grandes ojos, sé que analizó cada esquina de allí, y sé que se fue porque no encontró nada sospechoso. Así que, ¿Cuál es el punto?

—Consumo de marihuana, conducir ebria, falta de respeto a la autoridad... es un gran historial el de usted, señorita Lindsay Burn.

—Así que... ¿Me coacciona con mi pasado?

Estoy a punto de tirármele encima, cuando vuelve a abrir la boca.

—Oh, no. Claro que no, solo le recuerdo que usted ha estado familiarizada con las drogas, así que, que yo considere que lo del blog sea verdad, es lógico, ¿no?

—Hay miles de testigos que le dirán lo contrario, solo debo llamarlos si usted me lo permite. Le puedo demostrar quien está equivocado aquí.

Alza una ceja.

—No le conviene estar en posición de desafiar, señorita. Me encantaría hablar con su tía.

—Pero no está.

—¿Dónde, entonces?

Eso me da una idea.

—¿Realmente quiere hablar con ella?

—Por supuesto.

El timbre suena en ese momento. Sin pedirle permiso, me pongo de pie y voy a abrir la puerta. Zaid está ahí, con una sexy sonrisa que se borra al ver mi expresión.

—¿Qué pasa? —susurra.

Sabe que hay alguien dentro. Entonces veo la BMW negra estacionada en la acera.

—Entra.

Rápidamente, entramos y él cierra la puerta por mí. Justo antes de llegar al living, Zaid toma mi mano, apretándola suavemente.

Y siento que hay un terremoto dentro de mí.

El canoso levanta la mirada directamente a Zaid.

—Disculpe —digo—. Ha venido visita.

—Discúlpenme a mí, pero... ¿Quién es él?

—Soy el novio.

Eso no sono mal.

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora