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Al día siguiente, me despierto antes de que el despertador suene con su molesto y estrepitoso ruido. Me desperezo, aun sentada en la cama, y luego me dirijo al baño.


Cuando bajo, mi tía está sentada en la isla de la cocina. No está tan arreglada como estoy acostumbrada a verla. Su cabello no está cepillado, solo usa su albornoz y esta descalza. Ella ni siquiera se da cuenta de que he entrado. Su mirada está perdida en la taza de café, como si de alguna manera aquello hablara y le dijera que debe hacer.

—Buen día, Sasha.

—Tía.

Tía —rectifico—. ¿Cómo estás?

—Peor —susurra—. Cuando he despertado, he pensado que todo era una pesadilla. Pero no.

Suspiro.

—Oh, por favor, tía. No quiero verte así, ¿Sí?

Ella solo exhala lentamente.

—¿Sasha?

Ni siquiera llamarla por su nombre ha logrado que capte su atención nuevamente.

—Es que es tan difícil. ¿Qué haré ahora con mi vida? —pregunta amargada—. No tenía nada más que hacer, solo la florería. Ahora solo me queda sentarme aquí, a pensar en mi pérdida.

Aprieto el puente de mi nariz fuertemente, tratando de controlarme.

—Anoche estuve pensando... y creo que tengo la solución.

Ella me mira, aunque con poca esperanza.

—¿Qué es?

—¿Recuerdas cuando me hablaste de algo así como una aseguradora?

Ella asiente, de pronto mirándome con atención.

—Bueno, he pensado que quizá el seguro podría cubrir los gastos de la reconstrucción del local. Además, el seguro de ley podría ayudarnos con el responsable de toda esta mierda.

Ella se pone de pie.

—Eso... podría funcionar. Oh, Dios, Lind, podría funcionar.

Sin poderlo evitar, sonrío.

—Claro que podría. Lo demás son pequeñeces de las cuales nos la podríamos apañar.

Coge su taza de café y la pone en el lavaplatos, se pasa una mano por el pelo, y se dirige a las escaleras. Pero se detiene, se vuelve y me da un beso en la frente. Y se va. Al parecer la idea que he tenido ha sido buena, después de todo.

Cojo dos bananas de la despensa y hago un batido para luego buscar en mi escondite un paquete de Oreos y coger una. Me desayuno lo más rápido que puedo y subo a la habitación de Sasha.

—¿Tía?

—Adelante.

Abro la puerta y la veo maquillarse. Lleva un vestido que llega sobre las rodillas, es color perla con cuello V. unos pendientes del mismo color con forma redonda. Unas plataformas negras de altura considerable y un elegante moño en su rubio pelo.

—Vaya, estás muy hermosa.

—Gracias, querida —sonríe.

—¿A dónde vas?

—A hablar con la aseguradora.

—Voy contigo.

—No, hija. Quédate aquí. Descansa un poco. Se te nota que no pegaste el ojo anoche. No fuiste la única.

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora