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Bertha nos abre la puerta con una gran sonrisa.

—¡Hola, niños! —nos da un efusivo abrazo a la vez.

—Oxigeno... —dice Louis con voz estrangulada.

—¡Oh, lo siento, cariño! —nos suelta.

Aunque a mí también me ahogaba, me quedé callada. Me daba igual si moría o no. Entramos y Bertha nos dice que nos llevará algunos bocadillos, así que después de asentir, subimos.

Al llegar, veo que su habitación está organizada, cosa que no es normal. Sin opinar, entro y me tiro en la cama con los ojos cerrados. Ansel pasa un brazo por mi cadera y apoya la cabeza en el mío, saludándome.

Le da ese típico saludo a Louis.

—¿Qué tienes, nena?

Louis le explica.

—Por eso Sasha siempre me ha caído bien —le comenta Ansel a Louis.

Lo fulmino.

—Lo siento. Solo lo digo por Zaid.

Nos quedamos hablando por unos largos minutos hasta que Bertha entra y nos trae emparedados de pavo con una fresca limonada.

—Gracias, Bertha. Se ven deliciosos —musito.

—De nada, cariño —ella me mira unos segundos extrañada, luego sale de la habitación cerrando la puerta muy suavemente.

—Ella se dio cuenta —murmura Ansel con la boca llena.

Cojo un emparedado.

—¿Qué?

—Algo te pasa —dice como si fuera obvio.

Es obvio.

—Así que prepárate, quizá te llame para darte algún sermón de la vida —murmura Louis, con la boca llena también.

—Parece que a las personas le dan un buen sueldo por eso —digo de mala gana.

—A veces he pensado eso, sí —no me mira, sino al pan, y con adoración infinita.

Ruedo los ojos y una sonrisa desganada se me escapa. Es bueno sonreír. Nunca está de más.

Ansel y Louis me han hecho reír mucho esta tarde. Y después de unas horas me siento relajada, hasta que recibo un mensaje.

«Lindsay, por favor dime que estás bien, así estaré tranquilo, ¿Sí?»

Cuando Salí furiosa de Sunny Flowers, también lo estaba con él, además. Pero ahora que lo pienso, él no ha hecho nada. Él solo procuró estar callado y mirarme como si esperara verme llorar.

«Estoy respirando, tranquilo. Ando con Ansel. Gracias por preocuparte... supongo. ¿Qué tal ella?»

Decido que no mencionaré a Louis. Por alguna razón, sus palabras me conmovieron y me hicieron sentir... importante para alguien. Estaba en los lugares más recónditos de mis pensamientos cuando otro mensaje llegó.

«Ella está bien. Lloró y me pidió disculpas, aunque no tenía por qué. La tranquilicé hasta que se durmió en mis brazos. ¿Qué romántico, no? Pero no te pongas celosa, nena. Soy todo tuyo. ¿Cuándo regresarás?»

Ya quisieras, pensé. Aun así no pude evitar reír un poco.

—¿Con quién hablas? —cuestiona Ansel.

—Con una persona.

—Claro, entiendo.

«No seas pelmazo. No sé cuándo regresaré, la verdad. Estoy muy cabreada con Sasha. Ella ha tocado un tema muy personal y doloroso para mí. Se ha atrevido a defender al cerdo de mi padre.»

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora