31

135 12 0
                                    


Al día siguiente, a las diez de la mañana me llamó Zaid para informarme de que ya le habían dado de alta a Christine. Estuvo gritando estupideces por media hora, hasta que al fin se calmó y dije que me alegraba por ambos.

Después de bajar a desayunar, me uno a mi tía en su Volkswagen para ir a reunirnos con la gente de la aseguradora. Justo cuando aparamos, una Tahoe negra se detiene frente al local, junto al coche de mi tía.

—Buen día, damas.

—Hola, señor Freeman, pase por favor.

Ella se hace a un lado para que pueda pasar, no solo él, si no como seis hombres más, luciendo algo rudos, pero simpáticos. Al menos para mí.

—¿Qué harán hoy? —pregunta Sasha algo ansiosa.

—Mis chicos aquí comenzarán por de atrás hacia delante, es decir, el invernadero. Usted no se preocupe, esto estará listo en unos meses. Les daré un poco de supervisión y después de eso, mi trabajo terminó por hoy.

—¿Eso es todo? —hablo al fin.

Me mira.

—Así es, señorita. Mañana vendré, y todos los días, también —sonríe—. Permiso.

Se dirige hacia los tipos, que están midiendo, observando y calculando. Tía y yo compartimos una mirada, extrañadas.

—No te preocupes, supongo que sabe lo que hace —aseguro.

Después de asegurarnos de que todo iría bien en el local, he arrastrado a Sasha fuera de ahí. La pobre estaba perturbada. Así que mencioné a Christine para que desistiera de quedarse en Sunny Flowers, y solo así se olvidó de eso, diciendo que debía visitar a su amiga. Luego de ir a verla a su casa para ver como estaba, —y besuquearme un rato con Zaid en el baño— nos hemos ido a la nuestra.

En la noche, después de la cena, llamo a Zaid.

—Nena.

—Hola. ¿Puedes venir?

—¿Qué ha pasado?

Es evidente su preocupación.

—Nada, solo quiero... verte.

Y cuelgo.

No sé si entrará por la puerta, la ventana o saldrá del retrete, ese chico es todo un misterio. Así que dejo la ventana abierta, por si acaso, y bajo al living.

Veinte minutos después, busco una banana y cuando estoy terminando de comerla, suena el timbre.

A grandes zancadas me dirijo a la puerta. Lo tomo de la mano y nos dirigimos a mi habitación.

—Aquí estoy. Dile a papi lo que pasa—se tumba en la cama.

—Solo quería hablar contigo.

—¿En serio? —sonríe.

—Pues, sí.

Me tumbo a su lado.

—Bueno, soy todo oídos, nena.

—Antes que nada, ¿Como sigue Christine?

—Esta mucho mejor. Insiste en abrir la heladería mañana.

—Debería descansar mas.

—Lo sé —Suspira—. Le he sugerido abrirla yo, pero desea hacerlo ella.

Es igual a su amiga.

—¿Como sigue la cuestión de la florería?

—Han enviado un perito. Han empezado hoy con la reconstrucción.

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora