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Estoy barriendo el suelo frio y blanco de la floristería, cuando mi móvil suena. Cecilia.

Descuelgo el celular y trago con fuerza.

—¿Ceci? ¿Qué pasa? —digo con clama.

—Hola, nena. Puedes estar tranquila. Le han dado de alta.

Y suelto el aire que retenía.

—¡Genial! —grito, como regularmente hago.

Aunque ya me lo imaginaba. El doctor Morgan había dicho que le darían de alta pronto si respondía debidamente a los medicamentos. Luego de tres días en el hospital, al parecer fue suficiente.

—Lo sé —ríe—. Ella no quiso ir conmigo después de todo lo que pasó. Irá a casa de Bruno.

—Oh, bueno. Es Shannon, otra vez —sonrío.

—Nunca había estado tan feliz de volver a ver a mi Shannon salvaje.

No lo dice con burla cariñosa ni nada por el estilo. Lo dice con melancolía, como si hubiera pensado que no volvería a ver esa parte de Shannon, que aquel cuerpo pálido y sin vida ni alegría, sería lo último que vería.

—Iré a verla luego, cuando esté instalada y haya descansado un poco.

Supongo que ella y bruno deben de tener una linda charla.

—Está bien. Hasta luego, hija.

—Adiós. Y, uh... gracias. Por avisarme.

Dejo mi móvil en el mostrador y voy corriendo al invernadero para avisarle a mi tía. Ella está recortando un mini árbol en un tarro. El árbol se ve fuerte y muy verde, lleno de vida. Sus holas están activas y brillantes. Está muy bonito.

—¡Tía! Le han dado de alta.

—Eso es maravilloso —sonríe ella.

—Lo sé. Me ha llamado Ceci. Shannon se quedará con Bruno, así que iré a verla luego.

—Ve ahora. Te doy permiso. ¡Pero no te quedes a dormir!

—¿E interrumpir a los tortolitos? Nah.

—Bien. Pues ve.

Cuando llego a casa de Bruno, veo al lado de la mesita una lámpara rota. Me tenso. Al parecer trataron de desaparecer el desorden que provocó, porque los trozos de vidrio y cerámica están recogidos al lado de la mesita.

Camino más rápido hacia la habitación a la que he entrado innumerables de veces. Como soy de las personas que aprendo de los errores, acerco mi oído a la puerta. Ningún ruido. Abro despacio, en parte con miedo por lo que pueda encontrar, y no hablo solo de sexo salvaje, de parte de Shannon. Que niña.

—Pasa —me dice ella.

No la había visto. Esta acostada en el piso de la habitación. Está todo organizado, excepto por algunos libros esparcidos en la mesa del escritorio del sabio Bruno. Me acerco más segura a ella. Halo de su brazo débil hacia arriba, de modo que la ayudo a ponerse de pie.

Y la abrazo, fuerte.

Noto los temblores de su cuerpo. Ella está llorando. Debe estar pensando exactamente en todo lo que le dije cuando estaba enojada mientras estuvo inconsciente. Debe de estar pensando en todo lo que sufrimos por su metida de patas. En ese momento tenía tanta rabia que golpeaba a cualquiera que me jodiera. Ahora esa rabia se ha ido. Se ha evaporado. Aunque aún quiero reprocharle por su estupidez.

Always MyselfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora