Bajo mi mano derecha a mi costado, que estaba en mi pecho, sosteniendo mi corazón, con miedo de que rompiera mi piel y saliera saltando de mi pecho por lo fuerte que late a causa del susto.
—Hey —musita.
Cuando al fin creo que puedo hablar, lo hago.
—¿Estas malditamente loco, cierto? ¡Me has dado un susto de mierd...!
Fui interrumpida por su mano cubriendo mi boca delicada pero firmemente.
—¡Shhh! —susurra él—. Silencio. Sasha te va a escuchar. No quiero que piense que soy un desalmado.
Cuando trato de hablar, solo me salen ruidos extraños con su mano en mi boca.
Está muy pegado a mi cuerpo. Su otra mano está fuertemente aferrada a mi cadera, pero no como para sentir dolor. Su respiración está algo irregular, haciendo que la sienta en mi cuello y parte de mi oreja, dándome escalofríos. Muevo muy lentamente la cabeza hacia él, que me está mirando, para fulminarlo con la mirada.
Él solo me sonríe, lentamente se acerca a mí y se me eriza la piel al pensar que se acerca a aquella zona, pero se inclina y deja un besito muy suave en mi cuello.
—Hola —sonríe otra vez.
Yo solo me quedo mirándolo. Hace solo horas cuando me trajo a casa y nos despedimos. «Nos vemos pronto, nena» recuerdo. Pongo los ojos en blanco, y sé que se ha dado cuenta de lo que he pensado por su expresión. Me relajo en su agarre notablemente, pero él no me suelta, solo quita su mano de mi boca. Resoplo y le miro a los ojos...
— ¿Se te ha olvidado?
Mi espalda está pegada a su pecho, y puedo sentir cuando sube y baja.—¿Qué? –pregunta.
—Nos hemos visto hace como apenas cinco horas o algo así.
—Bueno, quería verte otra vez —se encoje de hombros, como si eso fuera normal.
—Bien —murmuro suavemente, mirándolo de reojo a causa de nuestra posición—. Ya me has visto, así que...
—Oh, no —niega con la cabeza—. También hablar.
—¿Hablar?
—Sí, hablar —me suelta.
Se da la vuelta y coge un paquete, del cual me entero ahora de que estaba ahí, en la cama. Viene hacia mí con los brazos extendidos y me pasa el paquete. Con una mirada de cautela, cojo la caja negra con esa cinta dorada que al parecer tienen todos sus regalos y trato de abrirlo, pero él me detiene poniendo una mano sobre la mía.
—¿Qué? —me quejo.
El ríe muy suavemente.
—No ahora —niega otra vez con la cabeza—. Cuando me vaya, ¿vale?
Estuve a punto de decir que no, que no quería ningún regalo de su parte, que no me interesa o que se lo quede. Pero no pude. Tengo demasiada curiosidad y quiero saber el motivo. No se me ha olvidado mi cumpleaños, ¿No? No.
—Está bien —contesto.
Como si fuera su cuarto, se dirige a la cama y se tumba en ella, observándome. Me viene a la mente la posibilidad de hacerle un pequeño agujero a la caja para ver lo que hay dentro, pero él me da una mirada de advertencia, como leyendo mis pensamientos y, con un suspiro de fastidio, la dejo sobre la mesa de mi escritorio.
La TV aún sigue encendida frente a la cama y él se pone a verla. Pongo mis manos en mis caderas para mirarlo con una ceja alzada. Cuando siente mi mirada, sus ojos van hacia los míos. Sonríe y alza una mano para hacerme una señal.
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Always Myself
Teen FictionElla estaba vacía y triste. llena de oscuridad. El era como la luz del alba, quien andaba iluminado todo a su paso.