La florería está destrozada.
Alguien ha entrado y se ha encargado de romper todo a su paso en el local. Mi tía pierde el sentido y treinta minutos después despierta gracias al té que le he hecho y el alcohol, que se le fue como un litro por su nariz por mis nervios, al intentar despertarla.
Las flores están todas rotas. Los cuadros con las flores favoritas de mi tía están rotos y me he cortado con uno de los trozos de cristal. De alguna manera, han partido el mostrador de mármol en dos. Mi silla está rota y mojada no sé con qué. El cristal superior de la puerta de vidrio está cuarteado, el cerrojo lo han roto para poder entrar, supongo. Hay un montón de basura en el piso, como si hubieran vertido un bote de basura aquí dentro.
—¿Quién...?
—Shhh —le susurro—. No pienses en nada, Sasha.
—Pero, ¿¡Cómo quieres que esté tranquila, cuando mi sueño está destruido frente a mis ojos!?
—Tranquila, Sasha —digo en tono firme, tratando de proyectar seguridad.
—Dios...
Ella se echa a llorar.
—Vas a ir a casa. A dormir —le interrumpo.
Ella me mira durante largos segundos, o minutos, no lo sé. Sé que quiere replicarme, pero solo se da la vuelva y con paso desganado, llorando, corre hacia el invernadero.
¿Cómo lo encontrará ella? ¿También estará destruido?
Con paso apresurado, sigo a Sasha al interior. Cada estante está en su lugar, pero las flores, los tarros, la tierra, las investigaciones y experimentos hechas por mi tía están tiradas en el suelo.
Mi tía solloza en voz baja, de rodillas frente a su vida arruinada gracias a otra persona. Otra persona que no conocemos.
—Ya vengo —murmuro.
No soporto ver a Sasha así, por lo que casi salgo corriendo del invernadero y llamo a Chuck.
—Disculpa que te moleste a estas horas...
—¿Qué te pasa, hermosa? ¿Qué tienes? —pregunta preocupado.
—Yo... por favor, ven a Sunny Flowers —susurro.
—Claro, ya voy.
Y cuelga antes que diga algo más.
≈
Cuando escucho la puerta principal, me levanto y dejo a mi tía tumbada en el suelo, porque no quiere levantarse.
—Bien... Ya vengo.
Cuando dejo el invernadero, veo a Chuck en el negocio. Pero no está solo. Shannon, Ansel, JJ, Mark, e incluso los idiotas de Bob y Shaun.
—Chicos...
—¿Qué mierdas pasó aquí? —pregunta Shannon, conmocionada.
Todos miran el lugar sorprendidos, sin dar crédito. Suspiro.
—Es el regalito que nos han dejado a mí y a mi tía —digo.
—¿Quién? —exige Chuck, fuera de sus casillas.
—No lo sé —digo frustrada.
—¿Dónde está tu tía? —pregunta Shaun.
—Allá —señalo la puerta blanca—. En el invernadero.
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Always Myself
Teen FictionElla estaba vacía y triste. llena de oscuridad. El era como la luz del alba, quien andaba iluminado todo a su paso.