Capítulo 9

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Capítulo anterior
— ¡La herida! —con toda la distracción de las remeras, me había olvidado por completo. Vuelvo a sentarme a su lado y abro la botella, empapando un pedazo de tela que había en el botiquín con su contenido.
— Ay, pero qué manera de desperdiciar un buen... ¡Ay, no hace falta que seas tan brusca! —grita al momento que la tela toca la herida. Suelto una carcajada por mi pequeña venganza y me mira molesto.
— Y después yo soy la princesita —canturreo tentada.

Squad goals (feeling good, looking better now)Squad goals (dont know lemme show you how)- Squad Goals, Candice

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Squad goals (feeling good, looking better now)
Squad goals (dont know lemme show you how)
- Squad Goals, Candice

— Me alegro de que nos hayas encontrado. Bueno, de que te haya encontrado, mejor dicho —me dice Bellamy y, aunque sé que me está mirando, prefiero concentrarme sólo en la herida— No sabés lo complicado que era que Octavia cosiera de manera pareja todas las heridas.
Eso me alerta. Las únicas cicatrices que había visto eran las que tiene en la cara, pero ninguna daba señales de haber sido cocida.
— ¿Qué heridas? —pregunto, dejando por unos segundos la del abdomen y mirándolo seria- Necesito verlas.
Él parece dudarlo al principio, pero finalmente se da vuelta despacio, sin tocarse el tajo que por fin dejó de sangrar, y me muestra la espalda. Está lleno. Lleno de heridas, cicatrices y puntos. Hay más de una que parece una mordida. Se me encoge el corazón y siento los ojos arder, no sé si por las lágrimas que amenazan con salir, o por la impotencia de ya no poder hacer nada al respecto.
— Bellamy —suelto un suspiro mientras le toco la espalda, pero al instante se da vuelta y me agarra de la muñeca.
— Por favor, no —intenta regular el tono de su voz, pero aún así suena quebrada.
Nunca imaginé verlo así. Siempre dio la impresión de ser tan fuerte, tan... invencible. Pero ahora, dentro de esta carpa diminuta, con un tajo en el abdomen y la cara ensangrentada, pareciera que está a punto de romperse. Noto como se resiste a recibir ayuda, lo cual me duele aún más.
— Necesito saber —le susurro. Necesito saber que ya estás bien, que ya no duele. Necesito saber para poder ayudarte.
— Creeme, no querés —me suelta y, para mi sorpresa, vuelve a darse la vuelta, dándome la espalda— Solo curá las que veas que todavía tienen posibilidad de infectarse. Lo del estómago puede esperar unos segundos.
Parpadeo un par de veces para aclarar la situación frente a mí. Finalmente, solo asiento y agarro la tela otra vez. Sé que no voy a poder sacarle nada más ahora, y tampoco quiero forzarlo a que me cuente. Eso solo nos devolvería al primer día, que nos la pasamos peleando por quién es un privilegiado y quién no.
Para poder examinarlo, no puedo no tocarlo. Al principio lo hago con cautela, por miedo a que me vuelva a alejar, pero él permanece inmóvil. Su cuerpo solo se mueve al tomar y exhalar aire. Al ubicar una herida que no parece haber cicatrizado bien, la limpio un poco con la tela. Bellamy se queja por el dolor y yo freno, pero, al escuchar un suave "seguí", reanudo mi tarea.
Al terminar, él vuelve a darse vuelta y finalizo con el tajo. No sé con qué se lo pudo haber hecho Wells. No había ningún cuchillo o navaja en el lugar, pero sospecho que debió haber usado un arma así. Por suerte, la herida no es muy profunda y no necesita que la cosa. Saco unas vendas viejas, que se nota que están usadas, del botiquín. No serían mi primera opción (no serían ningún tipo de opción, punto), pero es lo único que tenemos. Empiezo a ponérselas y de vez en cuando Bellamy tiene que levantarse un poco para que pasen alrededor suyo.
El silencio que se crea es incómodo porque, siendo sinceros, nunca me imaginé que pasaría un madrugada en una carpa atendiendo a un Bellamy Blake semi desnudo. Sonrío involuntariamente ante el pensamiento tan estúpido, y Bellamy parece notarlo.
— Sé que soy todo un comediante, pero no dije ningún chiste todavía —bromea y logra sacarme una carcajada, no tanto porque lo que dijo haya sido gracioso, sino por el alivio de darme cuenta de que su enojo consiguió aplacarse—. Nunca te había visto tan relajada. Es más, creo que nunca escuché tu risa.
— Tampoco es como que tuviera razones —sigo pasando las vendas alrededor suyo. No quiero arriesgarme a que la herida tenga el más mínimo contacto con su ropa—. Entre que todos tenían las hormonas alborotadas, Jasper y su herida, y vos con tu actitud de imbécil tampoco ayudaban mucho.
Me doy cuenta de que mi última frase fue un poco dura, por lo que termino excusándome con que tampoco estuve tanto tiempo consciente.
— Si, con respecto a eso —empieza Bellamy, y puedo escuchar en su voz que se le borra la sonrisa-, perdón.
— ¿Perdón?, pero ¿por qué? —le pregunto curiosa, desviando mis ojos de mi labor a su rostro.
— Por no poder controlar las cosas. En vez de enfrentar la situación, huí. Te dejé. Los dejé. Supongo que tenía miedo —habla susurrando, no para que no lo escuche, sino porque se nota que le cuesta admitirlo, que le gusta abrirse y mostrarse vulnerable.
— Esta bien tener miedo a veces —respondo despacio, como si tuviera miedo de que salga corriendo.
— Si, claro. Habla la princesa que se adentró en territorio de terrestres para poder buscarnos.
Ninguno de los dos lo dice, pero la pregunta cuelga en el aire: ¿por qué? ¿Por qué los busqué? ¿Eran realmente imprescindibles para volver a unir al grupo? ¿Por qué no pensé en Wells también?
No encuentro las respuestas a mis propias preguntas, por lo que decido volver a hablar.
— No iba a dejar que se me escapen tan rápido los Blakes —comento mientras levanto una ceja de forma sarcástica.
Él se ríe y sacude la cabeza, negando. Al hacerlo, se despeina más todavía y el flequillo le tapa los ojos. Antes de pensar bien lo que estoy haciendo, me acerco y se los corro hacia un costado. Su sonrisa pasa de ser divertida a cálida, lo que provoca que mis nervios vuelvan. Antes de que pueda decir algo que me desestabilice aún más, ajusto un poco más las vendas y el muy llorón pega otro grito.
— ¡SERÍAS UNA PÉSIMA DOCTORA! ¡CARAJO, CLARKE! ¡¿ACASO TU MADRE NUNCA TE DIJO QUE LA IDEA ES CURAR Y NO PROVOCAR MÁS DOLOR?!
— Tranquilo vaquero, estaciona tu vaca —y sin más me empiezo a reír de mi propio mal chiste. El cansancio cada vez me afecta más.
— Que chistosa. Además de pésima doctora, pésima comediante. No sé como te pensabas ganar la vida en el Arca —intenta sonar molesto, pero la comisura de sus labios lo traiciona y me regala una pequeña sonrisa.
— Ya —me calmo y termino de acomodar la última venda—. Listo, como nuevo.
— Gracias —ahora si sonríe por completo y yo se le devuelvo el gesto— ¿Cómo sigue Jasper?
— Como nuevo también. Por lo que sé, su herida se terminó de cicatrizar bien hace semanas.
— No te das una idea de lo complicado que fue ocultarle a los demás por un tiempo que dos de los nuestros estaban en cama, sobretodo vos. Si no hubiéramos restringido la entrada al segundo piso, seguro habrían hecho cola.
— No lo creo —me río, negando, mientras guardo las cosas en el botiquín—. Era toda una aguafiestas.
— Pero porque intentabas protegernos.
— De todas maneras, ¿qué tenía de malo que me quisieran ver?
— Bueno, el tema del pánico no fue el único motivo. Tampoco queríamos contagiarte por la pest... —al oír esto último, dejo la mochila a medio cerrar.
— ¿Perdón? ¿Contagiarme? ¿De qué no me estoy enterando? —¿qué tantas cosas habían pasado estos dos meses?
— ¿Qué acaso Spacewalker no te contó? Los terrestres nos atacaron con una fiebre hemorrágica. Ni siquiera lo vimos venir, porque la verdad es que nunca vimos a un terrestre durante ese tiempo, no realmente. Se contagiaba mediante el contacto. Algunos eran inmunes, como Octavia o Spacewalker. Otros, no.
— ¿Vos también enfermaste? —sueno más preocupada lo que que quisiera, y él se ríe amargamente ante mi pregunta.
— Estábamos por contraatacar. Tenía a todo el equipo armado, pero, para nuestra mala suerte, uno por uno fue contagiándose. Yo fui el último. Me desmaye y vomite sangre más de una vez. O me cuidó. Al final, Jasper se tuvo que hacer cargo.
— ¿Por qué no intentaron despertarme? —sé que suena ridículo, pero quiero sacarme la duda del pecho. Quiero saber si realmente lo habían probado todo.
— Ya lo habíamos intentado antes, créeme, pero nada tuvo éxito, sin mencionar que el único que entendía aunque sea algo, era Monty. Por eso, por precaución, mandé a Finn a que se encerrara en el segundo piso con vos y que no dejara entrar a nadie. No me iba a arriesgar.
Sonrío inconscientemente al pensar que se preocupó por mí de esa manera. Bueno, creo que ya m estoy hartando de estos pensamientos, pero al parecer mi cerebro hace lo que se le da la maldita gana últimamente.
La distancia entre Bellamy y yo se empieza a acortar cuando se escucha la voz de Octavia.
— ¡Eh, donde sea que estén, vengan a ver esto!
Me paro rápido y estoy por salir de la carpa cuando Bellamy me detiene.
— No creo que sea conveniente que salgas... este... ¿prácticamente desnuda? —intenta reprimir una risa y entiendo a lo que se refiere: todavía estoy en corpiño.
— ¡Ay! —grito avergonzada, cruzando otra vez mis brazos sobre mi pecho y ahí si que no reprime la risa.
— Tomá, yo te presto una remera mía —me dice mientras agarra una de la montaña de ropa que vi cuando entré la primera vez que entré en su carpa.
— Gracias —susurro con mi cara completamente roja, que intento tapar poniéndome la remera lo más rápido posible, lo que hace que Bellamy solo hace que ría más y yo empiece a irritarme—. ¡Bueno, tampoco para tanto!
—Perdón —todavía se ahoga de risa.
Imbécil.
Finalmente salgo, con un Bellamy completamente vestido pisándome los talones. Mientras terminaba de desinfectarle y limpiarle la cara, me pidió (más bien, me rogó) que no le dijera nada de la herida a su hermana.
— No quiero que se preocupe por algo que está fuera de su control.
Octavia nos mira curiosa y alza una ceja divertida. Decido ignorar su gesto porque honestamente, no sé cómo explicarle la situación sin quedar mal o sin mencionar la pelea de Wells y su hermano.
— ¿Qué pasa? —le pregunto esperando que deje de mal pensar esta situación (porque, siendo sinceros, cualquiera lo haría).
— Una fogata —deja de mirarme para señalar un hilo de humo que aparece en el medio de los árboles e interrumpe con el celeste claro de la mañana sin nubes.
— Podría ser Finn —digo esperanzada.
— O un terrestre —dice agarrando unos binoculares y mirando hacia el cielo con ellos.
¡¿Pero qué carajos?! Me duermo unos días y los Blakes parecen estar en los 162º Juegos del Hambre.
— ¿De dónde sacaste esto? —le pregunto arrancándoselo de las manos. Siempre delicada por suerte.
— Cerca de acá se estrelló una de las estaciones. Al principio tuvimos miedo de acercarnos, pero decidimos cerciorarnos si había o no sobrevivientes... —comienza Octavia, pero se quiebra y baja la cabeza.
— Fue horrible, Clarke —sigue Bellamy, que se acerca a su hermana y la abraza. Veo un dolor y un miedo en sus ojos idéntico al que tenía en la carpa cuando vi las marcas en su espalda. Suelta a la morocha al seguir hablando—. Que horrible, ¡brutal! No miento al decir que los dos sentimos que nos faltaba el aire. Lloramos varias noches y tuvimos que dormir juntos.
— Bell... —no quiero que otra vez se sienta presionado, pero él sigue. Es como si estuviera en modo automático, y no pudiese parar.
— No había ni un solo cuerpo completo. Tampoco podíamos identificar a las personas: sus rostros estaban completamente desfigurados. Pero eso no fue lo peor —respira hondo como si lo que estuviera por decir lo gastara fisicamente—. Sangre. Parecía que brillaba a la luz del sol. Estaba en todas partes. En los restos de la estación, en los restos de las personas, en el pasto, en los árbo...
No puedo seguir escuchándolo, no puedo seguir viendo como se desarma por sus recuerdos. Tampoco puedo evita abrazarlo. Cierro los ojos y lo abrazo fuerte. No llora, no habla. Está paralizado y parece que si lo suelto, se va a romper.
Tarda en responder al abrazo. Lo hace de manera lenta y mecánica, como si fuera un robot. Sus brazos no parecen tener fuerza, por lo que lo abrazo un poco más fuerte.
Me acuerdo de que no estamos solos, de que hay alguien más que intenta poder escapar de sus pesadillas.
— ¿O? —le pregunto a la chica que tengo al lado. Nunca la había llamado así, aunque tampoco conocía a alguien más que Bellamy que lo hiciera. Ella levanta la cabeza y me mira con sus ojos rojos por el llanto. Eso sólo me da valentía para dar el siguiente paso— Vení.
Le extiendo un mano y, aunque lo duda por un momento, accede con desespero. Sin darme cuenta, soy parte de un sándwich "Blake".
Pero nuestro abrazo no dura más que unos minutos al ser interrumpidos por un sonido proveniente del bosque.
— ¿Qué fue eso? —pregunta Bellamy, saliendo de su trance y poniéndose alerta, mirando hacia los árboles.
Nos separamos un poco, aunque él todavía mantiene sus brazos alrededor mío y de Octavia.
— No tengo idea —contesto yo, inmóvil.
— Terrestres —escucho murmurar a Octavia, alerta—. Un par de ojos, a la derecha del roble.
Esto último se lo susurra a Bellamy, pero yo también consigo escucharla, por lo que intento ver de lo que habla. No consigo ver el par de ojos del cual habla.
— ¿Estás segura de lo que viste, O? —pregunta Bellamy, mientras se separa por completo de nosotras y agarra los binoculares para mirar a través de ellos.
— Segurísima —Octavia no suena molesta ante la precaución de su hermano, el cual le devuelve los binoculares y camina hacia a su carpa.
— ¿Qué es lo que va a... ¡Wow, calmense! —digo al ver que la morocha desenvaina una especie de espada, mientras que Bellamy sale de su carpa con su arco y un par de flechas.
— No hay tiempo para diplomacias, princesa —me responde este último, alcanzándome la misma pistola que sostenía mientras hacia guardia antes— Ahora es primero atacar, después pensar.
— ¡Pero ni siquiera sé cómo se agarra un arma! —estos chicos ya parecen Clint Barton y Natasha Romanoff. O Hansel & Gretel versión cazadores de brujas.
— Mira y aprendé —me la saca de las manos, ubicándose a mi lado—. Es una 9MM Beretta, semiautomática.
— Uy, porque te entiendo todo, eh.
La agarra con la misma naturalidad de lo que yo agarraba un lápiz meses atrás.
— Primero, apretas el botón del retén de la correa y sacas el cartucho para ver si está llena —lo hace y me muestra las balas. Lo vuelve a colocar—. Corrés la correa con el seguro puesto por las dudas de que haya una bala. Como no hay, lo volves a poner. Cada vez que dispares, asegurate de estirar los brazos de forma directa.
Cada cosa que dice, la demuestra en acción.
— Por esta vez, tenela sin seguro —vuelve a hablar al momento que me la da—. Nunca se sabe lo que pueda pasar.
— Bueno —agarro el arma nerviosa y, mientras él se va a hablar con Octavia, yo pruebo todo lo que me dijo.
Luego de varios intentos, me sale cada paso a la perfección, aunque no disparo. Lo que más me preocupa es mi puntería, que seguro es un asco.
— ¡Ya estamos! —los Blakes me gritan a unísono y me uno a ellos, caminando hacia el humo.

Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora