Ganadora de los premios #The100Awards 2016 en la categoría Público "Mejor fanfic Bellarke"
Sus diferencias son abismales.
Ella es hija de diplomáticos, de personas importantes, gente que forma parte del Consejo. Ella es una princesa. Ha vivido toda...
Capítulo anterior: Vuelvo a enfocarme en Bellamy. — Cuando salgamos de esta no te me vas a escapar —susurra sonriendo, y mira mis labios. Los escalofríos vuelven, así como también el calor y las ganas de besarlo. Él sabe que lo quiero, pero lo que no sabe es que el sentimiento crece y aumenta con las horas, los segundos. ¿Podré devolverle el "te amo" la próxima vez que lo diga?
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Maratón 7/9 When I'm in trouble, need some help And I feel all by myself Know exactly who to call I know to make it all right I got all my friends with me - Friends, Meghan Trainor
— Mama, wipe the blood off of my face I can't see through it anymore I need someone to talk to in a new hiding place Feel like I'm looking at heaven's door. Dean lleva cantando las mismas canciones desde hace más de dos horas. Si no fuera porque nunca en nuestras vidas las hemos escuchado, seguramente hasta los guardias lo habrían hecho callar. Hay que admitir que nada mal, la verdad. En el Arca, la música era un lujo que ni siquiera los del Consejo se daban de manera tan seguida, más que nada porque la gente en la época del cataclismo pareció más preocupada por que los registros de partidos de fútbol fueran salvados. La poca música que escuché durante mis diecisiete años de vida es de una tal Taylor Swift. Creo que todos sus álbumes estaban descargados. Lo que Dean está cantando no suena para nada a Taylor Swift. — Es una canción de Guns N' Roses —me dice Sam, que parece leer mentes, ya que se debe haber dado cuenta de que estaba intentando descifrar que canción era—. ¿Qué no tienen música? — No exactamente —le respondo bajito, algo avergonzada. Para ser del pasado, ellos parecen mucho más avanzados que nosotros. Me mira atónito, como si hubiera dicho algo imperdonable. — No puede ser —murmura asombrado y le dirige una mirada cansada (o irritada, no es fácil saber) a Winchester mayor—. Dean, hermano, ¿podrías parar ya? Nací escuchando esa canción y estoy cien por ciento seguro que cuando volvamos a casa la voy a seguir escuchando. Dean para de cantar, lo mira como si no hubiera entendido ni una sola palabra de lo que dijo, y empieza a silbar la melodía. Sam bufa molesto y se tapa los oídos, luego de murmurar un par de insultos hacia su hermano. Bellamy me mira por unos segundos para después mirar a Dean. Parece que lo está analizando, de punta a punta. De repente, él también empieza a silbar. No creo que conociera la canción antes de que Dean la cantara, pero de tanto escucharla en todo este tiempo ya se la aprendió bastante bien. Todos lo miramos como si estuviera completamente loco e incluso Dean está bastante confundido. Se despega de la pared e inclina la cabeza para poder verlo. Bellamy simplemente le hace un gesto con la mano. El castaño claro se encoge de hombros, sin darle mucha importancia, y vuelve a apoyarse contra la pared. Escucho a Finn toser y recuerdo que no le hablé desde que lo vi antes de caer en aquel pozo. Madre mía, qué pésima amiga soy. Me levanto y les pido a los guardias agua. Me lo niegan rotundamente, por lo que les recomiendo que es mejor mantenernos con vida, ya que seguramente a Heda no le gustaría interrogar cadáveres. Eso parece asustarlos lo suficiente como para que de mi mochila saquen una cantimplora que casualmente está vacía. Tienen órdenes de quedarse los dos si o si en sus puestos. Genial. Justo cuando había conseguido un avance, la mala suerte parece no tardar en volver. Comienzo a caminar hacia Finn cuando recuerdo que todavía queda un poco de alcohol en el botiquín. Algo es algo. Lo agarro y me siento a su lado. — Vaya, vaya —me dice mirándome con los ojos entrecerrados—. Vuelve el perro arrepentido.* — Ya —le digo, riendo y le paso el alcohol—. Tomá. — ¿Me querés matar o qué? Eso debe estar más rancio que la dentadura de cualquier guardia. Ya pasó por la piel de todos. — No seas un bebé. Lo único que tocó el pico de la botella fue tela y la boca de Dean. — Me sacaste la sed de un sopapo, ¿sabías? —me vuelvo a reír y él solo sonríe. Mira en dirección a los chicos durante unos segundos antes de volver a hablar—. No sabía que estabas con Bellamy. Su tono no suena celoso o posesivo. ¿Cómo iba a serlo? Durante los tres días que estuve en Arkadia, llegué a conocer a su novia. No directamente, pero si con todo lo que me iban contando Jasper y Monty. Finn también se había disculpado por haberme besado. Se lo notaba muy arrepentido. La había traicionado a los dos días de pisar la Tierra. Me explicó que había creído que nunca más la iba a volver a ver, pero que ahora que estaban juntos otra vez, no quería perderla. Tuve que repetirle varias veces que no pasaba nada, que quien merecía una disculpa era su novia. — La realidad es que ninguno de los cien lo hubiera creído posible —respondo por fin a su comentario—. Ni yo lo puedo creer a veces. Simplemente, no nos entendíamos. — Hasta que se entendieron. — Hasta que nos entendimos —repito con una sonrisa igual de boba como la que tenía Lincoln el día que lo conocimos, y miro hacia la otra punta de la celda, donde se encuentra sentado y aún silbando Bellamy Blake. Está hecho un completo desastre, sucio por donde lo mires, excepto por la cara, que logré limpiarle bastante bien. A pesar de la situación, silba con ganas y con una sonrisa despreocupada. Por mi cabeza me asalta la idea de que quizás esté loco, porque pasó de querer matar a Dean, a llorar en mi hombro, a volver a ser la persona segura e irresistible que hace que mi estómago dé mil vueltas. Pero, si me lo pongo a pensar, yo también soy así. Finn es así. Octavia es así. Al final del día, ninguno esperaba esta montaña rusa de accidentes y problemas al llegar a la Tierra, y estamos aprendiendo a manejarlos lo mejor que podemos, con las hormonas a mil y los cambios de humor repentinos. — Sí que estás flechada —susurra divertido Finn, lo que hace que vuelva a la realidad. — Se podría decir que si —no tengo dónde verme, pero estoy segura de que si tuviera un espejo a mano, podría ver lo roja que está mi cara. — Y se nota que él también. Solo hay una... cosita —su tono de voz al decir esto me enfría por completo. Al hablar, siento la garganta seca. — ¿Qué? — Existe un rumor sobre que él y Octavia acabaron con toda una aldea terrestre —lo dice con cuidado, como si tuviese miedo de mi reacción. Mis músculos se relajan al oírlo. Solo era eso. — Ya lo sé, Finn. — ¿De verdad? —parece sorprendido por mi reacción y entiendo el porqué. — Si, Wells me lo dijo —le explico, y aunque me mira extrañado, asiente—. Sinceramente, pensé que solo lo inventaba para que me aleje de ellos. — Es que no es solo eso... — ¿Qué más? Si es sobre con quien se acostaba mientras yo dormía, no me interesa en lo más mínimo. Se queda callado por unos segundos, como si estuviera considerando el decírmelo o no. Finalmente, habla. — Puede que el rumor... sea cierto. Me cae como un balde de agua fría. Que fría, helada. Hasta con cubitos de hielo. ¿Bellamy y Octavia, siendo los culpables de las muertes de tantos terrestres? Imposible. Es decir, puede que al principio, al no conocerlos tanto, me lo habría creído. Pero aunque no sepa todo de ellos, sé que los Blakes no son unos desalmados o sanguinarios. Además, jamás matarían gente inocente. No, no puede ser verdad. Pero, si lo que me está diciendo Finn si es verdad, entonces Lincoln debe saber algo. Es el único que parece haber tenido contacto con ellos (con Octavia, mejor dicho) durante las semanas que siguieron a su partida. — Octavia —la llamo y me arrepiento al segundo, ya que estaba charlando con Lincoln, cómodamente en sus brazos. De todas maneras, ya me escuchó y levanta su cabeza para verme— ¿Podrías venir un segundo con Finn? Quiere preguntarte un par de cosas. El mencionado me mira confundido, a lo que yo le suplico con la mirada que me siga la movida. Se encoge de hombros, dándome a entender que no tiene problema. Octavia mira a su novio el cual también se encoge de hombros, despreocupado, y le besa la frente. Ella se para y camina hasta mí, agarrando de mis manos el botiquín. Al sentarme al lado del terrestre, me mira curioso. — ¿Qué pasa, Clarke? —él no parece haberse tragado el acto de recién, pero tampoco parece molesto por eso. — Voy a preguntarte algo y necesito que me contestes con la verdad. — Voy a hacer lo que pueda. — ¿Es verdad lo que se dice de los Blakes? De repente, su sonrisa curiosa desaparece y aparta la mirada de mí. Se refriega los ojos, cansado, y suspira. Vuelve a mirarme. — ¿Es sobre lo mismo que me preguntaste el día de la emboscada? —no me había dado cuenta de que es verdad, que ya había hablado esto antes. ¿Por qué su reacción no fue la misma que días atrás? — Entonces, ¿es verdad? —le ruego con la mirada y él vuelve a suspirar. — Si y no —lo miro extraña y, antes de que empiece con las preguntas, continúa—. Como ya te dije, yo entrené a Octavia. Pero no fui yo quien le enseño el trigedasleng o la historia de mi clan. Días después de conocerla, la llevé a una aldea cercana a su campamento (nunca nos alejábamos demasiado por Bellamy), en la cual yo nací y crecí. Por supuesto que al principio fue difícil que la aceptaran. Los cien habían tenido un par de encuentros con los terrestres y no habían terminado de la mejor manera. Pero, poco a poco, la fueron conociendo y terminó por convertirse en una terrestre más. — ¿Cómo es que Bellamy no se daba cuenta de la ausencia de Octavia? —desde la primera vez que Lincoln me contó sobre su relación con la morocha que esa duda no me dejaba en paz. — Como sabrás, yo era médico en mi aldea. Le di instrucciones para que en la comida o bebida de su hermano pusiera cierta hierba que facilita el sueño. Una vez duro un día entero dormido, pero no funcionó siempre. Hubo un día que Octavia no puso la cantidad suficiente, o Bellamy no comió todo, no lo sé. Lo que si sé es que Bellamy no durmió más de cinco minutos, para después levantarse hecho un loco al comprobar que su hermana no estaba. Terminó encontrando la aldea. Por suerte, la primera persona que lo vio fue Octavia. Esta lo calmó lo suficiente e inventó una corta historia sobre que se había perdido en el bosque y los terrestres la ayudaron. — Te protegió. — Si, lo hizo. Aún cuando solo éramos maestro y discípula, por decirlo de alguna manera. — ¿Entonces si fueron ellos los que...? — No. No directa o intencionalmente, al menos. Parece ser que la guardia ya estaba buscando alguna que otra persona de tu gente para llevar ante Heda (como ya habrás podido comprobar de primera mano, no se llevaban ni se llevan del todo bien). Vieron a Bellamy entrar en la aldea, pero no hicieron nada hasta la noche, no estoy seguro de porqué. Alguien les avisó a los Blakes y se escondieron en una de las casas. Toda la aldea negó su existencia, pero era demasiado tarde: los soldados ya sabían que ellos estaban ahí. Uno de los más jóvenes logró sacar a los hermanos y esconderlos en los bosques más bajos, cerca de un río —frena por unos segundos, como si lo que sigue le quitara todas sus fuerzas para hablar—. La masacre real comenzó cuando ellos ya se había ido. Al no haber colaborado con Heda, prendieron fuego la aldea y mataron a quienes intentaran escapar. No les importó si eran mujeres, ancianos, niños. No les importó que fuéramos del mismo clan. Simplemente lo hicieron. — ¿Cómo supiste...? — Llegué cuando estaban prendiendo las primeras antorchas. Vi como mataron a una pareja que intentó escapar —no llora ni se le quiebra la voz, pero su mirada refleja dolor. Perder a sus amigos y familia a manos de quienes se suponía que eran su propia gente es algo que no puedo ni imaginarme. El solo hecho de pensar en perder a mi madre me genera nauseas—. A los pocos segundos, vi al muchacho que salvó a los Blakes corriendo en dirección a la aldea. Lo intercepté a tiempo y nos escondimos detrás de unos arbustos. No va a ser fácil para él, como no lo es para mí, pero al menos ahora vive sano y salvo en otra aldea. Al menos alguien pudo tener un final feliz. — ¿Final feliz? ¡Pero si el pobre perdió toda su familia, su hogar! ¡Perdió su vida! ¡Vos perdiste tu vida! — Clarke, no sé como sea con tu gente y, sinceramente, no me interesa, pero en este mundo tenés que levantarte cada mañana y agradecer que estás vivo. Me siento algo avergonzada al no haberlo visto de esa manera. Desde que mi padre fue flotado y yo fui encerrado, me la había pasado lamentado no poder recuperar mi vida. Ante las palabras del terrestre, hasta el plan de reunir a los cien suena ridículo, infantil. Lincoln no parece superar los veintiséis, pero parece ser mucho más sabio de lo que alguna vez fue el canciller. — ¡Te dije que ya no hablaras de mi novia! —un grito demasiado familiar interrumpe nuestra conversación. Bellamy y Dean están parados, cara a cara, y estoy seguro de haber visto al primero acaba de empujar al segundo. ¿Es que no pueden empeorar las cosas por un segundo? — ¿Y desde cuando un adolescente me dice qué hacer? ¡Este es un país libre, amigo (o al menos lo era)! Si quiero decir que Clarke es de las personas más inteligentes con las que me me he cruzado, ¡lo digo! Si quiero decir que es de las chicas más hermosas que he visto en mi vida, ¡lo digo! Y si quiero decir que pienso que ella merece mucho más que un pendejo malhumorado, ¿sabés lo que hago al respecto? ¡Ah, si! ¡Lo digo! — ¡Ya me hartaste! —vuelven a empezar los golpes y los empujones pero, por alguna razón, no veo sangre como la vez anterior. Tal vez se les acabó a los dos cuando se quedaron sin neuronas. Imbéciles. Sam trata de separarlos, pero le es imposible. Vuelve a probar, esta vez con ayuda de Lincoln, quien en algún momento se paró y se acercó a ellos, pero no funciona. El terrestre se rinde deliberadamente rápido, lo cual nos sorprende a todos. Él les duplica el tamaño a Bellamy y a Dean juntos, y sabemos que sí puede separarlos. Capaz está igual de cansado que yo, igual de hastiado de estas peleas estúpidas. Lincoln se acerca hasta la puerta de los guardias y los mira como si fueran dos idiotas. — Hei, ¿would yu beja help osir kom separate em? —no entiendo absolutamente nada, como de costumbre, pero noto que su tono de voz es tan despreocupado que hasta parece que, lo que sea que este diciendo, lo dice en broma— ¡Gon osir certainly can nou! Los guardias se miran sin decir una palabra y, luego de unos segundos, abren la puerta de la celda. Entran rápido y, aunque les cuesta, logran separarlos. Ambos, Bellamy y Dean, sonríen. Los miro cómo si estuviesen locos. Seguro lo están. ¿De qué me estoy perdiendo? — ¡¿Chit ste so funny?! —grita uno de los guardias, aparentemente enojado. — Ay, ay, ay —habla Dean, con postura relajada y mirando a Bellamy—. ¿Es que no son hasta tiernos? — ¿Tiernos? —le responde este, divertido— Yo diría adorables. — Creo que la palabra correcta es... ingenuos —la sonrisa de Dean se vuelve provocativa y saca algo del bolsillo derecho de su pantalón: una granada. Una incendiaria, para ser más específicos. Muy probablemente, igual a la que causó la primera explosión. Los guardias no parecen entender, pero el restO de nosotros definitivamente lo hace— Ai op yu, fyucha. Acto seguido, le arranca la palanca de un tirón y se la tira al guardia que sostiene a Bellamy. Este, al ver que el terrestre la atrapa en un acto reflejo, se deshace del agarre. Dean también lo logra y agarra el botiquín. — ¡Corran! —grita, como si no fuera lo más obvio. Al salir de la celda, agarro mi mochila y corro como si me estuvieran persiguiendo, cosa que seguramente no tardarán en hacer. Octavia me sobrepasa y comienza a indicarnos la salida más rápida. Realmente su poco tiempo dentro de la torre le sirvió para conocerla lo suficiente. Por fin conseguimos salir del edificio. No falta demasiado para que amanezca y, para nuestra sorpresa, aún no hay nadie en las calles de Polis. Pero, como ya dije anteriormente, nuestra suerte nunca dura demasiado. Escuchamos una especie de trompeta, la misma que cuando estábamos intentando escapar la primera vez. Al mirar a Lincoln en busca de respuestas que ya creo conocer, lo veo alarmado. — Ya saben que escapamos —sentencia, como si fuera nuestro final. O peor. — Clarke —habla Sam y, junto con Dean, asentimos con la cabeza. Sabemos a donde ir. Vuelve a comenzar la carrera. No tardamos nada en llegar hasta el lugar que habíamos encontrado con los Winchester al entrar a la ciudad. Grito al resto que se apuren, y uno por uno van entrando. Puedo escuchar a lo lejos pisadas y palabras gritadas en trigedasleng. El último en entrar antes de mí es Bellamy, quien me da la mano para que salte un escalón no muy alto del cual no me había percatado la vez anterior. De repente, escucho que grita, pero, tan rápido como llegó, su voz se apaga en mis oídos. Empiezo a sentir un dolor terrible en el hombro. Y calor, mucho calor. No la clase de calor que Bellamy me hace sentir, no. Es un calor mezclado con frío, como si tuviera enferma. Giro mi cabeza y miro mi brazo. Lo último que veo antes de desmayarme es una flecha de madera clavada en mí.
~ Glosario: - Vuelve el perro arrepentido: frase del Chavo del Ocho. La versión completa es: Vuelve el perro arrepentido Con sus miradas tan tiernas Con el hocico partido Con el rabo entre las piernas - Hei, ¿would yu beja help osir kom separate em? = Eh, ¿podrían ayudarnos a separarlos? - Gon osir certainly can nou! = Porque ciertamente ¡nosotros no podemos! - ¡¿Chit ste so funny?! = ¡¿Qué es tan gracioso?! - Ai op yu, fyucha = Hasta la vista, baby