Capítulo 25

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Capítulo anterior:
De repente, escucho que grita, pero, tan rápido como llegó, su voz se apaga en mis oídos. Empiezo a sentir un dolor terrible en el hombro. Y calor, mucho calor. No la clase de calor que Bellamy me hace sentir, no. Es un calor mezclado con frío, como si estuviera enferma.
Giro la cabeza y miro mi brazo.
Lo último que veo antes de desmayarme es una flecha de madera clavada en mí.

Maratón 8/9  It's been a long day without you, my friendAnd I'll tell you all about it when I see you again  - See You Again, Wiz Khalifa ft

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Maratón 8/9
  It's been a long day without you, my friend
And I'll tell you all about it when I see you again 
- See You Again, Wiz Khalifa ft. Charlie

Escucho murmullos a mi alrededor, pero es mucho más fuerte el dolor de cabeza y no puedo distinguir de dónde vienen. Siento que la cabeza se me va a partir en dos.
Pasan varios segundos que, a mi parecer, se me hacen horas hasta que el dolor disminuye un poco.
¿Qué es lo último que recuerdo? Estábamos logrando escapar de la torre y entramos a la habitación de trono en la muralla, ¿no?
— ¿Clarke? —al poder al fin abrir los ojos, puedo ver a Lincoln a escasos centímetros de mi cara.
— ¿Lincoln? —pregunto, confundida— ¿Pero qué...?
No puedo terminar la pregunta, ya que una punzada de dolor en el hombro me lo impide, seguido por otra en la cabeza. Suelto un sollozo y me agarro la agarro con las manos. Aprieto mis dedos contra mi frente y cierro los ojos, de los cuales comienzan a caer lágrimas. Escucho un sonido muy agudo, como si se tratase de un silbato. Con la ilusión de trasladar el dolor a otro lado, me muerdo el labio inferior hasta hacerlo sangrar.
Pero, tan rápido como aparecieron, el dolor de cabeza y el ruido desaparecen. Lamentablemente, el del hombro no. Abro los ojos despacio, con miedo. Unas últimas lágrimas me nublan la vista, y pestañeo para que terminen de caer.
— ¿Clarke? —es ahora Bellamy quien habla. Está a mi lado, apoyando sus manos sobre las mías que, sin darme cuenta, siguen en mi cabeza.
Las bajo lentamente y lo miro, asustada.
— ¿Qué pasó? —me pregunta suavemente mientras agarra mis manos y entrelaza nuestros dedos en un intento de confortarme. Un poco lo logra.
— Ese dolor... no creo haber sentido algo peor en toda mi vida. Pensé que me moría —no sé cómo hago, pero logro mantener el tono y volumen de mi voz estables, aunque sienta un nudo enorme formándose en mi garganta—. Y después apareció este sonido... Era tan agudo que creí imposible que pudiera estar escuchándolo. Hasta podría decir que sonaba como un silbato para perros.
— ¿Por qué? —me pregunta curioso.
— Nuestro rango de frecuencias audibles está entre los veinte y los veinte mil hercios —responde Sam, a quien veo sentado en el suelo, cerca del trono. Se levanta y camina hacia nosotros—. Pero los perros tienen el rango de frecuencias audibles un poco más alto y  los silbatos para ellos producen sonidos en ese rango superior. Por eso para ellos son audibles y para nosotros no. Aunque no creo que realmente haya escuchado el silbato de un perro.
— Tal vez sea tinnitus —diagnostica Lincoln, mirándome como si fuera un acertijo por descifrar. Como si fuera una paciente experimental.
— ¿Tinnitus? —pregunto, confundida. La palabra me suena familiar, pero no lo suficiente como para recordar qué significa.
— Es cuando escuchas un estilo de ruido o zumbido de la nada —me explica y creo recordar haberlo leído en algún libro de medicina de mamá—. Puede que al mezclarse con el dolor de cabeza se intensificara.
— Eso tiene sentido —suspira Bell y me mira aliviado, con nuestros dedos aún entrelazados.
Le sonrío, no sé si para tranquilizarlo a él o a mí misma. Me ayuda a levantarme y veo que estamos todos, sin faltar uno, en el mismo lugar donde nos escondimos con los Winchester.
Como un flash, viene a mi mente lo que pasó segundos antes de desmayarme. Recuerdo la flecha clavada en mi brazo y la cara de horror de Bellamy. Instintivamente, me toco el lugar de la herida. Para mi sorpresa, no hay nada. El dolor que sentí apenas levantarme también desapareció. ¿Acaso lo imaginé?
— Chicos, ¿por qué no...? —al buscarlos con la mirada, veo que todos ya están reunidos alrededor del trono— ¡Eh, no me dejen afuera!
Camino hasta ellos y veo que en el centro, sobre el trono, está mi mapa.
— ¿Cuánto tendríamos que caminar hasta llegar a la cueva más cercana? —Dean, de brazos cruzados y sentado sobre uno de los apoyabrazos del trono, le pregunta a Lincoln. Este se queda callado unos segundos antes de contestar.
— Tendría que haber una acá —dice, y señala una parte del mapa, no muy lejos de la ciudad—, aunque la última vez en que estuve ahí fue hace varios años.
— ¿Para qué quieren una cueva? ¡Adelphos está solo a un día caminando! —pregunto, como si fuera lo más obvio del mundo.
— ¿Conocen a Adelphos? —Lincoln me mira confundido.
— Nos lo encontramos de camino a Polis y nos dejó pasar la noche en su negocio —le explica Bellamy—. Este mapa es suyo, y la ropa que llevamos puesta también.
— Les prometí a los chicos que si me ayudaban a sacarlos a ustedes de acá, iba a llevarlos con él. Él fue quien me dio la espada y el único, aparte de Sam y Dean, que entiende los símbolos que están grabados en ella.
Mientras hablo, le alcanzo la Primer Espada a Lincoln, quien la agarra algo inseguro. La revisa y se queda mirando las inscripciones.
— No te dijo que lenguaje es, ¿no? —pregunta sin apartar la vista del arma.
— En realidad, si. Es enoquiano, "la lengua de los ángeles" —digo burlonamente, a pesar de que sé que es real. Tan real como los viajes en el tiempo, como Sam y Dean Winchester.
— Nunca oí hablar de ella, pero si he visto un ángel.
Lo dice muy tranquilo para ser algo tan importante. Todos nos quedamos en silencio del asombro, y soy consciente de que la mayoría no le cree.
— ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién? —los Winchester empiezan a hacerle pregunta tras pregunta, hablando al mismo tiempo.
— Eh, tranquilos —les dice Lincoln suavemente y, aunque suene estúpido, los chicos se calman—. Hasta hace unos años, antes de que vinieran los cien, caían de vez en cuando personas del cielo. La mayoría no les daba importancia: no eran personas realmente, sino cadáveres. Pero, a los que si sobrevivían, los empezaron a llamar ángeles. Supongo que por la ropa o las historias que contaban. No conozco a ninguno que haya sobrevivido o quedado con nosotros más de un par de días, aunque mi gente tampoco fue muy hospitalaria.
A pesar de que ni Bellamy, Octavia o Finn dicen algo, sé que los cuatro pensamos lo mismo. Los ángeles de los que Lincoln habla son personas flotadas. Una esperanza falsa comienza a nacer en mí, pero la aplaco tan rápido como empezó. Aunque me duela, sé que mi padre está muerto.
— Cuando tenía la edad de Octavia, vi caer a uno en el bosque que rodeaba la aldea —continúa el terrestre—. Me acerqué y vi que le costaba respirar. Era como si se hubiera lastimado uno de sus pulmones y se estuviera ahogando con su propia sangre. A partir de ese día, le llevé comida y agua, como también vendas y algunas hierbas para ver si lograba mejorarlo. Cada vez que veíamos algo relacionado con la aplicación de estas en mis clases de medicina, yo le proponía a mi mentor situaciones hipotéticas, que en realidad eran lo que le pasaba a este hombre, por si llegaba haber alguna cura. A mi maestro le pareció extraño y decidió comentárselo a mi padre. Un día, él me siguió y descubrió lo que hacía. Traté de convencerlo de que ese hombre no era una amenaza, que solo necesitaba nuestra ayuda, pero aún así me obligó a matarlo. Todavía puedo ver mi reflejo en sus ojos. Aunque se encontraba en muy mal estado, estaba consciente. Pero no parecía asustado, sino más bien aliviado.
Todos nos quedamos callados cuando termina de narrar su historia. Su voz fue monótona durante toda la narración y en ningún momento pareció que se le quebrara, ni siquiera en el final. No escucho sollozos tampoco, por lo que lo miro. Está mirando un punto fijo en el suelo y Octavia está al lado suyo, apoyando su cabeza sobre el hombro de él, mientras que sus brazos lo rodean como pueden, ya que la diferencia de tamaño es bastante importante. No parece una persona que llore o que se rompa con facilidad (ya lo había comprobado en la celda en realidad, cuando me contó sobre su aldea), aunque tampoco creo que haya podido superar eso, o perdonar a su padre o a sí mismo.
— Entonces —Sam rompe el silencio y se nota que está incómodo con toda esta situación, mientras que Dean, de alguna manera, parece entenderle y sentir empatía por él—, no es un ángel. Al menos no como los que nosotros conocemos.
— Sam tiene razón: un verdadero ángel habría sanado en horas, uno o dos días como mucho —agrega Dean.
— Clarke, ¿existe la posibilidad de que Adelphos haya conocido a uno? Es decir, él los acogió a ustedes. Bien pudo haber acogido a algún otro extraño —de repente, todas las miradas están sobre mí.
— Podría ser, pero la verdad es que Adelphos nos ayudó porque conocía a Octavia. También puede haber leído enoquiano en algunos de sus tantos libros que tiene —digo, siendo realista.
— De todas maneras, nuestra mejor opción sigue siendo él. Esto es lo que vamos a hacer... —Lincoln se para en el medio con el mapa en la mano. Parece tener un plan para poder escapar definitivamente de Polis.

Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora