Capítulo 13

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Capítulo anterior:
Quiero a Bellamy Blake. No importa si lo conocí hace días, semanas, meses. No importa si no sé cada detalle de su vida, o lo que hizo estos últimos meses. Me estoy empezando a enamorar del líder rebelde.
— Clarke, yo también te quiero —responde y me besa con una sonrisa.
Nos sentamos sobre nuestras ropas. Él apoya su espalda contra una de las paredes de la cueva, y yo la mía contra su pecho. No siento frío porque él me brinda todo el calor que necesito. No tardo en quedarme dormida entre sus brazos.

Maratón 1/3When I am with you, there's no place I'd rather be- Rather Be, Clean Bandit ft

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Maratón 1/3
When I am with you, there's no place I'd rather be
- Rather Be, Clean Bandit ft. Jess Glynne

Los rayos del sol me pegan directo a los ojos. Pestañeo un par de veces hasta acostumbrarme a la luz repentina que se mete por la entrada de la cueva. Desorientada, me doy cuenta de que no tengo frío a pesar del clima del amanecer. Tardo unos segundos en acordarme el porqué. Miro sobre mi hombro y sonrío al ver a un Bellamy despeinado, durmiendo aún apoyado contra la pared.
Recuerdo todo lo que pasó ayer. Fue una locura. Entre lo de Lincoln y Octavia, que Finn está en Polis, la emboscada, y Bellamy tengo la cabeza hecha un desastre.
Me levanto con cuidado. Miro hacia atrás, preocupada de haber hecho presión sobre su herida, pero observo aliviada que la venda sigue intacta. "En algún momento voy a tener que volver a revisarlo y cambiársela", pienso mientras me levanto y busco mi ropa. Empiezo a vestirme, de espaldas a Bellamy.
— Volvé —escucho que me dice somnoliento y sonrío sin mirarlo.
— Tenemos que vestirnos y salir a buscar a tu hermana.
— Dios, Octavia... —al escuchar nombrar a la morocha, abre los ojos como platos y se para de un salto— Eh... ¿viste mi remera?
— Acá está —se la tiro y la ataja en el aire. Vuelvo a mirar su abdomen—. Tengo que ver cómo sigue el tajo.
— Después —se limita a decir mientras pasa la remera por su cabeza, y yo no insisto más.
Luego de terminar de vestirnos, camino hacia la entrada de la cueva, pero Bell me agarra del brazo, me da vuelta y planta un beso corto en mis labios.
— No quiero que pienses que por querer buscar a Octavia lo que pasó no significa nada para mí —dice al separarse un poco, pero aún lo suficientemente cerca para tener una mano sobre mi cintura y otra sobre mi mejilla. Tiene los ojos suplicantes como un cachorrito, y reprimo mis ganas de reírme. No puede ser tan adorable.
— Está bien, lo entiendo —le sonrío, tranquilizándolo. Intento peinarlo un poco, pero no hay caso: por la posición que durmió, no hay forma de acomodárselo sin agua.
— Fuimos un desastre —comenta, riéndose algo avergonzado.
— El desastre más lindo que hice en mi vida.
Se me iluminan los ojos y me vuelve a besar corto para finalmente salir de la cueva.
Miramos a ambos lados. No nos podemos confiar de que no nos hayan seguido, o que no vuelvan a tendernos una trampa. Al no haber nada, comenzamos a caminar.
— Fue una emboscada, por lo que seguramente eran terrestres del tal Heda —suelta Bellamy después de varias horas de silencio. Mira para todos lados, todo el tiempo, lo que me empieza a poner nerviosa.
— No tenemos pruebas de que pudieron ser ellos...
— Lincoln mismo nos dijo que secuestraron a Finn. ¡Claro que son ellos! Si no, ¿quiénes?
— No lo sé, Bell. Octavia mencionó que había otros clanes. Podría haber sido cualquiera.
— Pero nuestra mejor pista es Trikru. Tenemos que ir a Polis —si antes no estaba completamente nerviosa, ahora sí. Sin darme cuenta, paro de caminar. Bellamy se da cuenta y él también frena, retrocediendo hacia mí.
— ¿Y cómo vamos a entrar? Si nos ven así vestidos, se van a dar cuenta de que somos del Arca. Además, no tenemos a Lincoln. Él nos iba a ayudar a hacerlo. Es el único que parece conocer cómo es la ciudad.
—  Vamos a tener que conseguir algo con que pasar desapercibidos. No muy lejos del campamento que hicimos con Octavia había visto una especie de casa.   Nunca nos animamos a entrar, aunque ahora que lo pienso, capaz O si lo haya hecho. Ya no estoy seguro de nada —a pesar de no estar enojado con su hermana, noto que le duele que ella no haya confiado en él. Apoyo una mano en su hombro y aprieto, intentando confortarlo. Él solo medio sonríe y sigue hablando—. Siguiendo con la casa, está hecha con metales parecidos a los de las naves, aunque puedo jurar que no eran nuestros.
— ¿Cómo estás tan seguro? —pregunto curiosa, sacando mi mano de su hombro.
— El Arca, junto con nuestra nave, cayeron en un radio de tres kilómetros, como mucho. Esta casa está más lejos.
— ¿Los contaste? —le pregunto, divertida.
— Eh, podés decirme impulsivo, pero nunca que no soy precavido —me sonríe, guiñándome el ojo.
Reanudamos la marcha y Bellamy va al frente, aunque, a decir verdad, no sé que tan orientado está. Dejamos su campamento hace días y no creo que él u Octavia hayan estado por acá. O tal vez si, pero sería un poco extraño. Por lo que me contaron, no solían alejarse mucho por precaución.
En un intento por distraerme, miro a mi alrededor y sonrío. Al haber caído en coma apenas llegamos, y después estar corriendo y escapando, no había tenido tiempo para admirar la belleza de la Tierra con mayor detenimiento.
Los árboles son altísimos, llenos de hojas verdes y algunas hasta azules. Los troncos están llenos de moho y pequeñas flores blancas que parecen salir directamente del tronco.
Se puede oír perfectamente la canción que canta cada pájaro en particular. No sabría identificar las especies por sus cantos por el simple hecho de que en el Arca no teníamos registros de ese tipo, sólo dibujos y fotografías. Seguramente los nidos están en lo más alto, ya que no los puedo ver.
Aunque la mayoría del suelo es tierra algo mojada por el rocío de la madrugada, hay también pequeñas parcelas de pasto verde brillante, que parece tener más vida que cualquiera de nosotros.
No puedo ver muy bien por las abundantes copas de los árboles, pero sé que sobre nuestras cabezas hay un cielo celeste como los ojos de mi padre, como mis ojos, completamente despejado, sin una sola nube.
Sonrío, feliz. Por primera vez en mucho tiempo, sonrío por estar viva, por poder ser capaz de encontrar calma en la tormenta.
Miro hacia adelante y aún sonrío más. Bellamy sigue caminando a paso firme, pero con los hombros relajados. El rocío de la mañana hizo que su pelo se humedezca lo suficiente como para resguardarlo un poco de este calor insoportable y aplacar el desastre que tenía por peinado.
Pequeñas gotas caen por su nuca y, sin pensarlo, alzo mi mano y se las limpio.
Se da media vuelta, confundido.
— ¿Tengo algo? —me pregunta mientras se toca la parte posterior de cuello y mira su mano, en busca de lo que acabo de secar.
— No es nada —sigo sonriendo y, ¿cómo no hacerlo? Verlo con la guardia baja o confundido es algo que no suelo de lo que no puedo disfrutar muy seguido—.  Sigamos.
Se encoge de hombros y me hace caso.
No tengo noción de por cuantas horas caminamos pero, al llegar, el atardecer ya se hace presente.
Más que una casucha, como hace un rato me la había descripto Bellamy, es toda una mansión.
Si, está hecha con un metal parecido al del Arca, pero las paredes también tienen hormigón. El techo está cubierto con mantas de pieles enormes y por fuera, hay una pila de troncos junto con un par de caballos amarrados a una especie de cerca.
— ¿Cómo vamos a hacer para hablar? —lo cuestiono, preocupada, al recordar que los terrestres tienen su propio idioma. Sabía que podían llegar a conocer el nuestro por Lincoln, pero también podía ser que este fuera la excepción y no la regla— Porque está claro que ninguno de los dos sabe trigedasleng.
— ¿Y quién dijo que íbamos a hablar su idioma? Ya escuchaste hablar a Lincoln: ellos conocen el nuestro. Seguramente otras tribus usan nuestro mismo idioma —intenta tranquilizarme con las mismas palabras que pensé momentos antes, y no me queda alternativa que poner mis dudas en sus manos.
Inhalo profundo y exhalo, tratando de dejar de lado mis nervios. Desde que llegué a la Tierra, estar nerviosa parece ser un estado constante en mí.
Entramos a la casa y suena una campana, avisando nuestra llegada. Para nuestra desgracia, no somos los únicos clientes. Los terrestres que se encuentran dentro voltean a mirarnos.
Bueno, si no me desmayo en este momento, merezco un premio.
De pronto, siento el contacto de una mano tibia sobre la mía que transpira frío por la ansiedad. Miro a Bell y me sonríe intentando tranquilizarme. Entrelaza nuestros dedos y aprieta un poco el agarre, dándome ánimo. Le sonrío, aliviada, ya que parece que me olvidé que él también está en esto, y que si algo sale mal, no estoy sola.
Caminamos hasta donde parece estar el dueño del lugar, un terrestre ya anciano, que nos mira desconfiado.
Skaikru —murmura con un dejo de desprecio y tal vez sorpresa en su voz—. ¿No les basta con bombardear nuestras aldeas que también tienen el descaro de meterse en nuestros negocios?
— Disculpe, pero debe haber un malentendido —para mi sorpresa, Bellamy no cede a la provocación, sino que se adelanta, con voz serena—. Nuestra única intención desde nuestra llegada a la Tierra no ha sido otra que adaptarnos y sobrevivir. De nada nos serviría matar a los únicos que nos pueden enseñar como hacerlo. Además, no venimos a robar, solo necesitamos ropa.
— ¿Qué acaso la suya se la olvidaron en el espacio? —agrega una voz burlona, desde el otro lado del negocio y un par de terrestres se ríen con él. Pero no el dueño. Bellamy aprieta más el agarre de nuestras manos, y puedo ver que se está esforzando por ser paciente y controlarse.
— Lo lamento chicos, pero no puedo ayudarlos —el anciano se da media vuelta y el pánico me inunda. La constante negativa del hombre hace que mis nervios terminen de estallar.
— ¡Por favor, necesitamos entrar a Polis! —protesto, explotando.
Todos me miran sobresaltados, incluido Bellamy. ¿Qué acabo de hacer? Me tapo la boca con mi mano derecha, ya que la izquierda sigue aferrada a la de Bell. No necesito un espejo para saber que estoy hecha un tomate.
— ¿Por qué necesitan ir a Polis? —el terrestre que hace unos segundos se burlaba de nosotros, ahora lo tenemos enfrente, muy serio.
— Secuestraron a un amigo.
— El Peacemaker —completa Bell.
— Lo lamento, pero no puedo —vuelve a hablar el dueño, retrocediendo.
Derrotada, me doy media vuelta, con la intención de salir lo más rápido posible de acá. Si no nos van a ayudar, no hay motivo para seguir arriesgándonos.
Pero Bellamy se queda fijo en su lugar, lo que provoca que, al alejarme, regrese a él de un tirón por nuestro agarre.
— ¿Qué...?
— Esperá a que se vayan los demás —me susurra con disimulo, sin despegar los ojos de los terrestres. Quiero protestar, decirle que no tiene sentido exponernos más, pero algo en su mirada me frena. No sé qué espera lograr, pero termino asintiendo y empezamos a recorrer el negocio.
Mientras finjo leer algunos libros, miro de reojo a los terrestres. Canjean un par de armas pequeñas por un mapa. Intento leer lo que dice, pero está escrito en trigedasleng, y no lo entiendo. De todas maneras, agarro un pedazo de carbón que hay en el suelo y, en el interior de La Sirenita, escribo las palabras lo mejor que puedo.
The Floudon Kru. ¿Otro clan, quizás? Suena parecido a Skaikru y Trikru.
Por suerte, los terrestres no tardan demasiado y salen, riéndose y con el mapa en mano.
Se escucha el relinchar de los caballos y Bellamy mira por las ventanas. Al asegurarse de que se fueron, se acerca hasta el dueño del lugar.
— Sé que tiene algo para nosotros.
— Sabía que no eras ningún tonto, muchacho —sonríe satisfecho y desaparece por una puerta detrás de él, para regresar a los pocos segundos con dos conjuntos de ropa.
— Gracias —responde Bellamy, devolviéndole la sonrisa, mientras yo dejo escapar todo el aire contenido en mis pulmones, perpleja. Pero el alivio supera el desconcierto, y agarro las prendas.
— Tu hermana no exageró cuando dijo que eras inteligente.
Cualquier tipo de tranquilidad y serenidad desaparece y el ambiente se vuelve tenso. "Nunca nos animamos a entrar, aunque ahora que lo pienso, capaz O si lo haya hecho. Ya no estoy seguro de nada."
— ¿Cómo...? —empieza Bellamy, que ya no sonríe, pero el hombre contesta antes de que pueda terminar de formular la pregunta.
— Tranquilo, nunca le toqué un pelo —levanta las manos inocentemente, acto que queda ridículo en un hombre de su edad y postura—. Lincoln siempre vino con ella. Tengo que admitir que me costó reconocerte pero, al ver que se quedaron, mis sospechas fueron confirmadas.
Bellamy da un paso al frente algo molesto, pero yo aprieto nuestro agarre. Me mira confundido y le devuelvo la mirada mientras niego con la cabeza. No tiene sentido pelear cuando acabamos de lograr que nos ayude. Él se relaja y solo asiente.
Suspira cansado y vuelve a posar sus ojos sobre el terrestre.
— Otra vez, gracias —nos damos media vuelta pero su voz nos detiene.
— Pueden pasar la noche acá, si les parece.
— No, grac...
— Claro, eso sería genial —corto a Bellamy con una sonrisa y él me mira confundido.
— Permítanos unos segundos —dice entre dientes, a lo que el anciano asiente, y el morocho tira de mí hacia afuera.
Al salir, un viento helado golpea mi cara. ¿Es que acaso no hacía como cuarenta grados hace unos minutos? Ya es completamente de noche y se pueden oír los búhos a nuestro alrededor.
— ¿Qué pasa? —le pregunto, fingiendo confusión. Sé perfectamente lo que sucede.
— ¿Es en serio? —me pregunta visiblemente molesto- ¡Es un terrestre, Clarke! ¡No podemos confiar en él!
— Primero que nada, no me grites: te escucho perfecto. Si seguís haciéndolo, puede que él te escuche y se retracte en su oferta. Segundo, conoce a Lincoln y a Octavia.
— ¿Y eso ya lo convierte en alguien de confianza? —suelta furioso, aunque ya no grita.
— No exactamente pero, seamos prácticos: no tenemos donde caer muertos.
— Si, tenemos la cueva o podemos conse...
— Bell, estoy cansada. No pienso discutir, pero menos ceder. La cueva está a casi un día de camino, y dormir afuera no es opción. Hace un frío de morirse. Pasamos la noche acá, punto final —le digo firme, con la voz a punto de quebrárseme. Apenas puedo mantener los ojos abiertos por el cansancio.
Escucho como suspira derrotado y siento que pasa por al lado mío para volver a entrar al negocio.
Cierro los ojos, cuento hasta diez, y vuelvo a abrirlos. Puedo distinguir, a lo lejos, el bosque que brilla. Mi mente viaja a recuerdos buenos, de los pocos que experimenté en la Tierra que me sacan una sonrisa. Podríamos haber acampado ahí, pero no podemos correr el riesgo de que nos atrapen. No pienso correr el riesgo de que seamos víctimas de otra emboscada.
Cuando regreso al negocio, solo veo al dueño terminando de ordenar un par de cosas y meterlas en una bolsa grande de cuero.
— Blake está en la parte de atrás —me avisa sin mirarme, y me sorprendo al escuchar que lo llama por su apellido. Abro la boca para preguntarle como lo sabe cuando me doy cuenta de que es muy probable que Octavia se lo haya comentado.
— Gracias —paso a su lado, pero no puedo evitar sentir curiosidad por lo que hace—. ¿Está empacando?
La simple duda me alarma. ¿Por qué nos dejaría justo ahora? ¿Y si Bellamy tenía razón y nos estaba tendiendo una trampa?
— Voy a cazar. De noche es el mejor horario en la zona, y la luz del bosque me permite ver perfectamente —me responde y me mira. Al verme asustada, suelta una carcajada suave y sigue con sus cosas—. Tranquila, van a estar bien. Se nota que tu novio sabe lo que hace.
— ¿Gracias? —no sé muy bien que decir, como también me descoloca un poco la palabra novio, por lo que extiendo mi mano— Por cierto, soy Clarke. Clarke Griffin.
Adelphos kom Trikru —acepta mi mano, aunque se nota que no está acostumbrado a este tipo de saludos— Griffin no me gusta. ¿Te molesta si te llamo Clark kom Skaikru?
— No hay problema —me limito a decir, algo confundida.
Suelto el agarre y, al ver que vuelve a centrarse en sus cosas, entro a la habitación continua, en la cual parece que vive.
Absolutamente todo está cubierto de pieles: la cama, el piso, las mesas, los demás muebles también.
Lo único que alumbra el lugar son algunas velas y la luz de la luna, que entra por un enorme ventanal que hace de techo. Es increíble. Debido a los colores de los bosques fluorescentes de los alrededores, la luna parece azul.
Poso mis ojos en la cama y sin pensarlo demasiado, apoyo la muda de ropa que me dio el terrestre sobre una mesa de noche que hay al lado, mientras yo me recuesto sobre las sábanas de pieles.
Escucho el sonido de agua fluyendo pero, antes de poder darme cuenta de qué es o de dónde proviene, me quedo dormida.

~
Lo prometido es deuda.
El maratón va a ser corto (un cap por día de lo que resta el finde) porque se acerca mi cumple (21/11 anoten ahr) y YA SON +200 VOTOS Y +3K DE LECTURAS OMAIGA.

Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora