Capítulo 19

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Capítulo anterior:
— ¿Es eso acaso..?
— Un ángel —termina él por mí, y me mira esperanzado.
— Eso quiere decir que hay manera de que ustedes puedan volver.
— ¡Exacto! Así que, después de ayudarte, solo tenemos que encontrar a este ángel. Tal vez ni sea necesario ir con Adelphos —me mira, feliz. Sus ojos reflejan un fe que antes no estaba—. Clarke, acabo de encontrar el camino a casa.

Maratón 2/9We live in cities you'll never see on screenNot very pretty, but we sure know how to run thingsLiving in ruins of a palace within my dreamsAnd you know, we're on each other's team- Team, Lorde

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Maratón 2/9
We live in cities you'll never see on screen
Not very pretty, but we sure know how to run things
Living in ruins of a palace within my dreams
And you know, we're on each other's team
- Team, Lorde

— No creo que sea tan fácil, como tampoco creo que eso sea exactamente un ángel —Sam aparece detrás nuestro.
— ¿Es que acaso puede ser más obvio? —pregunta algo molesto Dean.
— Encontré esto abajo del asiento —saca una jeringa con un líquido negro.
— Ajá, ¿y?
— ¿Cómo que "ajá, y"? Dean, esto es diclonina.
— Calmante —agrego y él asiente—. En mis prácticas lo usaba más que nada como anestesia para el dolor de garganta.
— Los ángeles no tienen dolores de garganta —murmura Dean, exasperado.
— Igual todavía podemos encontrar a esta persona —digo tratando de subirles el ánimo.
— Clarke, no creo que eso sea posible.
— ¿Por qué no? A ver, Polis puede ser grande, pero con un poco de esfuerzo...
— No es eso —me interrumpe y señala la nave—. Lo único que hay en la nave, aparte de la jeringa, son los tableros. Sin querer, apreté un botón al levantarme y se prendieron. La fecha en la que está configurado el software es del 2052.
Veo como Dean cuenta con los dedos, pero yo sé perfectamente hace cuanto fue.
—Noventa y siete años —por tercera vez en la noche siento que me voy a desmayar. Pero esta vez mi cuerpo permanece inmóvil.
— ¿Significa algo?
— En el 2052, ocurrió el cataclismo, básicamente guerras nucleares. Son el motivo por el cual la Tierra es así ahora. La razón por la que la gente tuvo que vivir de manera definitiva en el Arca. Lo cual quiere decir que, quien sea que haya viajado en esa nave...,
— ...debe haber muerto hace años —termina por mí la frase—. O sea que no hay forma de saber más de las pinturas o cómo volver.
— O sea que no tenemos nada —agrega Dean frustrado.
— Dean, siempre tan positiv... —no logro terminar al ver su remera. Está empapada de sangre y tiene un corte. El recuerdo de la herida de Bellamy me asalta— ¿Dean, qué tenes ahí?
— ¿Eh? —al principio parece no entender, pero sigue mi mirada y lo nota. Agarra el borde de su remera y la estira hacia adelante—. ¿Esto? No es nada.
— Dean.
— ¡De verdad! El guardia me clavó La punta de su lanza nada más, así que no hay de que preo...
— ¡¿Qué hizo qué?! —este chico me tiene que estar cargando—. Sam, hay un botiquín en la mochila.
El recién mencionado asiente y corre hasta ella, junto con las otras que habíamos dejado al lado de la puerta.
¡¿Cómo pude ser tan ciega?! Todo este tiempo victimizándose por mis amigos y un rasguño estúpido cuando él podía estar desangrándose perfectamente. Me siento peor que nunca. Incluso peor que hace unos minutos atrás cuando maté a aquel guardia. Si, soy solo una adolescente, pero también soy doctora. O algo menos ese era mi sueño. Puede que no haya completado mis estudios de medicina, pero sigue siendo mi deber. Al menos yo lo siento así.
Sam no tarda nada en darme el botiquín improvisado y se lo agradezco.
— ¿Podrías seguir revisando los tableros de la nave? —le pregunto mientras saco la botella de alcohol y un pedazo de tela. Realmente esto me recuerda a Bellamy y la cueva...
Intento dejar de pensar en eso al sentir como mi cara se pone roja. No tendría que estar pensando en eso ahora. No en sus besos, sus brazos, su pelo...
— ¿Segura que podés con eso? —la voz de Sam interrumpe mis pensamientos indecorosos, lo que hace que me ponga aún más roja, si eso es posible— ¿Clarke? ¿Te sentís bien?
— Si, si, perfectamente —trato como puedo de ocultarme entre mi cabello.
— Es que te pusiste muy colorada de repente...
— Tengo un poco de calor, nada más —le aseguro, y parece creerme.
— Bueno, como te decía, ¿segura que podés con...?
— Estudio medicina —me acuerdo de la pregunta completa, por lo que lo corto y le respondo con una sonrisa. Él solo me mira sorprendido. Ambos hermanos, en realidad—. Bueno, estudiaba. Ya sé, ya sé. Después les cuento, pero ahora ¿podrías hacerme ese favor?
— Claro —se encoge de hombros y se da media vuelta, caminando hacia la otra punta de la sala.
Dejo escapar un suspiro, más relajada, y llevo ambas manos a mis cachetes: están hirviendo todavía. Aún así, vuelvo a centrar mi atención en Dean.
— Levantate la remera —le ordeno mientras también saco una cantimplora con agua de la mochila.
— ¿Ni siquiera una cita primero? —me pregunta divertido y yo ruedo los ojos, exasperada. Hasta en decir pavadas se parece un poco a Bellamy.
— Haceme caso que sino en cualquier momento te vas a desmayar por pérdida de sangre.
Finalmente, deja de hacer chistes y se saca la remera. Para alegría de ambos, la puñalada no es muy profunda y no creo que la lanza haya llegado a tocar o dañar ninguno de los órganos vitales, pero no me confío en que no pueda infectarse.
Agarro una cantimplora con agua y le limpio la sangre que rodea la herida. Acto seguido, agarro la tela y el alcohol. Al estar distraído viendo las pinturas prácticamente pega un salto en su lugar al segundo que el paño empapado hace contacto con la lastimadura.
— ¿Qué es eso? —pregunta entre dientes, aunque no se queja.
— Aunque me encantaría, no tengo desinfectante, así que te vas a tener que conformar con esto —me arrebata la botella de las manos y le da un trago.
— ¿Whisky? ¿En serio? —me pregunta curioso.
— Si hubiera sabido que eras tan exquisito, hubiera pasado por la licorera que no existe a comprarte una cerveza inexistente.
— Muy chistosa —murmura para después soltar un gemido de dolor, lo que hace que me ría.
— Me hacés acordar a alguien —digo mientras intento ser más cuidadosa.
— ¿A ese tal Bellamy?
— Si.
— ¿Sabías que cada vez que hablás de él se te ilumina el rostro? —siento como mis mejillas arden todavía más y estoy noventa y nueve por ciento segura de que siguen estando rojísimas—. ¿Él siente lo mismo?
— ¿Eh? Si, creo que siente que más que yo incluso.
— ¿Cómo que más que vos?
— Es complicado. No nos conocemos hace mucho en realidad. Ni siquiera estoy segura de lo que siento a ciencia cierta —me doy cuenta de que nunca había hablado de lo que me pasa con nadie descontando la charla breve con Lincoln, y que se siente bien que alguien esté dispuesto a escucharme
— ¿Se conocieron en la tal Arca?
— Para nada. No conocí a Bellamy Blake hasta que aterrizamos hace dos meses.
— Bueno, dos meses es suficiente tiempo como para conocer y enamorarse de alguien, ¿no?
— No si pasas la mayor parte de ese tiempo en un especie de coma —termino de desinfectarle la herida y agarro aguja e hilo que me dio Adelphos, alegando que probablemente las necesitaría.
— Es una broma, ¿no? Esta es la parte en la que te reís y me decis algo como "¡te la creíste!".
— Ojalá fuera así —suspiro para luego comenzar a coserlo.
— ¿Cómo es posible que cayeras en coma? —las palabras le salen apretadas al sentir la aguja en su piel.
— Los estudios dieron todos normal, así que en realidad no sé. Bell dice que fue por el estrés.
— Y como no, si desde que te conocí no relajaste el ceñ... ¡Auch!
— Ups —digo divertida luego de haberlo pinchado a propósito con la aguja.
— Pero, en serio, ¿por qué el estrés?
— El Arca se estaba quedando sin oxígeno. Había que hacer sacrificios por lo que el Consejo decidió que cien de los prisioneros serían enviados a la Tierra a evaluar si era apta o no. En otra palabras, se querían deshacer de nosotros.
— ¿Tantos prisioneros tenían?
— La Justicia en el espacio no funcionaba igual que en la Tierra. Por temor a la sobrepoblación, sin importar el delito que cometieras, eras flotado, excepto que fueras menor de edad. En ese caso, eras encerrado y esperaban a que cumplieras los dieciocho.
— ¿Flotado?
— Abrían una compuerta y te tiraban al vacío. Sin tubo de oxígeno, sin nada.
— Bancá un segundo. Dijiste que solo los menores eran prisioneros.
— Ajá —sinceramente, no sé que me impresiona más: estar cosiéndolo decentemente a pesar de mis nervios, o que él no parezca sentirlo.
— Entonces, ¿qué hacías vos ahí?
— No falta mucho para que cumpla dieciocho.
— ¡¿Qué?! —casi pega un salto, pero logro evitarlo, empujándolo para que vuelva a su posición anterior.
— No grites ni te muevas mucho porque te voy a terminar cosiendo la boca.
— Ok, ok. Es que simplemente pareces más grande.
— Capaz sea por el cansancio.
— Puede ser, pero nos estamos desviando del tema principal: lo del estrés —tomo una bocanda de aire y la suelto. La realidad es que me da un poco de bronca recordar la actitud estúpida de todos y mi esfuerzo completamente inútil para mantenerlos sanos y salvos.
— Siempre fui una persona responsable y la Tierra no iba a cambiar eso. Apenas llegamos, quise ir al Monte Weather porque ahí había suministros. Pero a la hora de organizar una búsqueda, Bellamy y sus minions se interpusieron, dando un discurso estúpido de como nosotros, hijos de padres del Consejo, tendríamos que hacer por una vez el trabajo sucio.
— ¿Fue un viaje difícil?
— En todos los aspectos posibles. Jasper, uno de los chicos que decidieron acompañarnos, resultó herido por una lanza y casi muere. Al volver al campamento para buscar ayuda, Bellamy estaba haciendo que uno de sus minions y mi mejor am... ex mejor amigo se pelearan. Al separarlos, me di cuenta de que se estaban sacando lo único que demostraba que la Tierra era habitable: unas pulseras que enviaban nuestro pulso al Arca. Si ellos creían que estábamos muriendo...
— ...no iban a bajar nunca.
— Exactamente —le digo mientras lo vendo para cubrir la herida recién cosida.
— Perdón, pero hay algo que no entiendo. ¿Cómo es que pasaste de decirle estúpido a parecer vos la estúpida cuando hablás de él?
— En el fondo, Bellamy no era tan así. Si era un líder innato, los demás lo seguían porque los inspiraba, pero no quería crear caos por el simple hecho de hacerlo. Él solo intentaba proteger a su hermana. Es por eso que vino a la Tierra también.
— Así que te interesan los hombres mayores —dice divertido y le ajusto de más las vendas, por lo que gruñe de dolor. Qué buena técnica para hacer callar a los hombres.
— Ups otra vez —me río y empiezo a guardar las cosas en el botiquín cuando me detiene.
— Tenemos que desinfectarte el corte ese —me dice, señalando mi cara.
— Casi lo olvido —vuelvo a sacar las cosas, pero cuando empiezo a verter algo del alcohol en otro pedazo de tela, me lo saca de las manos. Trato de quejarme, pero me calla.
— Te lo debo. Vos te hiciste cargo de mi herida, yo me hago cargo de la tuya.
Finalmente, acepto. Es decir, deben haber pasado por millones de situaciones que seguramente requirieron de asistencia médica y ellos mismos tuvieron que hacerse cargo.
Al tocar mi herida, pego un gritito de dolor y él se ríe.
— ¿Quién es la blandita ahora?
— Te recuerdo que tu hermano te saca varias cabezas de altura y puedo pedirle que te golpee por mi.
Touché.
No tarda mucho. El corte no es la gran cosa, y es que parece más un raspón.
— ¡Sam! —lo llamo luego de terminar de guardar las cosas y pararme. Si a Dean habían alcanzado a lastimarlo, era probable que a su hermano también.
— ¿Qué pasa?
Me acerco a él al segundo que sale de la nave y le hago una mini revisión.
— Tranquila, el guardia no consiguió tocarme —me sonríe y yo lo imito.
— ¿Novedades sobre los tableros?
— No mucho. Parece ser que no era un viaje planeado. Fue más como una cápsula de escape —aunque intenta sonar calmado, se peina para atrás el pelo con los dedos, frustrado.
— Apenas sucedieron las guerras, el Arca estaba dividida en trece estaciones. Para poder funcionar mejor, se decidió que se unirían. Todas se pusieron de acuerdo excepto la estación número trece. Al no aceptar, fue destruida.
— ¿Creés que alguien de ahí consiguió escapar? —pregunta, levantando una ceja.
— Podría ser. Sino, ¿qué otra explicación tenemos? —vuelvo a mirar las letras de Polis en la puerta y las toco. Una idea se me cruza por la cabeza— Sam, pasame tu celular.
Me lo alcanza y alumbro la zona.
Varias partes están quemadas e indican que tal vez, solo tal vez, Polis no era la palabra original. Finalmente, me doy cuenta el porqué me sonaba tanto.
— Polaris —murmuro y raspo un poco las partes quemadas, aunque sé que no voy a lograr nada al hacerlo.
— ¿Perdón? —se acerca a mí, intentando ver lo mismo que yo.
— Polaris era el nombre de la estación número trece.

Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora