Capítulo 29

250 9 1
                                    

Capítulo anterior:
— Klark kom Skaikru —repite el cojo, divertido, como si estuviera probando cómo suena mi nombre en su boca—, es un placer conocerte.
No estoy muy segura de poder corresponderle en sentimiento.

No I don't know why seasons changeHow we get back to the start- Stealing cars, James Bay

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No I don't know why seasons change
How we get back to the start
- Stealing cars, James Bay

El interior de la cabaña es completamente opuesto a su exterior. Mientras que por fuera está rodeada de basura, por dentro se encuentra muy ordenada. Sin quererlo, en mi mente la comparo con el negocio de Adelphos. Acá no hay libros, aunque si mantas. Todo es una sola habitación grande, y no veo ninguna bañera u objeto para higiene por ningún lado. ¿Cómo hacen...?
— Si necesitás usar el baño, hay un cubículo afuera —Wells parece leer mis pensamientos. A decir verdad, no me sorprende. Siempre ha podido leerme con facilidad, al igual que yo a él.
— ¿Un cubículo? —pregunto, curiosa.
— Si, yo también puse esa cara cuando lo escuché por primera vez —responde riendo. Esa risa si suena a Wells, al Wells que era mi mejor amigo. Sonrío involuntariamente—. Es como una habitación muy pequeña en forma de rectángulo en la que solo hay un inodoro. Antes del cataclismo lo usaban mucho acá.
— ¿Cómo es que nunca lo escuchamos o vimos en los registros del Arca?
— Seguro fue porque pensaron que era símbolo de pobreza. Ya sabés lo mucho que les importaba el proteger la imagen del pasado.
Asiento despacio, al darme cuenta de que tiene razón. Sí habíamos visto en Historia sobre la gran pobreza y sobrepoblación que había en la Tierra cuando empezaron a llover las bombas, pero nunca tuvimos imágenes de esos momentos. Ahora que lo pienso, nunca vimos videos o fotos en los que no hubiese gente sonriendo, rodeada de lujos.
— ¿Conseguiste las almejas, Skaren? —la voz del cojo, quien ahora puedo identificar como Zoran, me saca de mis pensamientos. Otan, el más alto, comienza a hacer un fuego y, al conseguirlo, pone sobre este una olla con agua.
Skaren. Ese el el único nombre por el que llaman a Wells. Quiero preguntarle el porqué, pero él responde antes de que pueda hablar.
— ¿Acaso dudás de mis capacidades negociadoras? —pregunta divertido y saca de una mochila, que no le había visto en todo el trayecto, una bolsa de tela mojada. Se la tira a Zoran, quien la ataja en el aire. Al abrirla, sonríe.
— Incluso conseguiste dos mejillones —comenta complacido.
— Y todo por tres ardillas —alardea orgulloso de sí mismo Wells.
— Y todo por tres ardillas —repite el terrestre, y lo mira—. Excelente trabajo, Skaren. No esperaba menos, la verdad.
Wells no le responde, pero lo conozco lo suficiente como para saber que ese brillo en sus ojos y el como ensancha su pecho demuestran felicidad por aquella aprobación. A la única persona que solía mirar así era a su padre cuando le daba un cumplido, que a la verdad, pocas veces sucedía, y siempre tenía un dejo de insuficiencia en su voz.
Pero el halago de Zoran es sincero, y su voz, lejos de sonar fría, se escucha cálida. Por primera vez en toda la tarde, no me molesta tanto su sonrisa.
— Bueno, tengo que conseguirle a Clarke algo de... —comienza Wells luego de unos segundos de silencio, pero Zoran lo calla de un chistido.
— No y no. Primero vamos a comer —la sonrisa desaparece de su rostro, aunque no se lo ve enojado, sino más bien frustrado—, y después vemos cómo podemos hacer para ayudar a la hainofi.
— ¿Hainofi? —esta vez no me aguanto la curiosidad y pregunto. Zoran me mira, divertido, pero es Wells quien me contesta.
— Es "princesa" en trigedasleng.
Quiero preguntar también por qué me llamó así (¿por qué todos me llaman así?), pero el ruido del agua hirviendo no me deja, ya que nos distrae a todos y los pone en movimiento para preparar la comida.
La siguiente hora se pasa entre cocinar y comer. Me sorprendo al escuchar hablar más de dos palabras a Otan, quien parece estar más relajado en compañía de Wells y Zoran, aunque aún parece dudar de si fue buena idea aceptar ayudarme. Ayudarnos, en realidad. Todavía no me acostumbro a la idea de que ya no voy a entrar sola a Polis.
Al principio me negué a comer. La verdad es que me daba vergüenza el no haber aportado nada a la comida, pero Wells insistió que iba a necesitar esa energía si quería siquiera caminar hasta la ciudad. No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que probé la primer almeja.
— Madre mía... —susurré fascinada, limpiándome la boca con el dorso de la mano— ¿Esto comen todos los días?
— No todos los días —me responde Wells, mirándome entretenido—. Solo si llega lo que pescaron los de Floukru y si tengo lo suficiente para poder negociar.
— Skaren siempre tiene lo suficiente para negociar —interviene Zoran, quien termina de vaciar la última almeja en su boca—. Desde que está con nosotros, comemos mejor que nunca.
Wells se sonroja ante el cumplido a diferencia de su actitud ante el primer elogio. No sé cuánto tiempo haya pasado con estos terrestres, pero parece no haberse acostumbrado aún a que haya gente que lo valore.
— Como decía —continúa Wells al recomponerse—, solo a veces. Sabía que te iban a encantar.
— "Encantar" le queda corto —admito y acepto un vaso de agua que me da Otan.
Para cuando terminamos de limpiar todo lo de la cena, ya es de noche por completo. Los terrestres son los primeros en irse a dormir y no tardan en lograrlo. A pesar de lo ruidosos que son sus ronquidos, no me molestan. Supongo que ya me había hecho a la idea de que así serían, no sé porqué.
Mientras yo sigo sentada en la misma silla en la que cené, Wells termina de ordenar unas cosas. Para comer había tenido que sacarse el pañuelo, y tuve que apurar una almeja a la boca para evitar que vean mi reacción. La cicatriz es bastante impresionante, y le recorre casi toda la cara. Recordé que la vez que intentó secuestrarme, no la tenía. ¿Qué tan reciente es, entonces? No pude preguntarle mientras cenábamos. Me dio la impresión de que capaz lo pondría incómodo frente a sus nuevos ¿amigos? ¿familia? No sabría cómo definir la relación que tienen. Así que esperé a que estuviéramos solos.
Wells termina con lo que está haciendo y se sienta en la silla continua a la mía.
— ¿Qué querés preguntarme? —suelta apenas llega al lado mío. Yo abro los ojos asombrada.
— ¿Cómo...?
— Podía sentir tu mirada clavada en mi espalda. No sé si es algo bueno o malo —comenta y sonríe tímido. Esa era una de las sonrisas de las que sí estaba acostumbrada a ver en él—. Además, te conozco, Clarke. Te debés estar muriendo por averiguar todo sobre este lugar y esos dos terrestres.
Bajo la mirada, avergonzada. ¿Tan obvia soy? No, no es eso. Es lo que dijo Wells: me conoce. Estaba tan concentrada en que yo era la que lo conocía, que me olvidé que él también recuerda como soy.
— ¿Por qué te dicen "Skaren"? —es lo primero que le pregunto luego de unos segundos de silencio, con los ojos todavía clavados en la mesa.
— Por la cicatriz. Significa eso mismo, "cicatriz" en trigedasleng —me siento estúpida cada vez que descubro el sentido de las palabras en ese idioma y me doy cuenta de que solo era cuestión de conectar dos y dos para saberlo.
— ¿Y cómo...? Es decir, si no querés contarme, está bien, es decir... —comienzo, pero me arrepiento a medio camino al recordar que cuando lo volví a ver, él casi no explicó nada sobre el ataque.
— No es mucho más de lo que te conté, la verdad —pero a Wells no parece molestarle hablar de esto—. Fue el mismo día que te vi por última vez. Estaba enojado conmigo mismo por haber intentado convencerte de que vinieras conmigo cuando sabía que seguías (o seguís, no sé) odiándome por lo de tu padre. Ya estaba viviendo con Otan y Zoran, y me tocaba cazar a mí. Yo ya sabía cómo hacerlo. Ellos me habían enseñado y nunca fallaba. Pero ese día estaba furioso, y actúe según mis emociones, y no sobre lo aprendido. En un momento de distracción, la pantera me rasguñó la cara.
Al mencionar su cicatriz, despego los ojos de la mesa y lo miro. No suena triste, ni enojado, tampoco molesto. Su voz es monótona y sus ojos no reflejan emoción alguna.
— No fue la gran cosa. Sigue sin serlo, en realidad. Solo pasaron unos días y ya cicatrizó bastante bien, aunque sé que no se me va a ir nunca.
Tiene razón. Al igual que el corte en mi rostro, el suyo tampoco va a desaparecer.
— Wells, ¿por qué te fuiste? —si quiero saber cómo llego a vivir así, tengo que lograr que me cuente todo desde el principio.
Me mira sin decir nada por unos segundos antes de responder.
— Porque estaba harto.
— ¿Harto de qué?
— ¡Harto de todo! De vos desmayada y aún odiándome, de Bellamy pudiendo tomar todas las decisiones sin que nadie lo cuestionara, de que nadie pareciera preocuparse por cómo me sentía yo —se para de manera abrupta y se aleja unos pasos, dándome la espalda. Inhala y exhala sonoramente antes de darse vuelta para poder mirarme—. ¿Qué sentido tenía que siguiera quedándome? No había nada que me atara ahí.
El corazón se me estruja, y por primera vez desde que hizo flotar a mi padre, siento que lo entiendo. No lo justifico, y una parte de mí sigue odiándolo como él dijo, pero entiendo su sentimiento de no encajar, de no ser capaz de decidir por uno mismo.
Delante de mí se encuentra quien fue mi mejor amigo por más tiempo del que puedo recordar, el hermano que nunca tuve permitido tener. Me doy cuenta de que es de la poca familia que tengo y con el que comparto buenos recuerdos.
— ¿Y? —parpadeé sorprendida.
— ¿Cómo que "y"? ¿No escuchaste lo que te dije? —sabía que lo que le preguntaba era obvio. Ya nos habíamos alejado lo suficiente de los parlantes como para poder hablar sin necesidad de gritar por la música.
— Clarke, el hecho de que ese chico esté entrenando para ser guardia no significa que lo sea aún —me dijo como si le acabara de contar una estupidez. Nunca lo habría dicho así si no estuviera bajo los efectos del alcohol—. Puede que haya venido por la misma razón que nosotros: para divertirse.
— Pero...
— Sin peros. Además, ¿no dijiste que estaba acompañado por una chica? Capaz está acompañando a su novia. No creo que reporte la fiesta si está con alguien acá. Los perjudicaría a ambos.
Aunque no quería admitirlo, su conclusión era lógica. Entonces, ¿por qué seguía teniendo una mala sensación?
— ¿Qué pasa, Clarke? De verdad —el tono serio de su voz me sorprendió. Suspiré cansada. No podía mentirle. Él siempre lograba darse cuenta de si lo hacía.
— No sé. Creo que es porque no me siento cómoda, y todavía no puedo entender porqué querías venir. A vos nunca te gustó la música fuerte o el griterío. Ni se te ocurra volver a decirme que "hay una primera vez para todo" porque no te creo. ¿Qué te pasa a vos, Wells?
Pero mi amigo no logra contestarme por los gritos de guardias por encima de la música. Logramos salir del salón justo antes de que empezaran a arrestar gente.
Bueno, tal vez ese no fue un buen recuerdo en sí. Pero aún así me hace bien recordar mi vida antes de que me sacaron todo lo que tenía.
Quiero decirle que si tenía a alguien, que me tenía a mí. Que aunque lo odiara, los primeros días habíamos trabajado juntos y me había logrado olvidarme de nuestra mala suerte por un rato.
Pero nada de eso sale de mi boca.
— ¿Cómo conociste a Otan y Zoran? —le pregunto en su lugar. La compañía de los terrestres parece ponerlo de buen humor en general.
— La primer semana solo fue difícil —confiesa mirándome, pero no se sienta—. Cazar no me costó porque Bellamy, a pesar de las peleas, me había enseñado una o dos cosas que me terminaron sirviendo. El problema fue la soledad. Me había acostumbrado a estar solo, pero rodeado de gente, no solo solo. No sé cuánto tiempo caminé hasta que llegué acá. La noche que encontré este lugar estaba lloviendo como nunca había visto, y poder dormir bajo techo fue mi salvación. El problema fue cuando, al otro día, me desperté con un terrestre con un cuchillo contra mi garganta. Si Zoran no hubiese accedido a escuchar mi historia, Otan me habría abierto la garganta en menos de un segundo.
Ahogo un grito de espanto. A pesar de haberle deseado la muerte incontables veces antes de irme a dormir en mi celda después de haber llorado por horas al recordar que nunca iba a volver a ver a mi padre, el solo hecho de imaginarme a Wells muerto me descompone. Nunca podría recuperarme de algo así. Como ya dije, él es familia, y no estoy dispuesta a seguir perdiéndola. Al menos no de esa manera.
— No sé si fue porque encajé con su definición de marginado o porque solo sintieron pena por mí, pero la cuestión es que me aceptaron. Cuando empecé a cazar y a negociar lo que conseguía, me pidieron que me quedara con ellos —sigue parado y me empiezo a poner nerviosa. ¿Por qué no se sienta? ¿Tanto lo irritan mis preguntas que no puede volver al lado mío? Pero sé que mis pensamientos no tienen sentido. Si él no quisiera contarme, no lo haría, por lo que me animo a palmar la silla en la que estaba antes, y me hace caso. Pasan varios minutos antes de que vuelva a hablar—. Clarke, ellos son mi nueva familia. Este soy yo. El Wells que conocías vivía de la aprobación de su padre, del perdón de mi mejor amiga.
— ¿Por qué me estás diciendo esto? —sí me esperaba que sus respuestas me afectaran, pero no me había imaginado que la conversación iba a cambiar de rumbo de esta manera.
— Porque puedo ver en tus ojos que seguís buscando a ese Wells, y que te carcome por dentro el hecho de no encontrarlo.
Lo sé, obvio que lo sé. Sé que él cambió, que a Tierra lo cambió. Entonces, ¿por qué me duele tanto escucharlo decirlo?
Ninguno de los dos vuelve a hablar. Wells me lleva hasta el cubículo, y después me señala donde dormir. Su buenas noches consiste solo en un movimiento de cabeza.
Me duermo llorando, traicionando mi voto de odiar para siempre a quien alguna vez fue mi mejor amigo, y soñando con un baile de máscaras que tiene un final feliz.

Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora