Capítulo anterior:
— Buenos días —le susurro al tiempo que le doy un pequeño beso en el cuello y siento satisfacción al sentir como su piel se eriza.
— Buenos días, princesa —me dice alegre, y se da vuelta para depositar un suave beso en mis labios—. ¿Lista?
¿Cómo no estar lista para lo que sea cuando sé que puedo despertarme así?
— Lista.
Vamos a rescatar a los nuestros. Vamos a rescatar a Lincoln, Octavia y Finn, sin importar qué.Maratón 3/3
Hey now
We no longer wait around
My team stronger then weights now
Keeps on growing
Our muscle keeps on showing
- Here We Go, Lemonade Mouth Official SoundtrackSalimos de la habitación y, para mi sorpresa y alivio, Adelphos ya regresó.
— Veo que los tortolitos ya se despertaron —dice con una sonrisa divertida, mientras acomoda un par de libros. Uno de ellos llama mi atención.
— Perdón, ¿puedo? —le pregunto al agarrarlo.
— Claro —responde, encogiéndose de hombros, despreocupado.
Lo abro y lo huelo. Cierro los ojos y, al inspirar el olor, más recuerdos sobre el Arca vienen a mi mente.
— ¡Clarke, ya llegó Wells! —gritó mi madre desde la cocina, interrumpiendo mi lectura.
Estaba en mi habitación leyendo el libro que nos había asignado la profesora de Literatura mientras escuchaba un poco de música clásica.
Me saqué los auriculares y suspiré, cansada. Sabía perfectamente a qué había venido.
— Clarke, ¿estás lista? —me preguntó, asomándose por el umbral de la puerta de mi habitación.
— ¿De verdad tengo que? —protesté haciendo puchero, aunque sabía que no va a fucionar. Me veía ridícula haciéndolo, la verdad.
— Si, de verdad. Ahora, vestite que en quince minutos ya empieza.
Volvió a cerrar la puerta y se me escapó otro suspiro. Realmente no quería ir, pero tampoco podía dejarlo colgado. Él se merecía ir a esa fiesta. Era un alumno, amigo e hijo ejemplar. Lástima que no todos pudieran verlo, sobretodo su padre, el canciller. No importaba cuánto se esforzara Wells, para Thelonious Jaha nada era lo suficientemente bueno, lo suficientemente perfecto.
Miré hacia arriba y observé las estrellas. Hacía un par de días había pintado todo el firmamento que se podía ver desde el Arca. Sólo eran unas pocas constelaciones, ya que la vista era sumamente limitada, pero, aún así, estaba orgullosa de mi trabajo.
Me levanté de la silla de mi escritorio, al tiempo que guardaba el libro en la estantería y desenchufaba el reproductor de música.
Estaba por abrir la puerta y salir cuando me miré al espejo. Remera manga larga, pantalones anchos, botas tipo militar y el cabello peinado en una trenza. Terriblemente aburrida. Aunque no es como si hubiera demasiado ropa llamativa en el Arca. Lo más lindo que había visto era un vestido amarillo que una vez llevó Glass a clases. Por supuesto que nunca me quedaría. Nada me quedaba bien excepto por lo que tenía puesto en ese momento.
Pero, al recordar quien me estaba esperando detrás de la puerta, me ablandé. Como ya había pensado, se lo merecía.
Abrí mi guardarropas y traté de encontrar algo más colorido, más vivo. Para mi desgracia, mi ropa no era mucha y solo tenía una remera de un color que no fuere gris o negro.
Me volví a mirar al espejo, una vez cambiada. Remera de manga corta azul oscuro, pantalón algo más ajustado, las mismas botas y el mismo peinado. No lo pensé mucho y me solté el cabello. Traté de peinarlo como lo hacían la mayoría de las chicas, pero no me salió como se suponía que debía de lucirse. Al final, me decidí por una media colita. No era para nada normal en mí, así que me conformé con eso.
Quise sonreírle segura a mi reflejo, pero sólo logré una sonrisa tímida y avergonzada. Todo no se puede.
Al abrir la puerta, Wells no estaba. Sentí nudo en la garganta de solo pensar que se hartó de esperar y me había arreglado en vano. Pero toda preocupación se desvaneció al escuchar risas provenientes de la sala.
Al entrar, Wells estaba sentado en el sillón y veía un partido de fútbol con mi padre. Apenas ingresé, este último se dio cuenta de mi presencia. Me miró de pies a cabeza y soltó un silbido.
— ¡Clarke, qué cambio! —me dijo con una sonrisa llena de ternura— ¿A qué se debe?
— Vamos a ir a la fiesta de la cual le acabo de comentar, señor —contestó por mí Wells, quien no me sacaba los ojos de encima.
— ¿La de las máscaras? —preguntó, y mi mejor amigo asintió, emocionado— ¿La ilegal?
En ese momento, y casi al mismo tiempo, Wells y yo perdimos la sonrisa y, mientras que yo lo miraba molesta, en busca de una explicación, él tenía los ojos fijos en mi padre, nervioso.
— Tranquilos, no voy a decir nada —nos serenó con la misma sonrisa de antes.
Inmediatamente, soltamos en unísono un suspiro de alivio. Era bueno contar con alguien que nos diera una mano sin importar qué.
— ¿Clarke? —la voz de Bellamy me devuelve a la realidad.
Al abrir los ojos, sonrío avergonzada al ver como tanto él como Adelphos me miran extrañados. Aún sigo con la nariz pegada al libro.
— Amo el olor de los libros —es la única frase que puedo articular.
Mientras que Bell observa divertido (pero no burlón), Adelphos parece entenderme a la perfección.
— Puedo buscar la saga completa, si querés —me sugiere al tiempo que busca entre la pila de libros— Creo que acabo de ver el primero por algún lado.
— No hace falta —rechazo su oferta con amabilidad—. Solo quiero este. Y si puede ser un mapa de Polis, también.
— ¿Ya planean irse? —deja de lado los libros, prestándonos toda su atención. Su pregunta suena triste.
— No hay nada que nos retenga —le explica Bell, casi avergonzado. El hombre no había dejado de ayudarnos en ningún momento y ahora lo dejábamos, sin siquiera haber intercambiado más de diez palabras con él.
— Bien —suspira, resignado y nos da el mapa—. Si necesitan algo, saben dónde encontrarme.
Ambos asentimos y salimos del negocio. Pero una idea que comenzó a acechar mi mente desde que desperté, hace que me dé media vuelta y camine devuelta a la casa.
— ¿Clarke? —me pregunta Bellamy, preocupado al ver mi reacción— ¿Qué pasa?
— Me olvidé de algo, ya vuelvo —entro y veo que Adelphos sigue ordenando algunas cosas.
Al levantar la vista, sonríe extrañado y deja a un lado los libros.
— ¿Necesitás algo más, Klark kom Saikru?
— Necesito un arma —no sé porqué me cuesta tanto decirlo o porqué parece que me falta el aire al hablar, como si hubiera corrido un maratón.
Apenas me escucha, su rostro se ensombrece.
— ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? —su voz parece haber bajado varios tonos y hasta parece haberlo dicho susurrando.
— Creo que... ¿si?
Me mira dudoso, pero, de igual manera, desaparece por la puerta hacia su habitación. A los pocos segundos, regresa con un estuche de cuero rojo. Corre los libros hacia un costado y apoya lo que acaba de traer sobre el mostrador.
Abre el estuche y dentro está el cuchillo más extraño que vi en toda mi vida. Parece estar hecho de huesos y a los bordes de la cuchilla está lleno de dientes. Me dan ganas de desviar la mirada pero, al mismo tiempo, de agarrarla y examinarla.
— Podría darte cualquier arma, cualquier navaja o cuchillo —me dice serio, solemne, como si se tratara de un discurso previamente ensayado, creado para el momento en que aquello fuera sacado de su funda—, pero, por alguna razón, parecés una persona de confianza. Esto lo encontré anoche mientras que me adentré en una cueva en busca de un oso. Al verla, me llamó la atención, pero no lo suficiente. La iba dejar hasta que leí las inscripciones que tiene.
Me las señala. No reconozco ningún símbolo o letra o número. En un principio, pienso que podría ser trigedasleng, pero recuerdo que, al ver los mapas, los terrestres utilizan el mismo alfabeto que nosotros.
— ¿Qué dice? —le pregunto, impaciente. Se está haciendo rogar. Parece disfrutar ser el narrador de la historia.
— Es enoquiano, una lengua muy antigua. Más antigua que el mundo en sí —lo miro confundida y puedo observar un brillo extraño en sus ojos—. Es la lengua de los ángeles.
Sonrío, divertida. ¿A qué buen narrador no le gustan las metáforas?
Él parece no entender mi reacción, pero continúa hablando.
— "La marca y la espada juntas deberán trabajar —lee mientras señala los símbolos— porque sino a ningún Caballero del Infierno lograrás matar."
— ¿Es una adivinanza? —por algún motivo, las palabras "Caballero del Infierno" me inquietan, más de lo que me dan curiosidad, cosa que no suele pasar.
— Ojalá lo supiera. Tendría que revisar todos los libros hasta encontrar a qué se refiere con "marca" y "Caballero del Infierno".
— Bueno, gracias —prácticamente lo interrumpo, al volver a escuchar esas palabras. Guardo la espada en su estuche y este último, en un bolso que agarró Bellamy con el permiso de Adelphos.
Me doy vuelta pero él posa una mano en mi hombro y me gira para que lo mire. La intensidad en sus ojos me recuerda a la de los Blake.
— Necesito que entiendas que una vez que empieces, no hay vuelta atrás —trago saliva sonoramente. La mala sensación no parece tener planes de irse en un futuro cercano.
— ¿Empezar qué?
— A matar —la mala sensación pasa a ser horrible, y se adueña de mi pecho y siento que no puedo respirar. Un escalofrío recorre mi columna vertebral—. Después de matar por primera vez, de llevar un alma al infierno o al cielo, no te podés retractar ni dejar que la culpa te persiga eternamente, porque no hay manera de que la puedas recuperar.
Siento muchas ganas de de llorar y sé que tiene razón. Ojalá hubiera otra manera. Es decir, tiene que haberla, ¿no? Necesito hablar con Bellamy. Estoy segura que va a estar de acuerdo conmigo.
De imprevisto, Adelphos me abraza. Siendo sincera, mi primera reacción es gritar, pero de mi boca no sale más que un sollozo. Se separa de mí y sonríe, volviendo a ser el anciano amable que nos dio la bienvenida a su hogar.
— Perdí a mi familia hace unos años —me dice con pena al darse cuenta de lo incómoda que me puso—. Sofia, mi hija, era igual a vos.
De repente, me siento avergonzada por mi comportamiento. Una vez más recuerdo que, lo único que ha hecho desde que llegamos, es ayudarnos.
Pero también sé que mi reacción tiene sentido. Nuestra experiencia con terrestres, aparte de ser nula, no ha sido la mejor si dejamos de lado a Lincoln. Estoy en una Tierra completamente distinta a la que me esperaba, y estar alerta constantemente es de mis pocas defensas.
Vuelve a abrazarme, solo que esta vez si lo correspondo.
— Mebi oso na hit choda op nodotaim —susurra contra mi hombro— Que nos volvamos a encontrar.
— Que nos volvamos a encontrar —le digo al separarnos y,aunque quiera sonreírle, solo logro formar una mueca bastante lamentable.
Al salir del negocio, veo a Bellamy sentado sobre un tronco, revisando el mapa.
— ¿Por qué tardaste tanto? —me pregunta con la vista aún en el papel.
— Necesitaba... despedirme —suelto, no sé porqué.
Bellamy me mira y levanta una ceja, irónico.
— ¿Desde cuándo es tu parabatai? —cuestiona, bajando el plano.
— Primero, no trates de citar Cazadores de sombras conmigo. Segundo, nos ayudó mucho. Es un hombre mayor y vive solo. Tal vez un poco de agradecimiento le dé un motivo para sonreír.
— Si vos decís... —susurra antes de pararse y acercarse a mí.
Me agarra de la cintura y planta un beso corto y tosco sobre mis labios.
— ¿Celoso acaso? —le pregunto divertida. Ambos sabemos que la simple idea es ridícula, pero el aire se siente tenso. Ninguno de los dos sabe realmente cómo vamos a recuperar a nuestros amigos.
— Ni un poco —me responde con una sonrisa para después volver a besarme, esta vez por varios segundos.
Al separarnos, agarramos nuestras pertenencias y, de la mano, comenzamos a caminar hacia Polis.~
Bueno, este es el fin del maratón.
BANQUEN UN TOQUE, NO ME PEGUEN.
Hoy voy a publicar otro cap y mañana seguro también.
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Brave Princess. Rebel Leader. - Saga Black & White | Libro #1
FanfictionGanadora de los premios #The100Awards 2016 en la categoría Público "Mejor fanfic Bellarke" Sus diferencias son abismales. Ella es hija de diplomáticos, de personas importantes, gente que forma parte del Consejo. Ella es una princesa. Ha vivido toda...