Nuestras vidas comienzan

Capitulo 17

Nos seguimos besando por lo que me parecieron horas. Eso es lo que me pasa siempre con él, el tiempo se detiene o avanza más rápido.

Mi vestido se deslizó fuera de mi cuerpo. Maxon me tomo de las caderas y se sentó en el borde de la cama conmigo en su regazo y mis piernas enredadas en su cadera, atrayéndolo más a mí. Se levanto y sentí cuando me apoyó en la cama suavemente con él encima mío.

Dejo mis labios para bajar lentamente por mi cuello, dejando un rastro de besos húmedos por este.

-Tu piel es muy suave, ¿lo sabías?-me susurró en un jadeo. Yo sonreí.

-Es la primera vez que me lo dicen.

Lleve mis manos a su pecho desnudo y lo acaricie con la yema de mis dedos, y me encanto escuchar sus jadeos y gemidos en mi cuello haciéndome cosquillas. Noté que estaba rojo como un tomate, lo que me pareció muy adorable.

Lo bese con pasión tomándolo de las mejillas suavemente. Despacio lo acosté en la cama y quedando yo sobre él sin dejar de besarlo.

Le desabroché el cinturón y se lo quite. Estaba tan distraída con sus besos que me costaba deshacerme de sus pantalones. El rió contra mis labios.

-Te ayudo.-murmuro al tiempo que se bajaba el cierre.

Se los quite y a este paso los dos estábamos en ropa interior. Mi conjunto no era mucho, pero si caro y algo provocativo. Un corpiño rojo con encaje que dejaba ver muy bien mis pechos y que encajaban perfectamente; más su bombacha (no de cómo lo suelen llamar en su país). No me pareció mucho pero me hace sentir segura y sexy, cosa que las chicas (Marlee, Lucy, Mary, etc) dicen que es esencial en una chica. Sentirse segura de una misma y hermosa a la vez sin importar la opinión de los otros.

Mientras le daba besos en el cuello me acariciaba la espalda lentamente, y cuando llega al broche de mis sostén lo deshace y me lo quita. Con sus fuertes brazos me acercó más a él, eliminando cada milímetro que nos separaba uno del otro. Nos separamos por falta de aire y los dos jadeábamos. Acariciaba mis pechos como si fueran lo más preciado en el mundo, y yo gemía de placer.

Cuando abrí mis ojos para verlo, los suyos ya no eran de ese hermoso marrón chocolate que me encantaban, sino que eran negros, negros de deseo y lujuria. Pero esta vez era diferente a las otras veces que hicimos el amor, ya no tenía ese toque dulce con lo que lo hacíamos, tenían un toque salvaje, y la verdad, me gusto.

-Estas colorada, querida.-bromeo pero con la voz ronca. Sentí mis mejillas más calientes de lo que estaban.

-Si te vieras ahora mismo no dirías nada sobre mí.-le dije apegándome más a él, si eso era posible.

Rió un poco antes de soltarme los broches de mi pelo, haciendo que caiga sobre mis hombros. Me dio un beso profundo mientras me lo acariciaba como yo hacía con el suyo.

Me acostó en la cama entretanto me acariciaba el muslo. Empezaba a sentir que ya no podía esperar por mucho, y esperaba que él tampoco.

-Maxon.-le rogué. Él pareció entender y se quitó los calzones y me saco la ropa interior que me quedaba. Entre besos y caricias fue abriendo mis piernas y posicionándose.

-Te amo.-me susurró antes de introducirse en mí. Lo abrace y hundí mis uñas en su espalda, aunque a él no pareció importarle.

-Te amo más.-le susurré con la voz que me quedaba. Jalaba de las sabanas mientras me embestía con fuerza.

-Dios, esto es increíble.-gruñó.

Uní nuestros labios en un beso para callar todos los gemidos a alto poder que amenazaban con salir de mi boca, no quería que se escucharán por todo el palacio. Sus movimientos cada vez se volvieron más lentos y suaves. Nos besamos por unos minutos más antes de que Maxon saliera de mí y se recostase a mi lado. Aún seguíamos abrazados.

Cerré los ojos para disfrutar de mi orgasmo, y sentí que pasaron horas antes de que pudiera volver a hablar.

-Creo que me extrañaste.-hable en tono juguetón. Sentí su sonrisa contra mi cuello.

-Creo que la que más extraño fue usted, mi reina.

-Sabes que así es.

-Pero te aseguro que yo más.-me dio un dulce beso.-Que duermas bien, amor mío.