CAPÍTULO 11

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Capítulo 11| poniendo la mano en el corazón

Llevaba dando vueltas por mi habitación al menos una hora, no había podido estar tranquila hasta ahora que se habían ido todos. Me miré en el espejo y noté las enormes ojeras que adornaban mis ojos, me veía pésimo, daba pena, pero había tenido una horrible noche. No había podido conciliar el sueño de manera fácil, había dado mil vueltas en mi cama, las preguntas atacaban mi cabeza. Necesitaba una ducha, necesitaba poder pensar con claridad, necesitaba respuestas. Busqué un poco de ropa limpia y tomé unas toallas conmigo, esto era ridículo.

Entré a la ducha poniendo el agua lo más fría que mi cuerpo pudiese soportar, rápidamente sentí como mis músculos comenzaron a relajarse, de manera inconsciente cerré mis ojos dejándome llevar por las sensaciones que el agua me producía, amaba sentirme relajada, sentir que caminaba entre algodón. Tomé mis shampoo y masajee mi cabeza al aplicarlo, disfrutando del dulce aroma a coco que éste tenía, me tomé mi tiempo para perderme un par de minutos más de lo necesario en la ducha. Por desgracia, todo lo bueno llega a su fin y cuando salí del agua sentí como me golpeó una oleada de preguntas y dudas. Pese a que esta era una sesión intensiva de relajación dejé de lado mi momento de spa, y procedí a ponerme la ropa limpia, dejando la aplicación de mi crema para después. Yo sabía que yo tenía que solucionar otro asunto conmigo misma, y no podía seguir dándole tantas vueltas, tenía que ir al punto. Suspiré y con ayuda de la toalla sequé mi cabello, me puse frente al espejo del baño para darme un último vistazo, seguía viéndome fatal, pero más fresca. Aparté la mirada, no podía verme directamente a los ojos sin sentir que me estaba mintiendo, sin entender porqué. Subí a mi habitación y una vez que estaba allí encendí mi secador, perdiéndome en el sonido de este, permitiendo que ahuyentara todos mis demonios al menos un par de unos minutos más.

Sin decir nada tomé la silla de mi escritorio, y la puse frente a mi tocador, donde solía hacer mi maquillaje diario. Suspiré otra vez, y tomé asiento donde había puesto la silla. Llevé mis dos manos hasta la altura de mi rostro, y las usé para apoyar mi barbilla. Me miré a los ojos, y tuve piedad de mi "has caído en las manos del demonio Cara, entre más rápido lo aceptes mejor será para ti" me susurró mi subconsciente cuando entrelacé mi mirada en el espejo. Inmediatamente aparté mi mirada del espejo y crucé mis brazos sobre mi pecho, no podía ser tan traidora conmigo misma. Yo no quería estar enamorada de nadie, el amor te hacia vulnerable, y yo no quería seguir siendo la persona vulnerable que siempre veían. Yo quería ser una mujer fuerte, fría, calculadora. No podía estar enamorada de él, simplemente no podía, no era posible.

Mordí mi labio inferior y después de veinte minutos volví a enfrentar mi mirada, mis ojos me aniquilaron al segundo de encontrarme con ellos. Ellos decían una cosa bastante diferente a mí, no toleraban callarse todo lo que yo no quería decir. La peor de todas las mentiras es cuando te mientes a ti mismo, cuando no quieres decir lo que sabes. Fruncí el ceño ¿de verdad? ¿De verdad yo misma me había traicionado de esta manera? ¡Claro que no! Se supone que yo nunca me voy a traicionar, que la única persona de la que podía confiarme ciegamente era de mi misma ¿Qué carajo era esto?

No, esto no me puede estar pasando... ¿Por qué me gustaría él? No tendría por qué haber una razón en específico, ¿debería?... no debería estarme haciendo estas preguntas. Él no me gustaba, no me gusta, y no iba a gustarme punto, no tendría lógica ni coherencia alguna ¿pero qué demonios tenia lógica con respecto al amor? ¡Nada!, nunca nada tiene lógica. Bufé contra mi reflejo, ¡esto no tiene sentido! ¿Por qué diablos estoy haciéndome esto? No tenía ni la más mínima finalidad ¿Qué iba a lograr? ¡Nada!. Me mire un rato más a mi reflejo, bastante frustrada ¿Por qué diablos seguía allí? Ya tenía casi cuarenta y tres minutos sentada frente a mi tocador, y no tenía ningún sentido, y no iba a tenerlo ¡él no me gustaba! ¿Y si no te gusta porque tratas tan duro en convencerte de eso? Me susurró una traidora voz muy al fondo de mi conciencia. ¡Cállate! Grite para mis adentros. Dejé caer mi cabeza sobre el tocador blanco por unos minutos, y solté un chillido exasperado. Esto no me podía estar pasando, no era normal, simplemente no podía ¡me rehúso! ¿Por qué me estaba pasando esto a mí? Levante mi cabeza y volví a mirarme a los ojos, azules con una pizca de gris, eran demasiado profundos, ni siquiera yo misma podía soportarme la mirada. "engáñate todo lo que tú quieras, pero a mí no me puedes engañar, estas pero si enamoradísima de el" "¿si no te gusta entonces porque toda la tarde estuviste tan... distraída?" las palabras de mi tía Samanta me daban vueltas, una y otra vez. ¿Cómo demonios iba a gustarme mi profesor?

Soñé que me queríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora