CAPÍTULO 34

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Capítulo 34 | mis alas comienzan a volar

Tecleaba de manera rápida las diapositivas power point que mi profesor ponía en el pizarrón electrónico. Esta era mi segunda clase con él ya que el lunes había sido mi primer día, nos había dejado claro tres cosas. No le agradaban los mexicanos, ¡muy bien Cara! Mejor maestro no encontré. No le gustaba que sus alumnos usasen los aparatos electrónicos como celulares y tabletas, pero perdonaba los portátiles ya que quería que fuésemos rápidos al copiar la información. No perdonaba errores. También nos había dejado claro que el grupo le había caído bastante bien por lo que los exámenes rápido que haría cada semana serian tipo ensayo y no de opción múltiple.

Mi celular vibro desde mi mochila y me mordí las ganas de averiguar quién era, ninguna de mis amistades me enviaba mensajes durante la mañana ya que estábamos en clases, y si lo sucedía definitivamente esta no era una hora en la que lo harían.

Ignore el aparato y continué prestando atención a la clase que estaba dando mi profesor de ojos azules. Trate de ser lo más rápida que pude al copiar, y de no distraerme con absolutamente nada.

La clase paso bastante rápida, y al terminar cerré mi computador dispuesta a meterla en mi bolso. Camine hasta la parada del trenecito que me dejaría en mi complejo de departamentos y me senté en una banquita donde podía esperarlo. Antes de que pudiese desbloquear mi celular recibí una llamada por Messenger de Miguel, rodé los ojos al verla y respondí.

— ¿mande? —le respondí, fastidiada.

— ¡Hola! —me dijo— que educada

Volví a rodar los ojos.

— ¿Qué paso Miguel?

—nada, solo quería saber cómo habías llegado a tu departamento —bufe.

—no he llegado —le dije, y mire al cielo ya que se escuchó un trueno.

— ¿Cómo que no has llegado? Te dije que me dijeras donde estarías y pasaba por tu para llevarte a tu departamento

—no si quiera sabes donde esta

—podías haberme ido diciendo

—ya te dije que no —le dije, poniéndome de pie al ver el trenecito.

— ¿acaso no sabes que no me gusta que andes sola? —me dijo, y a mi casi se me cae la mandíbula.

— ¿perdón? Ni mi jefe, ni mi papa, ni mi novio... —le dije, molesta, bastante diría yo.

—no, no, perdón, que me tenías preocupado y quería saber si estaba bien

—me voy a ocupar Miguel, ¿necesitabas algo? —le pregunte, sacando mi boleto de la mochila.

—no Cara, hablamos más tarde

—adiós —dije, y colgué.

Me dedique a escuchar tres canciones camino a mi departamento sin mirar a mi celular.

Al llegar a mi departamento como de costumbre comencé a preparar algo para comer y mientras estaba listo me recargue en la barra que dividía mi cocina y sala. Tome mi celular y entre a WhatsApp.

Una vez más una tormenta se desato en mi interior, el nombre del huracán era el de siempre: Haníbal. Estaba comenzado a considerar demandarlo, debería ser ilegal que una persona pudiera descontrolar mis nervios y darle la vuelta a mi mundo completo con un simple mensaje electrónico.

Lo abrí como loca avorazada tratando de ganar alguna clase de maratón, flash se quedaba corto.  

  

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Soñé que me queríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora