Capítulo 35. {Maratón 2/3}

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Stella termina de atar su cabello en una coleta desordenada justo en el momento que Harry y Louis entran a su casa con la copia de la llave que el rizado tiene en su posesión. La rubia se lanza a los brazos de su mejor amigo, comenzando a llorar, algo ya incorporado a la rutina de sus últimos días.

Al parecer el destino ha confabulado en su contra para que las pocas semanas que faltan para su cumpleaños sean una total mierda.

—Hey, ¿qué pasa? —pregunta Harry, bastante nervioso y preocupado por el llanto de su amiga.

—Justin está internado en emergencias —susurra para que su hija no la escuche—. Necesito que se queden con Jazmyn —se aparta de el rizado y limpia todo rastro de lágrimas de su rostro—, por favor —suplica.

—Yo me quedo con Jazmyn —informa Louis, decidido—. Ahora, ustedes vayan que el guapo los está esperando —trata de hacer una broma, pero no funciona.

Harry le mira con desaprobación antes de poner sus ojos en blanco y tomar el brazo de Stella, dándole apoyo y ayudándola a caminar. La pobre apenas y puede respirar de tan nerviosa que está.


×××


El aroma a lavanda entreverado con el típico aroma de los hospitales no es una combinación de la cual Stella se considere una gran fan. El aroma de ambas fragancias le provocan náuseas, y mucho más ahora que todos sus sentidos están súper sensibles por las hormonas del embarazo.

Luego de haber dado la información que faltaba sobre Justin, una de las enfermeras le dijo que un doctor pronto vendría a explicarle la situación de el oji-miel pero han pasado ya casi dos horas y aún no sabe con exactitud qué es lo que tiene el chico.

—Esto me recuerda a cuando lo encontramos desmayado en la calle —murmura la rubia, con la voz ronca—. Todo lo malo siempre le pasa a él, ¿porque no a mí? —susurra, comenzando a llorar nuevamente.

—Porque él está pagando por lo que hizo con esa zorra —Harry suena más insensible de lo que esperaba—. Lamento ser tan... Sincero, pero Justin se merece esto, eso le pasa por ser tan hijo de puta —gruñe, frunciendo el ceño.

—¡No digas eso! —llora Stella y golpea su brazo— Sé que él se ha equivocado, pero no por eso merece estar al borde de la muerte —susurra.

Harry pone sus ojos en blanco y luego abraza a su amiga, en silencio, sin querer cagarla más. Pues, el rizado sabe muy bien que lo que menos necesita la rubia en este momento es discutir con él.

—Todo va a estar bien —besa su frente—. Lo prometo —susurra. 


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