Capítulo 03.

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Stella PDV.

El timbre de mi apartamento suena, esa es la señal de que Harry ha llegado. A paso lento, bastante lento, camino hacia la puerta, y cuando la abro me encuentro con un muy abrigado Harry que tiembla de frío. Debe de hacer mucho frío en las calles, solo pensar que Justin y Jazmyn se han ido y que de seguro deben de estar muriéndose de frío, hace que me entren las ganas de salir a buscarlos. Pero si ellos se han ido es porque quisieron, o porque Justin quiso, yo no soy nadie para obligarlos a estar aquí si ellos no quieren.

Harry entra al apartamento sin que yo se lo indique, prácticamente es como su segunda casa, no necesita permiso para entrar, incluso tiene hasta una copia de las llaves. Camina directo hacia la cocina. Suspiro mientras que cierro la puerta, con llave, y camino yo también hacia la cocina. Lo veo hurgando en la heladera, de seguro buscando algo para calentar y comer.

—No estás tan resfriada como esperaba —toma la lasaña que queda en la fuente y la coloca en el microondas.

—Es que fue algo así como un resfrío de minutos —me siento en un taburete, nerviosa y regañándome mentalmente por la estupidez que acabo de decir.

Harry me mira con una de sus cejas alzadas y algo de sospecha en su mirada. Se cruza de brazos, esperando a que comience a contarle la verdadera razón por la cual no he ido a trabajar. Pero ni loca le digo que he traído a mi casa a dos personas completamente desconocidas y que ahora estoy bastante preocupada por ellos, ya que se fueron. De seguro él pondría el grito en el cielo y me daría un súper sermón sobre lo peligroso que es meter a alguien desconocido en tu casa, además de que sería capaz de venir por mi todos los días, sólo para "protegerme". Aunque también es capaz de venir por mi con tal de ver el bonito guardia del edificio.

—Por alguna razón no te creo —canturrea mientras que toma un tenedor del estante de los cubiertos.

—Me sentía muy mal, enserio. Tampoco tengo porque darte explicaciones —he sonado más seca de lo que pretendía.

Él me mira asombrado, nunca le he hablado así, pero es que realmente no quiero hablar sobre la verdadera razón por la cual no he ido a trabajar. El sonido que indica que el microondas ha terminado de calentar la comida, es lo que rompe el incómodo silencio que se ha formado. Harry se sienta en la isla de la cocina a comer, en silencio.

—¿Qué era eso que me contarías? —pregunto, tratando de iniciar una nueva conversación.

—¿Por qué te lo contaría? —murmura, seco— Así como tú no debes darme explicaciones, yo tampoco debo dártelas a ti —se encoje de hombros, sin dejar de comer.

Odio cuando Harry se enoja o se ofende, el muy divo se convierte en un completo hijo de puta. A eso hay que sumarle que siempre tiene la razón y cuando está enojado, u ofendido, te restriega en la cara miles de veces que tiene la razón.

—Lo siento, ¿si? —me disculpo—. Simplemente no quiero hablar de eso, no ahora.

Suelta un gran suspiro, bastante exagerado, a la vez que tira de su, largo y lindo, cabello hacia atrás. Sus ojos verdes se posan en mi y niega antes de volver a fijar toda su atención en la lasaña.

—Simplemente quiero saber la razón por la cual faltaste hoy porque quiero ayudarte, sabes que cualquier cosa que suceda puedes confiar en mi, bueno, dudo que lo sepas —hace una mueca.

—Más adelante te lo contaré —doy por finalizado ese tema—. Ahora tú cuéntame eso que tienes para contarme... ¿tiene que ver con Louis? —le sonrío pícara.

Harry ha tenido un flechazo por nuestro jefe desde hace ya varios años, desde que comenzó a trabajar en la empresa, para ser exactos. Eso es lo que me ha contado él, y con los dos meses que llevo trabajando en la empresa puedo decir que es cierto. Ver la manera en la que sus ojos verdes brillan al ver a Louis, la manera en la que se pone nervioso cada vez que lo tiene cerca. Está enamorado.

—Hace varios días que hablo con Louis por whatsapp —muerde su labio inferior—. Y coqueteamos, bastante. Lo importante es que me ha invitado a cenar, el viernes —me mira sonriente. Está feliz, muy feliz. Y si él está feliz, yo también lo estoy.

Me pongo de pie y salgo corriendo de la cocina mientras que grito, feliz. Corro por varias partes de la casa, sin parar de gritar y con la risa de Harry de fondo. Puede que tenga veintitrés años, pero aún así sigo siendo una tonta de las mejores. O en otras palabras; sigo teniendo mentalidad de lechuga.

—¡Larry es real! —grito entre risas mientras que paro de correr. Mierda, no he hecho ejercicio en el último mes y me canso de cualquier cosa. 





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