Capítulo 46

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Cielo

– Ángel...

Me remuevo por el frío y siento una brisa tocar mi rostro, poco a poco abro mis ojos y ¡Oh por dios! Me levanto de golpe del regazo de Dante y lo miro alarmada.

– Dante.

– Dime ángel – dice burlón.

– Es de noche, ¿cómo pasó esto? – digo y me levanto rápidamente e ínsito a mi querido amigo a que se levante pero claro aún se queda ahí y sin ayudarme.

– Hay que irnos es tardísimo – no quiero imaginar como estará Nicolas, solo de pensarlo me duele el pecho.

– Ángel – dice para después tomar mi brazo y regresar al piso para estar a la misma altura – Tranquilízate, solo espera un momento.

Dice acariciando mi mejilla, y da un gran suspiro.

– Dante en serio hay que...

– Te quiero – dice de golpe.

– Oh Dante yo también te quiero, lo sabes – digo un poco confundida.

– No – toma mi rostro – Te quiero ángel, yo te quiero.

Oh. Dios. Mio.

– Que...

– Escucha, solo escucha por favor – lo dice pegando su frente a la mía – Te quiero y no sabes cuanto daría por estar en el lugar de ese hombre.

No quiero hacerle esto.

– Envidio a ese chico, del cual estuviste enamorada cuando solo eras una chiquilla, lo envidio a él por tenerte – siento un gran nudo en mi garganta – Envidio que tenga tus sonrisas, tus lágrimas, tu amor – se acerca a mi oído y siento un escalofrío – Envidio que el te tenga en su cama cuando yo me muero por probarte.

– Dante – me levanto y me alejo lo mas que pueda de él – No hagas esto por favor.

Veo que se levanta y da unos pasos hacía mi, a lo que yo doy otros hacia atrás y veo que se detiene.

– No lo hagas – susurro –Yo... yo no puedo, en verdad tu no.

– Lo sé – dice con amargura – Se que lo prefieres a él.

– Dante yo a ti te quiero – digo con todo el cariño que puedo reunir.

– Pero no como a él – dice a modo de reproche, y no puedo creer que me haga esto.

– ¿Por qué lo haces? – digo un poco dolida. – Sabes lo que siento por él, y lo que siento por ti. Te quiero demasiado como para perderte, pero no para quererte de la forma que deseas.

– Lo sé, lo sé maldita sea – está furioso – ¿Y nunca pensaste en lo que yo sentiría? Nos besamos, me besaste.

– Me besaste tu, y yo me encontraba en un momento en donde no sabía en qué punto estábamos, me sentí a gusto contigo – comienzo a caminar en círculos, dios mio no se que hacer.

– Entonces, mientras tú no sabías cómo arreglar tus mierdas ahí estaba yo para ti, pero al final terminarías eligiendolo a el.

¿Qué?

Me detengo a mirarlo, ¡como se atreve!

– Eres un idiota – le digo y me largo de ahí.

– ¡Si! ¡Lo sé! – me grita de vuelta – No espera, ¡Ángel!

Siento que corre hacia mi y me toma del brazo. Estoy hirviendo ¿Por qué me pasan estas cosas?

– ¿¡Que!? – le grito en toda la cara, lo cual ahora parece asustado.

Completamente MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora