Capítulo 56

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Cielo

Tal vez.

Tal vez, tal vez.

Tal vez...

– Tal vez deberíamos irnos ¿no crees?

Nos encontramos en el piso del baño, yo recargada en Nicolas que al parecer se encuentra muy cómodo en el suelo.

– Un poco más, solo... un poco.

Tiene los ojos cerrados y parece meditar. En cambio yo trato de no entrar en pánico, seguimos en mi oficina y pueden descubrirnos.

– En serio hay que irnos – comienzo a mirar alrededor y solo veo su ropa, y mi ropa interior – Nicolas, mi ropa esta afuera y la has destrozado, ¿como demonios salgo de aquí?

Le grito colérica y él ni se inmuta. Maldita sea, comienzo a zarandearlo y diciéndole que necesito ropa ya que no pienso salir desnuda.

– Nicolas esto es serio...

– ¡Ángel!

¿Qué?

– ¿Angel, sigues aquí? – escucho como Dante entra de lleno a mi oficina y escucho sus gritos venir – ¿Ángel? toc, toc.

¡Maldita sea!

– Nicolas, por favor, haz algo – le susurro/suplico.

El me ve y parece que si le doy lástima, ya que se levanta se coloca la ropa interior y el pantalón. Abre la puerta sólo lo suficiente y escucho un poco de su conversación.

– Si, gracias – dice Nicolas.

– ¡No!, espera ¿puedo ver? – Dante, maldito enfermo.

– No, fuera – gruñe y cierra de un portazo.

Nos miramos y no sabemos qué pasa con ese chico.

– ¿Todo bien? – pregunto.

– Si - dice acercándose peligrosamente a mi – Nena te necesito.

– Por favor, no podemos hacer esto aquí.

Trato de convencerlo, me siento muy expuesta y peor aún en mi oficina.

– Solo un momento.

Dice tomándome de la cintura para apretarme en su pecho.

– Cariño, te amo tanto.

Y así señoras y señores, dejé hacerme lo que él quisiera.

[...]

Nos encontramos en el auto camino al aeropuerto para regresar a casa, gracias a dios mi tío aprovechó para traer una muda de ropa y pude salir vestida pero con la vergüenza de que tuviera que saber el porqué de mi falta de ropa. Tengo a Nicolas de un lado en la parte de atrás a Dante de copiloto y mi tío maneja. No sabría explicar esta sensación de alegría. Me siento a la vez nerviosa pero juro que nadie puede arruinarme este momento.

– Ángel, aquí está tu ropa, la que estaba tirada y destrozada en tu oficina – dice Dante sonriente, maldito ¿como se atreve?

Le doy una sonrisa forzada y tomo la bolsa de sus manos, regreso mi mirada a Nicolas y el muy tirano tiene una sonrisa en la cara. Suspiro con pesar y miro hacia la ventana, me siento feliz. Pero aun así no cambian algunas cosas. Aún siento a mi alma inquieta.

[...]

De vuelta en casa, todo parece pasar en un abrir y cerrar de ojos. Subimos nuestras cosas, arreglamos y desempacamos, y al terminar de ordenar mis pertenencias bajo las escaleras y me encuentro con nada más y nada menos que a Nicolas hablando con mi tío acerca de esa proposición que me hizo.

Completamente MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora