Capítulo 52

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Nicolas

Querido Nicolas.

Sabes cariño es muy difícil para mi escribir esto, y más aún porque después de que la leas no estaré contigo. Pero no hay porque estar triste, quiero que sepas cuanto te amo mi niño, y si eres mi niño, aunque ya seas todo un muchachito siempre serás mi pequeño Nicolas.
Te escribo esto porque tienes una madre un poco cobarde, estás pasando un momento no muy grato en casa y no quiero verte mal, si por alguna razón no me viste muy bien, o un poco triste, fue porque estoy enferma cariño, tu padre no lo sabe, tuve que ir a otro medico para que no se diera cuenta, tenía tanto miedo de contarle y no porque se fuese a molestar, si no porque se pondría tan deprimido, y tu mi niño... no podría darte un problema más, sabía que tu padre constantemente trataba de hacer que tu y Evangelina estuviesen juntos, por mas que yo hablase con él no entendía pero se que se le pasará.
He ido al doctor y al parecer no hay solución, tengo cáncer cariño pero no estés triste voy a estar bien lo tengo casi asimilado. Solo quiero decirte que eres lo mas grande y maravilloso que el cielo me dió, tu padre y yo te amamos tanto, se que encontrarás una buena mujer. Lamento decir esto por este medio, pero no quiero verlos tristes a ti y a tu padre. Se que el te cuidara muy bien, eres un gran niño mi Nicolas. No sabes cuanto me duele no poder estar mas tiempo contigo, pero disfrutaré cada día que el señor me quiera dar, te quiero tanto, perdóname por hacerte esto, se que sabrás como salir adelante. Jamás olvides que te quiero mi pequeño Nicolas.

Con amor, Mamá.

¿Por qué?

Se repite una y otra vez en mi cabeza, no puedo respirar y me duele el pecho.

Madre, te he defraudado tanto.

– Nicolas – escucho a Dante acercarse.

– No me toques – digo clavado en el suelo, y con la carta en mis manos. Se detiene y no me toca.

Tanto tiempo sin saber esto, en realidad aún no se que paso realmente. Escucho pasos.

– Hijo, déjame ver la carta – mi padre, o no infiernos que no.

– Alejate – digo duramente.

– Pero...

– ¡Que te alejes! – le doy la peor mirada de odio que tengo – ¡Es mía!

Parezco un lunático así, por las miradas de Lucía y Evangelina he de tener la cara roja y salteadas las venas, ni siquiera me importa.

– ¿¡Sabes que dice!? – grito, no puedo parar – ¿¡Lo sabes!? ¡Esa mujer pensaba que me cuidarías! ¡A pesar de lo que haya pasado ella confiaba en ti!

Mi padre me mira y no sabe qué hacer, ni siquiera yo se que hacer lo único que si se se, es que me deben una explicación. Miro hacia Evangelina y abre sus ojos lo más grande que puede.

– Tu – la apunto – Ya me has jodido la vida suficiente así que habla.

Tiembla como una hoja de papel y no me importa en lo más mínimo seguir humillándola. Comienza a tartamudear y a moverse en su lugar.

– Yo... yo no sé, juro que yo... – mira hacia su madre en busca de ayuda pero esta solo le muestra una mirada de lástima.

– ¡Habla maldita sea! – estoy comenzando a impacientarme – Dime que sabes Evangelina, o te juro que no me importara lastimarte.

Empieza a sollozar y trata de sacar las palabras. Pero necesito saber la verdad.

– ¿Por qué tenías la carta? – pregunto apretando los puños.

Completamente MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora