Capítulo 48

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Nicolas

Me encuentro manejando hacía casa de mi padre con Dante de copiloto. Y déjenme decirles que es un dolor de huevos.

Tu y yo somos uno mismo ¡Uh oh oh! – lleva cantando como alrededor de una hora.

Señor, llevame te lo suplico.

¡Cállate maldita sea! – grito y apago la radio.

– Eres un amargado – y hace una especie de puchero.

– No puedo creer que tú y yo estemos en el mismo auto.

– Lo sé, ¿no es divertido?

¿Este es mi castigo acaso?

– No – digo rotundamente.

– Aun no comprendo que hacemos dirigiéndonos hacia casa de tu padre.

– Evangelina vive con mi padre – digo simple, aunque hay una gran historia detrás de eso.

– ¿Qué? – jadea y hace mala cara.

Lo miro con fastidio.

Se acerca a mi y su proximidad comienza a irritarme.

– Acaso tu padre y tú... – dice y no termina. Y lo miro sin entender – Ustedes con Evangelina.

¿Qué?

– ¡Por dios!, eres un enfermo – digo haciendo una mueca.

– Bien, solo era una idea.

Lo miro mal.

– ¿Por qué? – digo hacia la nada.

– ¿Será porque metiste la pata?

– Da la casualidad que también metiste la pata, si no te hubieras llevado a MI Cielo todos estaríamos felices y contentos – digo con un poco de amargura. Eso me recuerda que el maldito se le declaró.

– Aquí el problema eres tú y tus celos – dice mirando hacia la ventana – Pero dime Nicolas, ¿cuál es tu historia?

No comprendo muy bien, y la verdad no quisiera saber a que se refiere.

– ¿Historia?

Voltea a verme y no hay rastro del chico juguetón y molesto.

– Si, tu historia, ¿porque estas aquí?, ¿que hace Evangelina en casa de tu padre?, y ¿por qué ese comportamiento tuyo tan peculiar?

Vaya, en estos instantes quisiera lanzarlo del auto. Miro al frente y no digo nada, es más no puedo.

– Bien, al parecer no quieres hablar.

– No hay nada de qué hablar.

– ¿Qué tal si me escuchas? – y sigo sin decir nada – Bien pues, por donde empezar.

La verdad no sé qué querrá decirme lo veo de reojo y otra vez mira hacia la ventana, pero parece ido.

– Era la criatura más linda que te pudieras imaginar – dice de repente – Era bella, lo sigue siendo solo que en ese tiempo era la cosa más dulce que podrías haber visto.

No comprendo muy bien.

– La niña más dulce con esos ojos grandes y azules pero a la vez tan llena de tristeza.

Cielo.

– Cuando la conocí, fue en el funeral de sus padres, mi madre quiso ir a dar el pésame, se llevó una sorpresa al ver a Jared. Lloró y pido disculpas él sólo la abrazó y no la soltó hasta que terminó el funeral, fue algo extraño para los dos. ¿Sabías que Cielo no recuerda nada? – dice esta vez mirándome – Recuerda haberme visto en el funeral y a mi madre, pero después de ahí seguíamos yendo a su casa para distraerlos a los dos pero Cielo no recuerda nada de eso, no recuerda que se la pasaba aislada y llorando todo el tiempo.

Lo veo abatido, jamás pensé que él conociera esa faceta de la vida de Cielo.

– Me la pasaba tratando de hablarle y que me contestara, pero cuando iniciabas una conversación con ella, contestaba ida y a veces sin sentido siempre me preguntaba por sus padres, y decía "¿Dónde está papá?, papá parece estar en la cocina, llevo puestos los zapatos favoritos de mami". Ella siempre llevaba esos zapatos, después de hacer esas preguntas lloraba como nunca, gritaba y gritaba y su carita de ángel se descomponía y llenaba de lágrimas sus mejillas. Yo la veía y no sabía que hacer, la abrazaba y trataba de consolarla pero nada funcionaba, siempre llegaba Jared y se la llevaba con él, mi madre venía y traba de subirme el ánimo, llegue a deprimirme igual y a ella eso no le gustaba y peor aun mi madre embarazada. Dejamos de ir a verlos, ya que no querían volver a verla así y a mi menos. Creo que la peor parte la tenía Jared, Cielo constantemente lo llamaba papá y eso a él lo destrozaba, ella jamás recuerda a su tío llorar, lo que Cielo no sabe es que Jared cada vez que la dejaba dormida él iba a su habitación a desahogarse y como mi madre dejó de ir la llamaba por teléfono, lloraba con él y jamás lo dejó solo, ella era como su ancla.

– ¿Por cuánto tiempo estuvo así? – mira hacia al frente concentrado y cierra los ojos.

– Pasaron unos cuantos años y Cielo comenzó a comportarse diferente, normal al parecer, lloraba pero ya no de la misma manera y comenzaba a hablar más con su tío, pareciera que todo lo que sucedió antes jamás pasó. Mi madre aún tenía comunicación con Jared y siempre preguntaba por ella, era así como yo tenía noticias de Cielo, seguía con mi vida fui a la escuela, tuve amigos, salía pero siempre estaba presente en mi cabeza. No había día en que no le preguntara a mi madre por Cielo.

– Fue así como te enamoraste de ella – afirmo.

– Si – dice sin titubear – Pero ella no me recordaba, y después se fue de aquí. Estudio la universidad en Londres y mi madre comenzó otra vez a ir a casa de Jared y yo igual, fue algo agradable, Celeste ya estaba un poco más grande, pasábamos tiempo juntos y fue cuando me di cuenta que él y mi madre sentían algo. Después de un tiempo él avisó que un hijo de un amigo suyo iba a venir a visitarlo y que se quedaría – me mira con una ceja alzada – Y mi madre comenzó a ir menos ya que no quería incomodar. Yo estaba bien, un poco melancólico pero mi vida era tranquila.

– ¿Y luego que paso?

Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí...

¿¡Una canción!?

– Dante – digo amenazador y comienza a reír.

– Eres un amargado – se tranquiliza un poco – Yo no sabía qué Cielo volvería, no estaba preparado. Pero infiernos estaba extasiado por verla, supe el día en que llegó gracias a mi madre, dejé pasar unos días y fue cuando la vi.

Pareciera que por sus ojos pasara ese momento.

– Dios estaba tan bella con ese vestido, se le marcaban las curvas y sus piernas...

Manubrio mal por un instante y casi choco con otro auto.

– Cállate maldita sea – lo miro furioso.

Me mira y se encoge de hombros.

– En fin, creo que el resto lo sabes – dice y suspira.

Nos quedamos en silencio y por primera vez el chico no dice nada eso hace que piense un poco más en esta situación, Cielo ha pasado por muchas cosas. Y al parecer solo vine a complicarle la existencia, pero la necesito tanto que no puedo alejarme de ella. Quiero arreglar las cosas y si tengo que ir de rodillas y suplicar, lo haré y para mi mala suerte comienzo a sentir simpatía por este chico.

– Nicolas.

– Dante.

– Cuéntame tu historia.

Que se abra el cielo y el infierno.

Completamente MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora