Capítulo uno

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Capítulo uno. 

23 de diciembre de 2013.

Hora 11:45 pm.

Cierro los ojos un momento, el dolor de mi nariz era insoportable, pero valía la pena, valía cada instante, cada dolor.

Miro por la ventana del auto, soy llevada en contra de mi voluntad a una prisión diferente, pero es que aquí todo es en contra de voluntad. No podía creer que Rodrigo se hubiese pasado esta vez. Me ha roto la nariz o parte de ella, no lo sé.

Por el espejo retrovisor del auto de policía observo como una línea de sangre baja por mi fosa nasal izquierda.

— Chicos, no sean groseros. —les digo a ambos oficiales que vienen en los asientos delanteros. — Al menos podrían pasarme un pedazo de papel a través de este espacio. —hay una pequeña reja divisora entre ellos y yo. Me miran por el espejo y el copiloto se ríe.

— No lo creo, no es problema nuestro que te metas en riña, cada que puedes, prisionera 516.

— No es porque quiera. — le digo.

Detrás de nosotros vienen otros tres autos y al igual que yo, Trina, Rodrigo y Ricardo vienen con esposas en sus muñecas. Al parecer fui la más perjudicada en esta pelea, todo había comenzado a ser plan de Ricardo, pero él no tenía el valor suficiente para golpearme, pero Rodrigo sí.

El plan era el siguiente: Salir para poder ser rescatados.

Nos sabíamos el camino de memoria, ida y vuelta dos que tres veces al mes, de una prisión a otra para poder completar la estrategia. Una disputa al mes era suficiente para poder aprenderte los oficiales que eran encargados de llevar el auto en el que vamos cada uno, también para poder ver las calles donde daban vuelta y la intersección donde se separaban todos los autos a la vez, Ricardo nos había dicho que sus amigos habían hecho esto un par de veces, una más, no sería nada para ellos, le debían un favor, al menos una clase de favor que hace que nos saquen a los cuatro de la cárcel.

Llego el momento en el que debían separarse los autos, Trina da vuelta a la izquierda, Rodrigo a la derecha, Ricardo a la izquierda y...

— ¿A dónde vamos? — yo no di vuelta.

— Silencio. — Esto no estaba en el plan. Yo debía dar vuelta a la derecha y seguí recto.

— ¿A dónde me llevan? — miro de una ventana a otra, tratando de identificarme, pero estoy segura que en los meses en los que habíamos pasado de una ida y vuelta, jamás lo hicimos por aquí. — Este no es el camino. — afirmo.

Pasan diez minutos de completo silencio y nadie viene a por mí, ¿Cómo se supone que van a rescatarme si no continuaron con el plan?

— HFT334 repórtese con HFK339. — el radio emite un pitido. Un segundo después el oficial a cargo lo toma en su mano y dice: — HFT334 aquí reporte.

— Algo le ha sucedido a HFS322, no ha devuelto reporte. — Oh, no. Se han ido sin mí.

— Control de GPS. — le dice el copiloto y teclea algo en la mini pantalla que tiene a un costado.

El sonido de un cristal rompiéndose me alerta, cierro los ojos tan rápido como puedo, antes de sentir un dolor en mi mejilla izquierda, de nuevo se escucha un estruendo seguido de un grito.

Abro los ojos despacio, solo para ver como ambos oficiales están inertes delante de mí, hay mucha sangre en ellos y creo que quien iba al volante está muerto.

Fijo mi vista en el camino y nos hemos desviado, estamos a nada de estrellarnos contra una enorme pared. Logro poner mi cabeza contra el respaldo del asiento para que el impacto sea menor, mi cuerpo es impulsado fuertemente hacia delante, lastimándome el cuello y un zumbido en mi oreja persistente no hace más que alertarme.

—¡Maldición! —trato de zafar las esposas de mis manos, pero no puedo. Siento un líquido correr por mi oído. Como puedo, regreso a mi posición recta en el asiento y tengo la vista borrosa.

Logro ver una mano que se abre paso a través de los pequeños escombros dentro del auto hasta alcanzar el radio.

— Aquí HFT334— dice con débil voz. — Nos han... han... — su voz se pierde y es así como garantizo que ha muerto.

Estoy quedándome dormida justo cuando alguien abre la puerta de mi lado derecho y me saca de ahí. Salgo a tropezones, caigo de bruces al suelo contra mi mejilla y grito del dolor.

— Oh, Elizabeth, Elizabeth. — alguien me dice. Colocan la suela de un zapato contra mi cabeza y empujan contra el pavimento, algo está perforando mi mejilla. Grito uno vez más.

— ¿Quién eres? — entre abro los ojos, pero mi vista sigue borrosa, no logro captar una imagen clara de las personas que tengo en frente de mí. — ¿Qué quieres?

— Querida, creo que no has entendido. — es una voz de mujer. Es ella. — Quiero que desaparezcas igual que Cristina.

Se escucha un ruido a lo lejos, el sonido de mi oído no me deja identificar que es, solo que se acerca más cada segundo hacia donde estoy.

El pie que estaba en mi cabeza, libera presión de un tirón y acomodo mi mejilla de tal modo que no moleste la herida que tengo ahora.

— Vamos, Eli. — me dicen. No estoy segura de sí es real o lo estoy imaginando, creo que es la voz de Ricardo.

Mis manos que hasta hace unos instantes estaban inmóviles detrás de mi espalda con unas esposas, son liberadas y me recuesto libremente contra el pavimento.

Alguien me sostiene y me carga hasta que me dejan en lo que parece ser un auto, no he abierto los ojos, pero ya se quiénes son.

— ¿Qué le hicieron? — gruñe Rodrigo. — ¿Quiénes eran? —se escucha como azotan una puerta y luego otra.

— Vámonos de aquí. — esa es Trina.

Mientras el rugir de un motor me duerme, dejo llevarme por el sueño, no sin antes lograr tomar un brazo con mi débil mano.

— Cristina. — le susurro. — ¿Dónde está Cristina?

Estos últimos tres años de mi vida me la pasé encerrada, sin visitas, la última vez que vi a Cristina fue hace dos años y medio. No tengo entendido muy bien por qué dejo de ir, simplemente dejo de hacerlo en algún momento. Le llame una y otra vez, cien, mil veces, pero nunca respondió, estoy segura de que gastaba todas mis llamadas que tenía, en poder contactarle, pero nunca pude.

— Tranquila. Vamos a llevarte a un lugar más seguro. —es lo último que escucho antes de caer rendida.

Mi último pensamiento es aquella mujer, que aun cuando tiene la posibilidad, arruina lo que hay en mi camino, esta noche quería escapar lo más segura posible, pero gracias a que me tenía de ojo en ojo, no pude hacerlo.

Mi madre cuando era pequeña me decía que las cosas suceden por algo, que todo tiene que tener lógica para que la situación pueda ser real, verdadera, ahora entiendo lo que quería decir con eso. No siempre las cosas pasan de una forma en la que tú quieres que pasen. Tal vez yo, merecía eso, merecía una lección, ya la he aprendido con todo y detalles, no quiero volver a pasar por lo mismo, no lo haré. No volveré a estar detrás de otra celda...o eso pensé. 

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