Capítulo seis

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Capítulo seis.

—¿Quién rayos te crees? — salgo del auto gritando. Sonríe, descarado. —¿Acaso eres mudo? — no contesta. Se queda ahí parado como si yo no le estuviese gritado. —¡Maldita sea! ¿Qué crees que hacías? ¡Acabas de arruinarlo todo!

Bueno, que me ves, yo gritándole un montón de incoherencias y el, sonriéndome como un maldito colegiala. Ni siquiera sabía su nombre, ni de dónde venía, pero ya lo odiaba.

— ¡Y, sobre todo, arrogante! — se cruza de brazos aún con esa sonrisa en la cara.

— ¡Maldito! — le grito y avanza hasta quedar frente a mí. —¡Se suponía que quedaría primera! — su semblante cambia de una sonrisa arrogante a serio. Ya, sé que me estoy comportando como una egoísta y una cría, pero la furia me gana y no puedo hacer nada — ¡Es que eres ...! — de un momento a otro me había tomado de las muñecas y su cara a centímetros de la mía. Creo que ya había tenido suficiente.

— ¿Estás loca? — tiene los dientes apretados cuando lo dice.

—Loco tú. —le digo igual. —Que te crees que puedes ir por ahí haciendo las cosas a tu antojo.

—No te atrevas a hablarme así porque te juro que las consecuencias no son nada bonitas— está enojado. Puedo adivinarlo por como la vena de su cuello está muy, muy marcada.

Ahora la que sonríe soy yo.

—Puedo hablar como se me dé la maldita gana. — el cielo empieza a ponerse más oscuro de lo normal. Levanto la mirada rogándole al de allá arriba que por favor no llueva.

—Me dijeron que eras exasperante, pero no tanto. — ahora está sonriendo.

—A mí no me dijeron nada sobre ti... ¿Y porque alguien te diría algo sobre mí? — gotas empiezan a caer, unas tras otras. Mi sonrisa se desvanece. Oh no.

—Creo que... — fue interrumpido por mi grito. La luz se vio primero, luego el sonido. Trueno. Esto no está bien tengo que largarme.

Intento zafarme de su agarre en mis muñecas, pero no me deja, solo me mira confundido y sorprendido a la vez. Necesitaba salir, ahora.

—Suéltame. — lo fulminó con la mirada. —Ahora. — otra luz se vio seguida del mismo sonido. — ¡No! ¡Ya déjame! — comencé a desesperarme de verdad. — ¡Ya suéltame! — agitaba mis manos, quería alejarme, quería marcharme. Otro trueno. — ¡No, no! — Me miro con algo de miedo por la forma en que me estaba comportando.

Me suelta las manos, la lluvia caía rápidamente y yo por segunda vez tenía miedo.

Luz, sonido. Trueno.

Corro hacia la salida que ahora está atascada de personas que salen de prisa por no querer empaparse.

Tomo fuerzas, me hago paso por sobre la gente. Cuerpos chocando unos contra otros, gritos de todos que me hacen asustarme más, trato de que no se vea en la superficie mi situación real.

Llego a la carretera, tomo un taxi. Mientras me lleva a la dirección que le indico, trato de tranquilizarme.

Luz, sonido. Trueno.

Doy un brinco en el asiento, el conductor me mira a través del espejo retrovisor, no le tomo importancia.

Ojalá Cristina estuviera aquí, tengo que aceptar la realidad. Ella ya no está, voy a superarlo.

****

Cuando llego al departamento, mis "amigos" están sentados en el sofá, me miran, abren los ojos ante mi ropa mojada y ojos rojos, así como los miro me voy a mi habitación, no tengo ganas de pelear ahora.

Recuesto mi cabeza en la almohada, mi linda almohada, dispongo a dormirme, pero el celular suena. Ruedo los ojos, me levanto y voy a por él.

No te compliques las cosas, has comenzado el juego, y no se ha oído a nadie que haya salido vivo de él.

Daniel Zers.

¿Qué demonios? 



En multimedia Daniel.

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