Capítulo veinticuatro

7.8K 454 21
                                    

Capítulo veinticuatro.

Estaba con ella y el momento era muy incómodo debo decir. Tenía que salir de aquí cuanto antes.

Ella sabía que no la había perdonado del todo. Ella sabía que hiciese lo que hiciese habría una grieta ahí, diciéndome que de una forma u otra me había mentido. Y así como era yo, como era mi actitud sabía que cualquier error que cometiera yo le iba a echar en cara lo que hizo y bueno, no haría nada porque yo siempre juego sucio.

—Elizabeth. — me llaman. Volteo y veo a Rodrigo que tiene el ceño fruncido. — Nos hablan, a todos. —mira a Cristina y sin decir una palabra doy media vuelta y lo sigo hacia la oficina anterior.

— ¿Todavía no te ibas?

— No.

—Elizabeth. —Con ganas de írmele encima.

Lo miro impasible, esperando a que nos dé las órdenes y salgamos de aquí lo antes posible, lo mejor que se pueda.

—Bien. —empieza. —Quiero que hagan un protocolo. —junta sus dos manos debajo de su barbilla y nos mira.

— ¿Protocolo? ¿Qué es eso? — pregunta Trina.

—El protocolo es un campo grande en donde van a estudiar su siguiente jugada...

— ¿Por qué? — interrumpo.

—Porque la mercancía está en la estación de policía, Elizabeth.

— Esta de broma, ¿no?

—No. Para eso es el protocolo. Consiste en una estación falsa, obviamente, de policía, que está integrada con todo lo que tiene la estación real. Lo único que es diferente es que no hay techo y está estación está rodeada de edificios. Les daremos radios, timbres y demás para un ensayo...

—Esto es estúpido. —digo mientras me siento en la silla al lado de la puerta.

—No, no lo es. — afirma.

—La apoyo. —dice Ricardo. —Esto son niñerías si vamos a salir ilesos lo haremos y si no, pues ni modos.

— ¿Y qué si los matan? —pregunta Cristina.

—Da igual. — Ricardo se encoge de hombros. —De todos modos, los que no pertenecen a este mundo están mejor allá arriba o allá abajo.

Asiento con la cabeza y una ronda de si se unen a Ricardo, pero el jefe insiste.

—No importa, lo harán y se acabó.

—Y si no, ¿qué? —ahora es mi turno. — ¿Nos va a golpear hasta matarnos? Porque si lo hace déjeme decirle que no va a funcionarle ya que nos necesita y no puede hacer nada sin nosotros. ¿Por qué siquiera me molesto en decirle esto? A usted no le importa. Nos mete a la boca del lobo y no le va a interesar.

—Toda la razón. —afirma. — Ahora yo te pregunto ¿Que te hace pensar que no tengo más personas como ustedes trabajando para mí? Y sí, no va a importarme una jodida mierda si los meto a la boca del lobo o no, si salen vivos o no es su problema porque ustedes se han metido en esto. No fui yo quien les pidió ayuda, no fui yo quien les rogo que les consiguiera trabajo, no fui yo....

—Oh, ya basta —le corto. — Y no soy yo la que está de humor para soportar sus discursos.

—Hoy. A las 11 p.m. Puntuales, Elizabeth.

—Claro. —gruño, me levanto de la silla y salgo por la puerta. Bueno, esto es tan idiota.

Me siento observada, y no solo por el hecho de estar en una falsa estación de policía, ni tampoco por los muñecos policías que hay aquí, es otra cosa, otra cosa más fuerte que eso.

FugitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora