Capítulo 37. "Odio repentino"

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♦ "Odio repentino"                                                                                           

Lo que traía en las manos lo dejo caer haciendo un sonido seco. 

Bajo el resto de las escaleras hacia el segundo piso y busco en todos y cada uno de los cuartos, pero no encuentro a Trina. Continuo bajando lo mas rápido que puedo aquellas escaleras y cuando estoy en los últimos tres escalones me detengo abruptamente.

Trina y Rodrigo están hablando con Daniel. Hablando.

Los miro realmente sin saber qué hacer, no sé si ir hacia ellos o quedarme aquí, pero por la mirada que me manda Trina que no es una nada bonita la mejor opción es quedarme en donde estoy. Se encuentran a unos metros de la puerta de entrada, las escaleras están enfrente por lo que no puedo escuchar lo que ese bastardo les está diciendo. 

Rodrigo y Trina asienten con la cabeza cuando Daniel les manda una mirada furtiva. Frunzo el ceño y lo miro. Él me da una sonrisa, se gira, da media vuelta y se va. Después de unos segundos en completo silencio Trina y Rodrigo salen por la puerta de entrada dejándome sola en el almacén sin ni siquiera dirigirme la palabra o una mirada, nada.

Hago una mueca de disgusto hacia nadie en específico.

— ¿Que fue todo eso? —les pregunto una vez que estoy enfrente de ellos. No contestan, solo se limitan a subir al auto. — ¿Van a hablarlo conmigo o algo? —entre cierro los ojos.

—Sube al auto —dice toscamente Rodrigo.

—No voy a subir hasta que me digan que es lo que pasa —Trina se encoge de hombros, Rodrigo enciende el motor y comprende marcha hacia la carretera. Miro la dirección en donde se fueron, captando como el vehículo se hace cada vez más pequeño porque se aleja.

Me recargo en la pared más cercana de aquel almacén, cierro los ojos suavemente y recargo mi cabeza hacia atrás. 

Cuando todo al fin parece ir bien alguien viene a joderlo.

Qué cuantas veces he pensado en esta mierda. Muchas. Algunas veces pienso que mi vida no podría ser peor, pero la realidad me supera y todo es tan simple y básico, tan estúpido e insano que no podía ser verdad, pero lo era y no podía evitarlo. Así como no podía evitar querer desaparecer cada vez que las cosas empeoraban. ¿Quién ganaba y quien perdía? Nadie. Porque esto no era más que un simple juego. Un juego en el que no sabias si ganar era ser triunfador o perdedor. En donde lo único que te esperaba al final del día eran preguntas sin respuestas. Aquellas preguntas que tú formulabas en tu mente y que ocupaban todas tus cosas, cosas que eran importantes, pero te olvidabas de ellas por resolver otras.

Una cosa si sabía: Daniel les había dicho algo a Rodrigo y Trina.

¿En quien debías confiar? ¿En quien realmente debías poner todo a sus manos? Estaba dando vueltas, estaba divagando, estaba haciéndome muchas preguntas. ¿Podría yo confiar en él? Y si lo hacía, ¿quién me aseguraba que no era todo una gran mentira? ¿Quién iba a estar ahí para advertirme? Y es que a pesar de todas las cosas yo ya no confiaba en nadie ni en nada. En situaciones como estas no sabias quien era tu amigo y quien el enemigo. Por mucho que conozcas a una persona eso no quiere decir que va a defraudarte, lo sé por experiencia, porque me ha pasado y porque duele, la desconfianza hace que las personas se separen y crean cosas que no son. Algunas veces incluso la mentira es tan real que creen que es verdad.

—Debiste de haberte ido con ellos —conozco la voz pero no pienso abrir los ojos. —No es bueno quedarse solo. 

—No necesito a nadie más —gruño.

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