Prólogo.
24 de Diciembre 2010.
—Tenemos el resultado.— dice aquel señor Juez. Trae en sus manos un sobre blanco y sé que en ese sobre está el futuro de mi vida.
Volteo a ver a mi hermana, Cristina Ellys, que se encuentra detrás mio junto al pequeño publico reunido en los asientos, es más grande que yo solo por cinco años, es un retrato vivo de mi madre. Es rubia con hermosos ojos verdes y de mi estatura. La amo, siempre ha estado conmigo, incluso cuando recibí la carta de citatorio ella estaba ahí para mí, sabía que podía confiar en ella, pero no puedo dejarla sola, somos nosotras dos contra el mundo y me duele que le suceda algo si la dejo. Es mayor, sí, eso lo sé cómo también sé que soy lo único que tiene.
El juez alza la mirada y me ve directamente a los ojos, su expresión es seria, sin ninguna emoción.
—Elizabeth Ellys es declarada culpable del asesinato de Petra Arquímedes.— dice y con esa frase me debilito. Esto no es real, es una mentira, no puede ser cierto. Termino todo.
Me dejo caer en la silla tras de mí, en estado de shock. Cristina se cubre la cara con ambas manos, esta parada sollozando, duele verla así. Después de unos minutos me mira con los ojos rojos e hinchados, como puede se acerca a mí, me abraza, lo único que puedo hacer es responderle acercándola mucho más a mi porque sé que a partir de hoy no la volveré a ver.
—Va estar todo bien, mi niña.— me dice entre lágrimas y me pongo a llorar, esas fueron las últimas palabras de mi madre, las ultimas que ese día ella me dijo a mí. —Se arreglara y tu saldrás pero prométeme algo, ¿sí? — asiento y ella me ve directamente a los ojos. —Nunca, nunca vas a hacer algo que tú no quieras, ¿me escuchaste? — vuelvo a asentir, me siento como una niña pequeña siendo regañada. Hasta ese momento no entendí a lo que se refería, pero lo entendería años más tarde.
Me levanto de la silla en la que estaba, Cristina me vuelve a abrazar y hago lo mismo apretando mis brazos en su cintura.
Siento como el corazón se me detiene en un latido, mis ojos se abren tanto que pienso que se saldrán de la órbita. La visualizo, ahí está ella con una sonrisa satisfactoria en su cara, me está viendo sufrir, lo sé, me dan ganas de matarla aquí mismo, pero sé que en un futuro me haré cargo de ella, la encontraré y no tendré piedad, es increíble que piense esto, pero todo lo que había hecho era ilegal y no se como, pero iba a demostrar que yo era inocente y ella pagara todo lo que hizo.
Me sacan del estrado, rumbo a la explanada y lo primero que visualizo es el auto de "Policía Federal", Cristina me acompaña, a una distancia prudente, sigue sollozando muy fuerte y a mí se me salen más lágrimas que nunca.
Un policía que baja del auto, se acerca a mi, listo para llevarme, jala de las esposas que me han colocado antes en las muñecas.
Cristina me da otro abrazo y me susurra cosas indescifrables al oído, lo único que puedo escuchar bien es un "cuídate", "todo estará bien".
—Sera trasladada a la cárcel de mujeres.— informa mediante su radio. —Cargando en HSFD175. Tiempo estimado cuarenta y cinco minutos de traslado.
Antes de subir, trato de que mi hermana me escuche, lo suficientemente fuerte para mi débil voz.
—Cristina, mírame.— le digo y ella lo hace. —Todo estará bien, tu estarás bien, prometo que no haré algo que no quiera, promete que cuidaras de mi, como siempre lo haz hecho. Dile a Marti que la amo y promete que vendrán a visitarme siempre que puedan, las necesito.
Duda unos segundos mientras se limpia las lágrimas y este policía aún me sigue arrastrando hacia el coche. Antes de meter la cabeza en el transporte que me llevará a mi destino, me espero, quiero que lo diga, quiero que prometa que por nada del mundo va a dejarme sola.
— ¡Lo prometo, Eliza, por nosotras! — grita dado que ahora ya me encuentro mas lejos de ella.
Encienden el coche, hay dos policías en la parte delantera que me miran con sorpresa, lastima y pena, yo me situó en la parte de atrás un tanto incomoda por las esposas. Levanto la mirada al espejo retrovisor y veo a mi hermana que aún con la distancia llora.
Soy un mar de lágrimas, porque ya nunca más la veré, ya nunca más podre recordar cómo fueron los momentos felices y esta imagen se ha quedado impregnada por siempre, congelada, en mi cabeza, en mis recuerdos.
Más lágrimas se deslizan por mis mejillas lo puedo ver por el espejo, puedo ver como una última lágrima sale de mi ojo izquierdo.
Llego ese momento en el que juré venganza, en el cual decidí ya no llorar más, el instante en el que sabía a ciencia cierta que jamás iba a olvidar.

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Fugitiva
AcciónTodo lo que necesitas saber es que los buenos se mantienen como buenos. Copyright - Todos los Derechos Reservados.