Capítulo nueve

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Capítulo nueve

Y ahí está él, recargado en una camioneta negra con los brazos cruzados y un cigarro en su mano derecha; Mirándome con diversión.

— ¿Yo como para que quiero saber sobre ti? — me hago la desentendida. Aunque no me salió del todo bien.

— ¡Por favor! — lanza una carcajada sin nada de humor. —Yo sé mucho y sé que quieres saber sobre mí, ¿Por qué no lo preguntas y ya?

Maldición. ¿Acaso es qué me tiene vigilada o qué?

—No te creas el importante porque no lo eres, además, ¿Qué haces aquí? — intente cambiar de tema, pero él tenía otros planes.

—Se supone que tengo que cuidarme de mi enemigo y eso es lo que hago. Me cuido de ti. — una sonrisa burlona aparece en su rostro. Tengo ganas de golpearlo.

— ¿Y tú quién eres? —dice Rodrigo detrás de mí.

—No es nadie. — nos retamos con la mirada. —Él ya se iba.

Deja de mirarme y ahora centra su atención en mi amigo. Sé que va a decirle quien es, lo sé porque en sus ojos ve la diversión de todo este asunto.

—Soy....

— ¡Que no eres nadie! — lo interrumpo. Agarro a Rodrigo del brazo para irnos al auto y así poder largarnos, claro, después de haber fulminado con la mirada a ese Daniel.

Sorprendentemente Rodrigo no dijo nada de lo sucedido.

Se estableció un silencio incomodo en el auto, miraba hacia la ventana viendo los autos pasar a gran velocidad mientras las farolas de la calle desaparecían como si fueran una chispa de cuete.

Tendría que investigar más sobre mi "enemigo" al parecer me tienen vigilada, eso es escalofriante casi como si fuera un psicópata, da miedo. O hay un infiltrado en el departamento o él realmente sabe todos mis pasos; sabe todos mis pasos porque no creo que mis compañeros estén dándole información.

Llegamos a un local que tenía luces fosforescentes. Rodrigo compro unas botellas que seguidamente las envolvieron en un papel marrón.

—Eh, eh. — me reprende cuando intento agarrar una botella. —Todavía no. — lo miro confundida, pero no me hace caso y sube al auto.

— ¿Subirás o no? — grita por la ventana del piloto —Te quedaras ahí parada, porque yo ya me voy. — enciende el motor, corro a la puerta del pasajero y me adentro en el auto. No vale arriesgar, sé que se iría y no le importaría dejarme aquí en donde sea que estemos.

No tengo la menor idea de a dónde vamos hasta que aparca en un estacionamiento muy grande.

— ¿Qué hacemos aquí? — pregunto, cuándo apaga el auto. — ¿Qué demonios haces? — sale por la puerta, la cierra y camina hacia la entrada de una casa. Alto ¿Una casa? Como acto reflejo salgo y lo sigo.

Niego con la cabeza. Ahora, ¿Qué hacemos aquí?

Estoy acercándome cuando Rodrigo me señala, le dice algo al guardia que se encuentra fuera de la puerta y le abre la puerta para dejarlo pasar, corro antes de que se meta, pero llego tarde, él ya está adentro; Aun así, el guardia me sonríe y deja que pasé.

Es un lugar muy espacioso, sin muebles, solo con una pista al centro y una barra libre en una esquina que cubre toda la pared de arriba abajo. Música suena a nuestro alrededor y no se de donde proviene. Hay pocas personas aquí, como si fuese un lugar privado. A lo lejos, en otra esquina veo los baños para mujeres y hombres.

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