Capítulo cuatro

17.5K 864 29
                                    

Capítulo cuatro.

3 semanas después. 

—¡Arriba las manos todo el mundo! — grita Ricardo. —¡Al suelo, ahora!

Nos encontramos en un mini super. Hemos tomado un par de pasamontañas y una pistola a cada uno para intimidación, nos las ha dado Ricardo, bastante malo tuvo que ser antes para que le den lo que pide con un solo telefonazo.

Hemos estado viviendo en Barbados desde hace 2 semanas, nos va bien y no me puedo quejar. Después del incidente con las noticias conseguimos o, mejor dicho, Ricardo consiguió un nuevo apartamento en el centro de la ciudad a miles de kilómetros de donde nos encontrábamos, eso nos agradó a todos. Los cuatro vivimos juntos debo decir que es un martirio, se comportan como animales, puedo decir con certeza que soy la única medio cuerda.

Nos buscan las autoridades, pero les llevamos ventaja, dos días de ventaja y que no saben dónde estamos. Ya dieron una recompensa muy grande para la persona que nos encuentre y aquí, nadie parece reconocernos.

Salimos a prisa del local y nos separamos en grupos de dos para que cada uno vaya a hacer el trabajo pendiente que tenemos.

— ¡Me canse! — exclama Trina

—Pero si no es para tanto. Exagerada. — el sarcasmo se puede notar en mi tono de voz.

Para subir las escaleras del apartamento son 16 pisos. No elevador, no rampa, nada más que escaleras y puedo decir que son bastantes, apenas estamos en el piso siete.

Después de nuestro trabajo, tuvimos que ir a dejar el " encargo" al almacén del "jefe" tuvimos que caminar durante 30 minutos seguidos y sin detenernos, ahora nos encontramos subiendo malditas escaleras.

Yo y mi intención de maldecir todo.

—Necesito... agua... estoy... muriendo... — su tono exagerado me hace reír.

—Levántate vamos, así nunca llegaremos ¿sabes? — la agarró del brazo para levantarla, pero se hace la difícil. Llegar será peor de lo que imagine.


Trina y yo nos encontramos sentadas en el sofá cuando se escuchan golpes en la puerta, segundos después nos quedamos impresionadas.

Son Ricardo y Rodrigo que vienen sangrando por todos lados. Ricardo tiene tierra en la cabeza, la nariz le sangra a chorros, su ojo izquierdo esta hinchado y Rodrigo sangra de la cabeza, nariz, la pantorrilla izquierda y al igual que Ricardo sus ropas son un asco, como si hubieran estado revolcándose en las piedras.

Trina sale como tromba del sofá y los ayuda, yo voy por el pequeño botiquín que hemos conseguido.

Cuando llego de nuevo a la sala, están sentados. Pongo las cosas en la mesita que tenemos enfrente, curo a Rodrigo mientras hace muecas de dolor, Trina ayuda a Ricardo.

Nadie ha dicho nada, temo la respuesta.

Hemos acabado, tiramos las cosas a la basura. Le mando una mirada confusa a Trina, pero ella está igual que yo: sin saber nada.

— ¿Y bien? ¿Quién fue? — soy la primera en hablar.

—El Hermano— Rodrigo dice con voz firme. Tanto Trina como yo nos miramos y abrimos los ojos como platos.

El Hermano, se le conoce así al que es el segundo en ocupar el puesto para el J.M, jefe de la Mafia, y también por tener gran rivalidad con grupos narcotraficantes, robos y demás.
En nuestro caso, nosotros pertenecemos a un "jefe", ese Jefe tiene grandes grupos en E.E.U.U. y ha querido ampliar el negocio a otros lugares, aquí es donde participamos, que mejor que nosotros para extenderlo a América Central. "El Hermano" se ha enterado que nosotros somos prófugos, fugitivos y quiere deshacerse de nosotros, la razón: Teme que, como somos los Terciarios en la lista y ellos los Segundos, les ganemos el puesto al Jefe Principal, porque admitiendo, los que son Jefes totales no serían nada sin nosotros, porque ellos no hacen nada y nosotros, los que robamos, hacemos el trabajo sucio.

Tanto él como nuestro Jefe tienen a un sequito muy grande extendido por todo el mundo, todos sin nombre.

Desde que Ricardo nos comentó de esto sabíamos en lo que nos metíamos, así lo aceptamos. A pesar de estar aquí poco menos de tres semanas, somos influyentes, con nosotros ha subido el porcentaje en grandes cifras algo que antes eran un par de números ahora son miles.

El Hermano, antes de que llegáramos tuvo un problema con nuestro grupo, todos saben que si se meten con él no sales vivo de esa, pero, así como es de rudo nosotros podemos serlo también.

Ha querido deshacerse de nosotros, no lo ha conseguido y ahora nos quiere matar. Pero eso no va a suceder.

— ¿Fue "El Hermano" quien los dejo así? — Trina les pregunta.

—No él personalmente, pero fueron de los suyos— Ricardo habla con dificultad.

— ¿Cómo paso todo esto? — digo entre dientes. Me siento enojada, no, enfurecida con todo ese clan.

—Veníamos del almacén, nos empezaron a seguir, no les tomamos importancia hasta que pronunciaron tu nombre. — Rodrigo me mira, la confusión llega mezclándose con mi enojo.

— ¿Mi nombre? ¿Cómo saben mi nombre? ¿Por qué el mío precisamente?

—Dijeron que primero iban a deshacerse del As bajo la manga de nuestro Jefe y dijeron tu nombre con algo parecido a que las vas a pagar todas y que no ibas a salir librada de aquí, luego Rodrigo se dio la vuelta y lo empezó a golpear, fue imbécil, porque eran como quince y nosotros solo dos. — Ricardo le lanza una mirada asesina a Rodrigo mientras lo dice.

Me quedo unos segundos pensativa, pero recuerdo que tengo cosas que hacer, más importantes.

****

Llevo más de tres horas metida en este cuarto de nerds, toda esa cosa de computadoras, juegos equivalentes, cables, cables y más cables, aunque la verdad yo lo único que veía era cables.

Ricardo le ha pedido a su amigo que es amigo del jefe, si podía ponerme al tanto sobre la información de mi hermana, pero no he encontrado nada.

—Ellys— volteo para mirar a la persona que me llama.

— ¿Sí? — es un chico, más bajo que yo.

—Centeno te quiere ver en la oficina principal. — da media vuelta y se va. Y ahora, ¿Quién es Centeno?

Subo por unas escaleras de porcelana, en forma de caracol. Voy hacia la oficina principal donde me espera ese tal Centino o Cerino, quien sabe. Paso por un pasillo, tal y como las películas siniestras, la puerta está al fondo, esto es tan típico.

Cuando llego no sé si girar el picaporte o tocar la puerta, opto por la segunda opción.

—Adelante. — entro a la habitación y cierro la puerta. Hay un viejo de unos setenta años, sentado detrás de un escritorio gigante en una silla de cuero café. Que malote se ve. —Toma asiento, por favor. — hago lo que dice, me siento y lo miro con atención. —Bueno, Soy Rubén Centeno, director de la compañía de detectives. Te mande llamar porque me han contado que estás buscando que fue lo que paso con tu hermana, Cristina Ellys. — asiento en modo de respuesta. —Yo sé todo lo que sucedió. — un escalofrío recorre mi columna. ¿Él sabe? Claro es un detective. ¿Pero por qué un detective me está buscando y sabe lo que quiero?

— ¿Cuánto necesita para darme esa información? — pregunto con voz desesperada, se trata de mi hermana.

—No quiero dinero a cambio. — achico los ojos en su dirección.

— ¿Entonces?

—Quiero que hagas algo por mí. — abro los ojos. Maldito viejo pervertido. —No es lo que piensas, necesito que me hagas un favor, nada comparado con lo que imaginas. — me tranquilizo, vuelvo a asentir. —Estoy metido en carreras, pero no como el tipo de carreras que tú y todo el mundo conoce, no, estás son algo diferentes, necesito que ganes contra hombres y mujeres que vienen de la cárcel, al rato te explicaré de que se trata, pero antes... quiero saber si aceptas o no hacer este trabajo. — ni siquiera dudo la respuesta porque ya la sé.

—Acepto. — le dijo con voz firme y tomando la mano que me tiende.

Lo que yo no sabía es que, a partir de ese momento, mi destino estaba escrito de una forma no muy peculiar.  

FugitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora