Capítulo treinta y dos

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Capítulo treinta y dos.

Algo no estaba bien.

Me escondo detrás de un muro de ladrillos gruesos y regularizo mi respiración acelerada. He perdido a los otros tres de vista, pero supongo que se han de encontrar un poco lejos.

Estaba comenzando a desconfiar del jefe y no es que confiara mucho.

Él nos había metido en este lio, él tenía que sacarnos, pero no, lo único que dijo cuando Ricardo le llamo fue "arréglenselas solos" ¿Qué demonios íbamos a hacer? Ni idea.

Asomo mi cabeza por un lado del muro y maldigo para mis adentros cuando el perro empieza a ladrar y a correr en mi dirección.

Me separo del muro y salgo corriendo del lado contrario en el que viene el perro y su guardián.

— ¡Detente ahí! —grita el policía, pero no hago caso porque sigo corriendo a todo lo que doy.

—Ni loca. —respondo en un susurro aun corriendo.

Al doblar una esquina de aquel centro comercial vacío me topo de frente con Trina, lo que significa que a ella también la vienen siguiendo. Las dos nos miramos alertadas, miro al lado derecho y veo unas escaleras, le señalo a Trina las escaleras y ella asiente; hecha a correr por ellas y yo me desvió al frente.

—Arriba las manos. —me topo de frente con un policía bajito. Me quedo mirándolo fijamente, a su espalda esta Ricardo y por un momento pienso que va a dejarme a mi suerte, que él se va a ir, pero me sorprende sacando su arma y disparándole al policía en la nuca. La impresión hace que tape mis oídos por el eco de la pistola.

El otro policía viene detrás de mí. Corro junto con Ricardo hacia las escaleras eléctricas que se encuentran sin electricidad, irónico.

—Gracias. —subimos de dos en dos las escaleras y tal parece que estamos sincronizados.

—No es nada, Elizabeth.

Nos separamos en una intersección en cuanto nos libramos de las escaleras, él por la izquierda y yo por la derecha.

Todavía falta encontrar la mercancía y no sabemos en donde está.

Subo unas escaleras de caracol para dar al tercer piso.

—Atención, atención. —el eco de la voz de Trina me hace pararme en seco. —Policías de cuarta esto es para ustedes, claro, en donde sea que se localicen, no vamos a permitir que sigan con su jueguito, ¿lo captan? —sus gritos salen por todas las bocinas del centro comercial. Meneo la cabeza de un lado a otro para poder concentrarme porque ella lo que está haciendo es tiempo y el tiempo aquí y ahora lo es todo.

—Los ladrones también tenemos derecho y queremos decirles que nuestro derecho está en no ser perseguidos más. — ¿qué carajo, Trina? Los ladrones no tienen ningún tipo de derecho y menos uno como ese. ¿En que está pensando?

—Sí, sí. —esa es la voz de Rodrigo. —Queremos informarles, después del discursito de la chica que hay un oficial muerto en la sección B enfrente de la joyería "Vivir".

La carcajada que suelto resuena por todo el piso. ¿Es que estos quieren que nos descubran?

Camino a paso rápido entre los estantes de diferentes secciones mientras de fondo escucho a Trina y Rodrigo decir estupideces.

Paso por una vitrina de ropa y la mercancía se encuentra ahí. Me detengo enfrente del vidrio, mi reflejo se ve del otro lado. Agarro la manga del suéter para que esta envuelva la tela en mi mano y estampo mi puño en el vidrio.

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