Capítulo once.
— ¿Esto es alguna clase de broma? —pregunto, me miran como si estuviera loca, es que en realidad tal vez lo éste, solo un poco pero no podían hacerme esto.
Ella es solo una niña, ella no debería estar aquí. Ni siquiera debería saber lo que es esto. No tendría por qué enterarse de lo que hacemos e incluso de lo que los adultos irresponsables hacen. Bueno, tal vez este exagerando, tal vez ya lo sepa, pero meterse en este retorcido juego, es mucho, pasarse a otro nivel.
Además, ¿de dónde salió? ¿Cómo es que se metió en esto? Empiezo a creer en la pequeña frase del mundo es muy pequeño. —Sáquenla de aquí. Ahora. —sus miradas de confusión lo dicen todo, ahora no puedo pararme a pensar, hay cosas más importantes como el hecho de que si no llevamos al menos un cuarto de mercancía al jefe nos va a matar, en resumen, la criatura enfrente de mí no tiene nada de importancia solo hay que esquivarla y listo. Aunque la gente que tengo alrededor no entiende eso.
—No podemos hacer eso.
— ¿Por qué no? ¿Sabes en lo que esta niña se está metiendo, Trina?
—Pero...
—Pero nada, la conozco y créeme no es nada agradable.
—Oye disculpa lo del otra vez ¿sí? —por primera vez habla nuestra "invitada".
— ¡No puedo creerlo! — grito. Todavía la muy descarada me pide disculpas. —Mejor lárgate. Tenemos cosas más importantes. No sé, esfúmate o algo.
—Ya te pedí disculpas, lamento lo que te dije la vez pasada, pero estaba asustada. — dice. Ahora nos miran con atención.
— ¿Asustada? ¿Asustada de qué? — preguntó, incrédula de lo que está diciendo.
—Yo ya los había visto. — tartamudea. Entrecierro mis ojos en su dirección. Claro estaba que a mí ya me conocía, pero ¿a ellos? —Quiero decir, me enseñaron fotos de ustedes.
— ¿Quién? — interroga Rodrigo.
—El jefe, ¿quién más? — contesto yo por ella.
—Eh, yo me llamo Daniela Castañeda.
— Si, bueno, no es momento de presentaciones. — les digo. —Tenemos un asunto que arreglar.
Doy vuelta para poder irnos ya. Esto es malo, en serio, no puedo creerme esta farsa.
Esto es grave.
Nos encontramos sentados enfrente de un escritorio, esperando por una persona importante, supongo.
La habitación esta bañada por un par de focos tenues, hay un espejo atrás del escritorio en donde nosotros estamos reflejados. Soy yo o esto parece un cuarto de interrogatorio.
La puerta se abre y dirijo mi mirada ahí, donde entran dos sujetos con traje negro, son grandes, muy grandes, detrás de ellos aparece un señor, le distingo de unos cuarenta años no menos, sus facciones no son lindas, tiene una cicatriz en la mejilla derecha lo que lo hace aún más espeluznante.
Cierra la puerta y, a cada lado de ella se sitúan los hombres trajeados. El señor se pone enfrente del escritorio en donde estamos sentados, no se sienta, solo se queda ahí parado, dedicándonos miradas a cada uno de nosotros como si fueras una especie de humanos con tres brazos.
—Perdieron todo —eso era una afirmación más que una pregunta. — ¡Perdieron todo! —grita. Salto en mi asiento por tal intensidad en su voz. No espero decir lo irónico del asunto, pero él parece enojado. También sé que es real que, si no tenemos una buena explicación para esto, estamos muertos, hablando literalmente, sino es eso, nos van a dar una paliza de los mil demonios y, aun así, nos van a obligar a trabajar. Tenemos que idear algo, rápido.
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Fugitiva
ActionTodo lo que necesitas saber es que los buenos se mantienen como buenos. Copyright - Todos los Derechos Reservados.