Capítulo ocho

13.8K 740 43
                                    

Capítulo ocho.

— ¡Vamos, Eli, despierta ya! —Trina grita golpeando la puerta de mi habitación. —Vamos, nena, a mí no me importa lo que te haya pasado ayer, ya quiero desayunar— creo que esta tipa me odia. —Comenzaremos sin ti, ¡advertida! — puf, ahora hasta me advierte.

Salgo con un tremendo dolor de cabeza, ¡madre mía! esto parece peor que una resaca. Siento la punzada en la ceja izquierda, luego recorre toda mi cabeza, se detiene, luego pasa por la nuca que se queda ahí dando varios golpes, por último, a mi ceja derecha y así sucesivamente.

Ayer cuando iba directo hacia mi cuarto mal humorada, con sueño y enojada, abrí la puerta bruscamente, pegó con el mueble que estaba detrás, se regresó y se volvió a cerrar, después de entrar sin azotar la puerta me quite los zapatos, justo cuando llegaba a mi habitación resbale y me pegue en mi dedo chiquito del pie, lo cual no es lindo, para terminarla de acabar me estaba parando y ¡Zas! mi cabeza golpea con el picaporte de la puerta de mi habitación causando un sonido sordo. Debieron de haber escuchado todo mi alboroto.

— ¡Miren quien está aquí! — grita Rodrigo —¡La bella durmiente! —enseguida los tres aplauden causándole así, más dolor a mi cabeza.

— ¿Qué les pasa? Cierren la boca. — voy a una silla, me siento, recargo los codos en la mesa y me agarro la cabeza. —Cuando alguno esta malo yo no le hago nada. — les digo con tranquilidad ya que gritar me causó aún más dolor.

—Eso es porque ninguno ha estado enfermo más que tú

—Sí, ayúdame Ricardo, tú no te preocupes — sarcasmo, eso es lo único que se nota en mi voz.

Se quedan en silencio un rato. Levanto la cabeza, ¿Qué me encuentro? Los tres felices de la vida comiendo.

— ¿Piensan dejarme sin comer? – los miro seria.

—Ah, no, mamacita — Trina tiene algo hoy, algo contra mí.

— ¡Sírvete tú que para eso tienes manos! — Ricardo le da la razón. No jueguen. Si estos son mis amigos imagínate los enemigos, no, no, así no se puede.

— ¿Saben qué? ¡Olvídenlo, los detesto! — genial, el dolor de nuevo.

— ¡Igual te amamos! — gritan al uníso en el momento que salgo de la cocina.

Bueno, oficialmente hoy es el día de gritarle a Elizabeth.
-

Después de seis horas encerrada en mi habitación Trina se digna a entrar.

—Eliza, ¿Estás enojada? — pregunta desde la puerta. Cínica. —Oh, vamos, no te vas a enojar porque no te quisimos dar de comer o ¿sí? — la fulminó con la mirada y sonríe. Maldita. —Te traje unas pastillas para...

—No quiero unas estúpidas pastillas — la interrumpo, sí, estoy enojada.

—Bueno, te traje unas pastillas para el dolor de cabeza, tómalas y duerme, al rato estarás mejor. — dice ignorando completamente lo que he dicho. Pasa como si de su cuarto se tratará, pone unas pastillas, un vaso de agua en la mesita situada a un lado de mi cama y se va.

Titubeó un rato entre si me las tomo o no, al final termino tomándomelas, solo porque de verdad no aguanto el dolor. Mis párpados están pesados, me dejo llevar por el sueño.
-

Unos golpes constantes en mi hombro me hacen despertar. Miro con los ojos entrecerrados hacia Trina.

— ¿Qué quieres? — pregunto a la vez que me inclino en mis codos para mirarla mejor.

—Has dormido mucho, venia avisarte que voy a salir...

Me dejo caer de nuevo en la almohada, cierro mis ojos. ¿Por qué me avisa?

FugitivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora