Capítulo cinco

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Capítulo cinco.

Estoy muriendo de miedo, pero no iba a admitirlo, no iba a echarme para atrás.

Esto se ve muy mal, bueno, en realidad no, se ve como todo lo que uno no se podría imaginar y es sorprendente lo que hay aquí.

Cuando decidí aceptar el trato imagine que sería más una carrera como esas ilegales o de cosas así. Que equivocada estaba. De hecho, se me hizo absurdo.

Le pregunte a Centeno, creo que así era, que, porque no tenía corredor, dijo que era un cobarde y al ver la pista había huido. No lo culpo esto está de infierno. También afirmó que si ganaba era por la información de mi hermana, si de verdad la quería tendría que ganar y si no ganaba, pero vivía de este campo, él mismo me mataría. Así que no tengo opción.

Mis compañeros me abandonaron, así como es, me abandonaron, me dijeron que no estaba pensando las cosas de manera correcta. Que estaba haciendo las cosas por impulso, que, si estaba loca o quería sentenciarme a la muerte, no es nada de eso, claro que no, lo hacía por mi hermana, algo me hacía querer correr aparte de esa información que estaba en manos equivocadas. Les conté que ganaba con eso del trato, me dieron sus razones del porque no querían, no me importó, era mi decisión no la de ellos, solo les avise más no pedí opiniones.

Queda claro que Rubén menciono que la carrera consiste en derribar a doce jugadores de los quince que son, luego tendría que correr hasta el final para poder ganar y no se hacían trampas a los últimos 3 jugadores que quedarán, me pareció fácil. Luego dijo que lo difícil no estaba en los corredores estaba en el campo de carrera, no se ha visto un ganador desde hace 2 años, eso asusta. Las trampas están en todos lados, así como en el suelo, en el aire, en las paredes corredizas, en todo. Había escuchado por parte de Trina que había escuchado de otra persona que una vez fue un chico al campo de carrera para apoyar a su amigo que estaba en la cárcel y que él no podía competir por una pierna lastimada, iba ganando, la celebración se avecinaba y a unos veinte metros el carro exploto, así sin más, nadie supo por qué ni el cómo.

Se supone estas carreras, son para deshacerse de las personas con frecuencia delictiva en la prisión, es por eso que de aquí no debía salir vivo nadie a excepción de uno. En situaciones como la del chico lastimado, podía pedir apoyo a familiares o amigos, para que ellos corrieron por él y si de todos modos no ganaban, lo mataban, eran reglas, y si no encontraba a nadie, él tenía que correr así, pero siempre es carrera perdida. En este caso, estoy corriendo para el hijo de Centeno, que como lo ha dicho él, es un cobarde, aunque no le veo lo cobarde si es catalogado un prisionero delictivo mayor.

Ahora me encontraba aquí adentro con una multitud gritando y enloqueciendo detrás de unas rejas que llegaban hasta el cielo. Los quince autos estaban acomodados en una fila muy larga que parecía interminable, los pilotos ya estaban a un lado esperando a su acompañante.

Caminé hasta mi lugar consiente de algunas miradas de los otros, no me importaba. Enseguida llego mi acompañante, era... un niño. ¿Un niño? ¿En serio? Le calculaba que tenía unos 8 o 9 años. Los otros también tenían a niños como acompañantes, debería ser una broma.

—Tomen sus lugares dentro del auto. — una voz que se escucha muy fuerte dio la indicación.

El cielo empezó a ponerse gris, rogaba en mi interior porque no lloviera.

Me coloque el cinturón de seguridad ignorando completamente al niño. Estaba enterada de que el auto, era un simple auto común, con algunas que otras defensas, pero nada más.

—Avancen a la línea amarilla— miré al frente y una línea amarilla estaba pintada a unos diez metros, avance primero, me situé en donde decía número "ocho" en rojo.

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