XXXVIII ¿Qué es la felicidad?

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Cosima, Julie, Candace y Almen habitaban la casa de los Vernon, pero semanalmente le tenían que llevar un pedazo de carne cocida a Celia que extrañaba comer ya que el rey ya no confía ni en los cazadores.

Cosima dormía en la cama grande con Julie, y los niños compartían una habitación.

Las mujeres cosían todo el día. Almen pasaba sus horas leyendo lentamente un libro que había encontrado en la habitación donde habitaban los padres de Celia. Le costaba leerlo. Le era difícil recordar los sonidos de algunas letras, pero trataba de recordarlo con la voz de Louis cuando éste le enseñaba.

Pero los cuatro se juntaban cada viernes por la mañana para ir juntos al castillo del rey. Pero éste viernes no fue como cualquier otro.

Cuando llegaron ingresaron por la ventana de la habitación de Celia. Allí ven a Celia con una gran panza de embarazada junto a su esposo. Almen y Candace esperaban abajo.

-Acá está la carne.-Dijo Cosima.

-Gracias-Dijeron Celia y Cuspedo al mismo tiempo.

Julie sentía curiosidad, intentaba preguntarle una vez más si no sentía rencor por Mooneyes, pero su boca se trababa antes de hablar.

-Bueno eso es todo, nos vamos.-Dijo Cosima.

-Chau-Saludó Celia.

Cuspedo saludó con la mano.

Empezaron a volver con los niños cuando Julie se asomó. Celia y Cuspedo comían la carne sonrientes en una mesita, ambos miraban en contra a la ventana.

-¿No sientes rencor por Mooneyes? Mató a tus padres, ¿No?-Dijo Julie soltando el aire. Se sentía mal, se arrepentía de haberlo dicho. La sangre se le subía a la cabeza. Y sentía demasiadas ganas de desaparecer.

Celia se dio vuelta, le sonrió.-Obvio que guardo rencor, pero ya murió, no puedo hacer más nada.

-Claro que puedes, puedes borrar su memoria, puedes vengarte de cada quien lo haya ayudado.-Dijo Julie, más tranquila al ver que Celia estaba interesada en la conversación.

-Entiendo que pueda estar enojada, pero vengarme con gente que no es responsable me parece solo una excusa para descargarse. Lo que quieres tú, Julie, es encontrar un sentido en tu vida, algo porque luchar. Y yo, yo soy feliz aquí. Tengo a un esposo que amo con todo mi corazón, y espero un hijo que voy a querer hasta el fin de mis días.-Dijo tocándose la pansa.-Pero si van a luchar por esto, espérame aquí.

Celia se fue unos cinco minutos de la habitación, en los cuales hubo un silencio incómodo.

Regresó con un libro en sus manos. "Sirenas" se leía en su tapa.

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Gaspar, en su casa, hizo girar el trompo.

Una de las sirenas junto a Rumpelstiltskin, inmediatamente dejó de respirar. Al poco tiempo, su corazón dejó de latir.


RumpelstiltskinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora