Primera Cita

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Alec había quedado con Magnus en la feria y ya llegaba tarde. Había tenido que decirle a Jace que iba a ir a una biblioteca mundana y luego había tardado más de veinte minutos en convencerle de que lo que iba a buscar no era importante, que no hacía falta que le acompañase.
Cuando por fin se libró de su parabatai, ya faltaban sólo cinco minutos para su cita y tardaría veinticinco en llegar a la feria.
Fue lo más rápido que pudo y consiguió llegar en quince, aún así temía que Magnus se hubiese marchado.
Se había pasado toda la semana pensando en el brujo y es que realmente le gustaba. Aunque había momentos en los que sentía que estaba traicionando a Jace, después recordaba que ya hacía meses que se había dado cuenta de que lo que él creía que era amor, era cariño y que lo único que sentía por Jace era amor familiar, ya que eran casi como hermanos.

Alec llegó a la entrada del recinto casi sin aliento y buscó a Magnus con la mirada. Le encontró apoyado junto a un puesto de manzanas de caramelo cuyas paredes estaban pintadas a rayas verdes, doradas y negras, lo que a Alec le recordó a los ojos del brujo que ahora le miraba con una sonrisa.
Se acercó a él e intentó explicar su retraso:
- Lo siento, Magnus, casi no me libro de Jace, mi parabatai. He venido lo más rápido que he podido. -Se trabó al hablar y decidió callarse. El brujo le miraba fijamente. Magnus había pensado que Alec no iría a su cita, pero ahora que veía sus mejillas sonrojadas y su respiración entrecortada, se dio cuenta de que era verdad que se había dado prisa.
- Tranquilo, ángel, lo importante es que ya éstas aquí, ¿vamos? -Magnus comenzó a caminar y Alec le siguió perplejo por como le había llamado el brujo.

Tras subirse a los coches de choque, Magnus caminó hasta la noria y se puso a la cola. A su lado, Alec se tensó.
- ¿Qué pasa? -Magnus se había dado cuenta de la tensión del nefilim y le miró preocupado.
- Nada. -Dijo Alec, pero él no sabía mentir.
- No me digas que te dan miedo las alturas. -El brujo estaba atónito.
- ¿Qué? No digas tonterías.
Alec se mostró seguro a pesar de que Magnus tenía razón.
- Bueno entonces no hay problema en que subamos a la noria. -El brujo sonrió ampliamente y Alec tuvo que dejar su miedo de lado.
- Pues claro que no. -Dio un paso adelante y se arrepintió de ser tan orgulloso cuando vio que era su turno.
Subieron a sus asientos y Magnus se inclinó hacia el nefilim:
- Tranquilo, si te da miedo puedes abrazarte a mí. -Susurró, y le provocó un escalofrío a Alec.

La gran noria comenzó a girar y Alec intentó relajarse.

Para cuando llegaron arriba Alec ya había dejado de respirar con normalidad y estaba tratando de no mostrar el vértigo que sentía en ese momento.
- Vaya, las vistas desde aquí son geniales, mira, Alexander.
Él se giró hacia Magnus y siguió su mirada... Y la verdad es que era alucinante. Estaba anocheciendo y desde esa altura se veía el sol escondiéndose tras el horizonte. Alec estaba tan asombrado que cuando bajó la vista y se encontró con 150 metros de altura a sus pies, dio un brinco y se chocó contra el hombro de Magnus. Este se sobresaltó.
- ¿Alec, estas bien? -Preguntó Magnus, y parecía preocupado de verdad.
- Yo... -Alec vio el temblor en sus manos y dejó de fingir. -No, tengo mucho vértigo.
El brujo hizo una mueca y se sintió mal.
- Lo siento, no pensé que fuera para tanto.
- No pasa nada, fui yo quien decidió subir a pesar de todo. -Dijo Alec y se dio cuenta de que los dos estaban pegados en el centro del asiento.
Se fue a alejar un poco pero Magnus le pasó un brazo por los hombros y le atrajo hasta su pecho. Alec se tensó por un momento pero luego se relajó.
- Gracias. -Dijo el nefilim entonces. Se había dado cuenta de que con el abrazo del brujo, se había olvidado de la altura.
- ¿Por? -Preguntó Magnus girando la cabeza para mirarle, quedando así muy cerca el uno del otro.
Pero Alec no contestó, seguía teniendo orgullo y no pensaba decirle que por el mero echo de estar entre sus brazos, había perdido el miedo a las alturas en ese momento.
Decidió no decir nada más, levantó la cabeza e hizo que su labios tocaran los de Magnus. Ahora en un beso tierno, muy distinto de los apasionados besos que se dieron en el piso de Magnus el lunes pasado, pero igual de asombrosos. Magnus, sorprendido, correspondió al beso mientras enredaba sus dedos en el pelo negro del cazador de sombras.
Alec rodeó a Magnus con sus brazos sin separar sus labios. Mientras, la noria comenzaba a bajar y el sol se ocultaba del todo, dejando la feria iluminada por cientos de luces de colores que brillaban en la noche que dio lugar a la primera cita de Alexander y Magnus.

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