Venecia

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- ¿Ya estás preparado? -Preguntó Magnus saliendo de la habitación con tres maletas de colores.
- Sí. Pero no entiendo por qué vamos en avión cuando un Portal es mucho más rápido y cómodo.
- Pero ir en avión es más divertido. -Repuso el brujo acercándose a Alec. -¿Preparado?
Alec asintió y respiró hondo. Recordó su primera cita con Magnus y el vértigo que le dio subirse a la noria; no quería ni imaginar lo que sentiría al subir en un avión a 10.000 pies del suelo.

Magnus y Alec se habían quitado el glamour al llegar al aeropuerto y habían atravesado la puerta de embarque entre un montón de mundanos que no dejaban de empujarles, y algunos, de mirarles raro; algo normal dado que Magnus llevaba todos los colores posibles en su vestimenta y purpurina en el pelo. El brujo sonreía mientras les conducía hasta sus asientos. En cambio Alexander se mordía el labio inferior con nerviosismo. Le esperaba un viaje de 20 horas con escala en Inglaterra para llegar a Venecia. Se sentó junto a la ventanilla y su novio junto a él, claramente disfrutando al ver al nefilim tan histérico.
- Alec, relájate. -Le pidió el brujo.
- No. Lo haré cuando pise tierra firme de nuevo, si no muero de un infarto.
- Sería gracioso. -Alec le miró confundido. -Que un nefilim que lucha cada día contra demonios muriese por un ataque de pánico ocasionado por el miedo a las alturas.
Alec hizo una mueca de enfado e inspiró hondo cuando el avión despegó y comenzó a subir a demasiada altura. Cerró los ojos y sintió la mano de Magnus sobre la suya. La caricia le relajó notablemente y al final se durmió.





- ¡Por el Ángel! Nunca en mi vida había estado tan cansado. -Alec se dejó caer sobre la enorme cama de su hotel en Venecia y agradeció el blando colchón.
- ¿No tienes una runa que quite el sueño? -Preguntó Magnus abriendo una de sus maletas.
- La verdad es que no. Quizá le diga a Clary que invente una. -Alec se sentó en la orilla de la cama y observó como el brujo rebuscaba entre montones de ropa de colores brillantes. -¿Qué buscas?
- Esto. -Dijo el brujo levantándose con una tela dorada brillante en la mano.
El nefilim estaba a punto de preguntar qué era cuando Magnus chasqueó los dedos y de repente estaba vestido con solo un pantalón de pijama dorado. El color resaltaba la piel morena del brujo y Alec se quedó con la vista fija en su pecho.
Ya llevaban meses saliendo y había visto a Magnus sin camisa incontables veces, pero aún así seguía sonrojándose cada vez que le veía.
Cuando por fin reaccionó, tosió un poco y apartó la mirada. Oyó una risa burlona y encontró a Magnus muy cerca suya.
- Me encanta como a pesar de todas las veces que hemos estado juntos sigas enrojeciendo cada vez que me quito la camisa. -Dijo el brujo mientras ponía su mano en la barbilla de Alec y le hacía mirarle. No le dio tiempo a responder antes de besarle.
Le empujó hasta que quedó de espaldas en la cama y Magnus sobre él intentando meter las manos bajo su camisa. Pero el nefilim llevaba una camisa de manga larga, un chaleco y un abrigo, demasiada ropa para gusto del mayor. Por eso chasqueó los dedos de nuevo y un instante Alec iba vestido con solo unos pantalones de algodón.
- ¡Oh! -Alec se sobresaltó y miró al brujo con reproche a lo que este respondió besándole otra vez. Esta vez el ojiazul atrajo a Magnus más cerca de él y le besó de forma cada vez más apasionada.
- Será mejor que durmamos, mañana iremos a muchos lugares. -El brujo se separó de Alec y este protestó. En realidad seguía teniendo mucho sueño y cuando se acomodó; sus brazos rodeando a Magnus y su pecho pegado a la espalda del brujo, cayó en un profundo sueño.


Al día siguiente, la pareja desayunó en una pequeña cafetería veneciana en una calle de baldosas de piedra. Después habían entrado en todas las tiendas de ropa que Magnus había considerado necesario y más tarde dieron un paseo en Góndola sobre los ríos de Venecia. Alec estaba encantado con el viaje. Era el primero que hacían juntos y esperaba que hubieran muchos más en los años que vinieran.
Y eso era lo que estaba pensando el nefilim mientras estaban en un parque, sentados bajo un árbol. Alec había visto muchas familias ese día.
Y pensaba que le gustaría tener una propia. Quería formar una familia con Magnus; porque le amaba más que a nada y porque quería tener uno o varios hijos a los que enseñarle el mundo, criarlos junto a Magnus y ser aún más felices.
- ¿Alec? ¿me estás escuchando? -Magnus zarandeó un poco a Alec y este salió de sus pensamientos.
- ¿Qué? Perdón me he distraído.
- ¿En qué pensabas? -Alec no contestó al instante sino que se acurrucó más en los brazos del brujo antes de hablar.
- Estaba pensando en los niños, en las familias que tienen hijos y van al parque con ellos, les enseñan lo que necesitan para vivir y les quieren. Estaba pensando que me gustaría tener una familia... Contigo.
Esa declaración dejó de piedra a Magnus y notó su corazón latir con una inmensa alegría. Giró un poco y besó a Alec con ternura. Aunque el nefilim no lo supiera, Magnus también había deseado eso muchas veces en los últimos meses.
Cuando se separaron, Magnus abrazó más con sus brazos a Alec y le susurró al oído:
- Algún día, tu y yo, formaremos una familia.
Alec sonrió y se volvió para besar al brujo una vez más. Un beso que guardaba una promesa de futuro. De un futuro juntos.

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