Un Fastidioso Primer Día de Trabajo

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Capítulo Siete


Después de la hora del almuerzo en la escuela, donde cabía mencionar que las miradas, murmullos y risas de sorna, las cuales, claramente sentí que iban dirigidas hacia mí, fue que el timbre anunció el término del receso más largo del día. Si era así en pleno patio, menos me daban ganas de regresar a la cafetería. ¡Cielos! Supongo que el sueño de ser normal de nuevo debía irse a la basura. Ya nada volvería a hacer igual. Con Rosie nos pusimos de pie, y yo, con cierta incomodidad, caminé con la mirada fija en las líneas de separación que dividían las pálidas cerámicas del suelo.

-Las quiero a todas lista para entrenar. Sin excepciones. ¿Están todas claras? -pregunta la entrenadora y todas responden: «sí». Al unísono.

-¿Vamos a los vestidores? -preguntó Rosie al tirar de la correa de mi mochila.

Yo asiento sin muchos ánimos, generalmente, no me gustaba asistir a la clase de deporte. Y trataba, la mayoría de las veces, inventar alguna excusa que me librara de portar el ajustado uniforme deportivo.

Una vez que dejamos a la entrenadora en el área deportiva, cruzamos el patio techado hacia los camarines. Entramos a los vestidores, nuevamente, sintiéndome observada pero esta vez, por el par de "perfectas y codiciadas" Leah y Karen.

-Ignoralas -dijo Rosie atrayendo mi atención.

-Eso intento -dije en voz baja al desviar la mirada al casillero y comenzar a cambiarme.

Nunca he sido muy buena para deportes, todo lo que tenga que ver con saltos o correr. Soy demasiado torpe.
El uniforme deportivo me incomoda; no tanto la blusa de color blanco, ya que la suelo usar bastante holgada. Sin embargo, la parte inferior, que consta de un corto y ajustado short fabricado de algodón elasticado, me aqueja bastante.

-¿Estás lista? -preguntó Rosie al terminar de abrochar los blancos cordones de sus zapatillas.

-Sí. -Dije al terminar de amarrar todo mi cabello en una alta cola.

-¡Cinco vueltas a la cancha! -gritó la entrenadora Greeta-. Ánimo chicas, que es para hoy. -Ordenó al meter el metálico silbato de color plateado a sus labios.

Varias, incluyéndome, entre cerramos los ojos por el agudo ruido que molestó la sensibilidad de nuestros oídos.

Todas comenzaron a trotar, provocando que los largos, cortos, lisos y ondeados cabellos de mis compañeras se mecieran al ritmo de los pasos dados, simulando suaves y elegantes saltos. Comencé a pensar el momento exacto en el que mi vida había dado una especie de giro, pero no logré olvidar lo sucedido en la cafetería. Suspiré lenta y profundamente mientras observaba la mayoría de las espaldas de mis compañeras alejarse una a una, para variar, había quedado atrás.

-Pero mira que buen trasero tienes Raynols -mis ojos se abrieron de inmediato y volteé mi cabeza hacia mi costado izquierdo. Mis labios se abrieron y cuando busqué algo que decir, sentí el ardor en mis manos y rodillas.

¡Soy un fracaso!

Me he caído al distraerme por culpa del imbécil de Adam Blake.

-Ahora entiendes porqué tienes el apodo de tonta bien puesto, ¿no? -se mofa al soltar el balón que permanecía en sus manos, cruzando la pequeña valla de color blanca que dividía la cancha de pasto con el área donde las chicas estábamos trotando.

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