Encuentros Desafortunados

187 18 3
                                    

Capítulo Nueve

Ya casi se cumplía un mes desde que comencé a realizar las tareas de Adam Blake como si fuesen mi propia obligación, y se me volvía cada vez más fastidioso.

Pero claro..., estas eran solo cosas que podían pasar en la vida de Angelina Raynols. La torpe y distraída nerd.

Dejé el lápiz sobre el escritorio que se ubicaba junto al amplio ventanal que daba al patio de mi casa; lo dejé a un lado de uno de mis cuadernos y cerrando el de Blake, fue que de mis labios se escapó un ligero bostezo debido al cansancio. Estiré mis brazos aún sobre mi asiento y me puse de pie. Me cambié de ropa y vestí la cómoda y holgada blusa de mangas largas del pijama de color rosa, y en la parte inferior, el conjunto, unos largos pantalones color lila. Me abracé a mi cuerpo antes de meterme bajo las sábanas de polar ya que el invierno se ponía cada vez más frío.

Dejé que mi cabeza descansara sobre la almohada y pensé hasta cuándo sería que estaría cumpliendo la misma rutina. Las tareas de Blake, las mías. El trabajo y las mentiras a Rosie. Sin mencionar las increíbles ganas de querer ver a Vins más seguido; más aún después de ese casi primer beso.

Suspire agotada, acostándome boca abajo y meditando que todo sería tan sencillo si Adam Blake desapareciera por completo de mi vida, pero cuando era eso lo que más quería, siempre algo extraño sucedía.

Como lo del día de ayer...

Me senté rápidamente cuando oí su voz y posó sus manos sobre mis caderas, mientras que yo, estúpida y distraídamente, no me percataba que permanecía a horcajadas sobre él.

—Vaya nerd, pero si estaba seguro que eras pura y casta —comentó divertido al pasar sus dedos bajo mi desordenada camisa, tocando parte de mi piel el muy descarado.

¡Santo cielo! Nunca nadie me había rozado así la piel; bueno, no nadie...

Yo quité de inmediato mis manos de su pecho y me reincorporé tan rápido como pude. Él hizo lo mismo segundos después.

Acomodé mis desordenadas ropas gracias a la caída. Sentir sus manos y cercanía me habían avergonzado por completo.

—¿Y a dónde fuiste ayer? —preguntó él al sacudir sus pantalones.

Una mueca se gestó sobre mis labios al observarlo fijamente, creyendo que sería una vez más víctima de sus bromas de muy mal gusto.

—¿Desde cuándo te debo explicaciones a ti? Porque no lo recuerdo —pregunté, fingiendo confusión al frucir mi ceño.

—Desde que haces mis tareas. —Contestó con simpleza.

—Y las hago. Es más, gracias a mí, tus calificaciones han subido considerablemente estas últimas semanas. ¿Acaso no lo has notado? —pregunto orgullosa al cruzarme de brazos, por una vez, sintiéndome superior a él.

—Claro que lo sé. Y por eso mismo, es que no te quiero distraída. —Contraatacó al sonreír el muy descarado.

—Eres muy fresco. ¿Es que acaso no te da vergüenza?

Las Tontas También AprendenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora